Tribuna. MIGUEL A. ASENJO
Un besugo grande que pese poco
El autor parodia la crisis explicando cómo España se vanagloria de haber conseguido la cuadratura del círculo, una sanidad buena y barata sin esfuerzos: como el marido que da poco dinero a su esposa para ir a comprar al mercado pero le exige un besugo grande.
Miguel A. Asenjo. Profesor Emérito de la Universidad de Barcelona | 29/06/2012 00:00
Hispano me dice que conoce bien a sus 27 pueblos vecinos, pero mejor a sus 17 hermanos. Cuenta que seis de sus vecinos, los más ricos, se asociaron en 1951 para gestionar el negocio del acero y el carbón que era uno de los muchos que tenían. Les fue muy bien y en 1957 formaron una Comunidad Económica. Cada vez el éxito era mayor y nuevos vecinos pedían asociarse con ellos. En 1973 se añadieron tres más, también ricos.
En 1981 aceptaron a Greco, cuyos antepasados habían inventado la democracia y él había mostrado sus cuentas públicas saneadas aunque luego resultó que eran falsas. En 1986 también fueron admitidos Hispano y Portugo, que tampoco eran ricos. En 1995 otros tres vecinos, éstos ricos, fueron admitidos y así formaron el grupo de los 15. En 2004 admitieron a diez más, y en 2007 a los dos que faltaban: Rumano y Bulgano. Total 27. De ellos 17 adoptaron la misma moneda y renunciaron a posibles y muy frecuentes devaluaciones monetarias que habían mantenido el ficticio pleno empleo.
Dice Hispano que al principio todo era estupendo, pues recibía constantes subvenciones para mejorar y armonizar la agricultura y realizar infraestructuras que creaban mucho empleo. Todos se hacían ricos y los bancos prestaban más dinero de lo que se les solicitaba. Incluso prestaban para que invirtiesen en bolsa, que subía constantemente.
Todos compraban, a crédito, coche, casa habitual y segunda vivienda. Encontraba empleo todo el que pasase la prueba del espejo, consistente en empañarle con el aliento, o sea estar vivo, según reciente (2012) expresión de P. Krugman. Con hipoteca compraban su casa y al poco tiempo la vendían y adquirían otra más cara, con mayor hipoteca. Igual hacían con el coche. Los viajes, pagados a crédito, cada vez eran más largos, más numerosos y a lugares más exóticos. No se sabía de dónde ni cómo salía tanto dinero, pero la construcción era una mina.
El jefe de Hispano proclamó ufano que sus bancos, su economía y su sistema financiero eran los mejores del mundo y fanfarroneaba de ello, y sus 17 hermanos disfrutaban de más universidades que ciudades y a casi todas se podía llegar en AVE e incluso en avión y hasta sobraban aeropuertos. Cada 50 kilómetros había uno. Aunque ninguna universidad estaba entre las 150 mejores del mundo y los alumnos de secundaria, evaluados en exámenes internacionales, eran de los peor clasificados, dos de sus equipos de fútbol ocupaban el número uno y dos del ranking mundial.
Hispano vivía alegre y gastador encantado de sí mismo. Su jefe aún más y aunque le advertían que todo eso se desmoronaría él respondía que los que así se expresaban eran antipatriotas, torpes o envidiosos. Hispano se ufanaba ante los vecinos de lo bien que vivía y se mofaba de los austeros, especialmente de su vecino pueblo Germanio, que era el más rico de todos y sus habitantes madrugaban más que nadie, trabajaban como ninguno, había aumentado la edad de jubilación e introducido el copago en la sanidad. Igualmente iban haciendo el resto de vecinos, incluido el paradisiaco y angelical Suecio, paradigma para Hispano de todas las virtudes sociales.
En Hispano la construcción se desmoronó, sus habitantes perdieron su empleo, su esperanza y sus casas, pues los bancos ejecutaron las hipotecas y se quedaron con las casas y terrenos, que habían financiado prestando de lo que a ellos les habían prestado, con lo que el crédito desapareció, resultando que no eran tan solventes como el jefe había proclamado.
Tan mala era la situación que de Hispano casi todos se mofaban, incluido el vecino Franco e incluso dos lejanos pueblos le expropiaron dos importantes empresas sin indemnización. Hispano se consolaba pensando que su vecino Portugo, el lejano Irlando y sobre todo el sabio Greco estaban, de momento, peor que él.
Copago sólo para los austeros
Hispano conservaba su sanidad sin implantar el copago y eso que la media de la presión fiscal de sus pueblos vecinos era del 38,4 por ciento y la suya del 31,9 por ciento y en casi todos además, existía el copago.
Incluso el paradigmático Suecio, con una presión fiscal del 45,8 por ciento, había implantado un considerable copago (cien por cien de los primeros 99 euros gastados, hasta 44 euros por atención en urgencias, 35 euros por consulta especializada y 8,76 euros diarios por hospitalización) y la jubilación de sus habitantes se producía a la mayor edad de los 27 pueblos asociados.
Hispano seguía presumiendo de haber conseguido la cuadratura del círculo, ya que subiendo algo los impuestos a los que más ganan (IRPF), no a los que más consumen (IVA) ni tampoco a los que más tienen (Patrimonio), ni cobrando tasas a quien usa los servicios (copago), excepto un poquito en las medicinas, disfrutaba de una sanidad del máximo nivel aunque, eso sí, con unas deudas enormes. Los médicos y enfermeras, que sabían que lo que más encarece el sistema sanitario son los salarios, estaban un poco enfadados, pues suponían que ahí estaba el secreto. Gracias a ello y a las deudas Hispano había cuadrado el círculo: sanidad buena y barata.
Entre los 17 hermanos había surgido la discordia, como entre los 27 vecinos, pues los más ricos y que más se esforzaban estaban hartos de financiar a los que menos se esforzaban y más alegremente vivían, pero mucha gente decía que la solución era sencilla, pues consistía en hacer como aquel marido que apenas daba dinero a su esposa para ir a la plaza y luego se quejaba de lo pequeño que compraba el besugo con lo mucho que a él le gustaba. La esposa desolada le contestaba: tú lo quieres es un besugo grande que pese poco. Lo sorprendente del caso es que, enterada la gente, la mayoría daba la razón al marido.
En 1981 aceptaron a Greco, cuyos antepasados habían inventado la democracia y él había mostrado sus cuentas públicas saneadas aunque luego resultó que eran falsas. En 1986 también fueron admitidos Hispano y Portugo, que tampoco eran ricos. En 1995 otros tres vecinos, éstos ricos, fueron admitidos y así formaron el grupo de los 15. En 2004 admitieron a diez más, y en 2007 a los dos que faltaban: Rumano y Bulgano. Total 27. De ellos 17 adoptaron la misma moneda y renunciaron a posibles y muy frecuentes devaluaciones monetarias que habían mantenido el ficticio pleno empleo.
Dice Hispano que al principio todo era estupendo, pues recibía constantes subvenciones para mejorar y armonizar la agricultura y realizar infraestructuras que creaban mucho empleo. Todos se hacían ricos y los bancos prestaban más dinero de lo que se les solicitaba. Incluso prestaban para que invirtiesen en bolsa, que subía constantemente.
Todos compraban, a crédito, coche, casa habitual y segunda vivienda. Encontraba empleo todo el que pasase la prueba del espejo, consistente en empañarle con el aliento, o sea estar vivo, según reciente (2012) expresión de P. Krugman. Con hipoteca compraban su casa y al poco tiempo la vendían y adquirían otra más cara, con mayor hipoteca. Igual hacían con el coche. Los viajes, pagados a crédito, cada vez eran más largos, más numerosos y a lugares más exóticos. No se sabía de dónde ni cómo salía tanto dinero, pero la construcción era una mina.
- Hispano vivía alegre y gastador se mofaba de los austeros, incluso de Germanio, que era el más rico de todos, pero también el que más trabajaba y había introducido el copago en la sanidad
El jefe de Hispano proclamó ufano que sus bancos, su economía y su sistema financiero eran los mejores del mundo y fanfarroneaba de ello, y sus 17 hermanos disfrutaban de más universidades que ciudades y a casi todas se podía llegar en AVE e incluso en avión y hasta sobraban aeropuertos. Cada 50 kilómetros había uno. Aunque ninguna universidad estaba entre las 150 mejores del mundo y los alumnos de secundaria, evaluados en exámenes internacionales, eran de los peor clasificados, dos de sus equipos de fútbol ocupaban el número uno y dos del ranking mundial.
Hispano vivía alegre y gastador encantado de sí mismo. Su jefe aún más y aunque le advertían que todo eso se desmoronaría él respondía que los que así se expresaban eran antipatriotas, torpes o envidiosos. Hispano se ufanaba ante los vecinos de lo bien que vivía y se mofaba de los austeros, especialmente de su vecino pueblo Germanio, que era el más rico de todos y sus habitantes madrugaban más que nadie, trabajaban como ninguno, había aumentado la edad de jubilación e introducido el copago en la sanidad. Igualmente iban haciendo el resto de vecinos, incluido el paradisiaco y angelical Suecio, paradigma para Hispano de todas las virtudes sociales.
En Hispano la construcción se desmoronó, sus habitantes perdieron su empleo, su esperanza y sus casas, pues los bancos ejecutaron las hipotecas y se quedaron con las casas y terrenos, que habían financiado prestando de lo que a ellos les habían prestado, con lo que el crédito desapareció, resultando que no eran tan solventes como el jefe había proclamado.
Tan mala era la situación que de Hispano casi todos se mofaban, incluido el vecino Franco e incluso dos lejanos pueblos le expropiaron dos importantes empresas sin indemnización. Hispano se consolaba pensando que su vecino Portugo, el lejano Irlando y sobre todo el sabio Greco estaban, de momento, peor que él.
- Hispano proclamó ufano que sus bancos eran los mejores y disfrutaba de más universidades que ciudades y a todas ellas se podía llegar en AVE e incluso en avión
Copago sólo para los austeros
Hispano conservaba su sanidad sin implantar el copago y eso que la media de la presión fiscal de sus pueblos vecinos era del 38,4 por ciento y la suya del 31,9 por ciento y en casi todos además, existía el copago.
Incluso el paradigmático Suecio, con una presión fiscal del 45,8 por ciento, había implantado un considerable copago (cien por cien de los primeros 99 euros gastados, hasta 44 euros por atención en urgencias, 35 euros por consulta especializada y 8,76 euros diarios por hospitalización) y la jubilación de sus habitantes se producía a la mayor edad de los 27 pueblos asociados.
Hispano seguía presumiendo de haber conseguido la cuadratura del círculo, ya que subiendo algo los impuestos a los que más ganan (IRPF), no a los que más consumen (IVA) ni tampoco a los que más tienen (Patrimonio), ni cobrando tasas a quien usa los servicios (copago), excepto un poquito en las medicinas, disfrutaba de una sanidad del máximo nivel aunque, eso sí, con unas deudas enormes. Los médicos y enfermeras, que sabían que lo que más encarece el sistema sanitario son los salarios, estaban un poco enfadados, pues suponían que ahí estaba el secreto. Gracias a ello y a las deudas Hispano había cuadrado el círculo: sanidad buena y barata.
Entre los 17 hermanos había surgido la discordia, como entre los 27 vecinos, pues los más ricos y que más se esforzaban estaban hartos de financiar a los que menos se esforzaban y más alegremente vivían, pero mucha gente decía que la solución era sencilla, pues consistía en hacer como aquel marido que apenas daba dinero a su esposa para ir a la plaza y luego se quejaba de lo pequeño que compraba el besugo con lo mucho que a él le gustaba. La esposa desolada le contestaba: tú lo quieres es un besugo grande que pese poco. Lo sorprendente del caso es que, enterada la gente, la mayoría daba la razón al marido.
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