lunes, 11 de julio de 2016

Docentes clínicos: desmotivación, mala selección y poca evaluación - DiarioMedico.com

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DOCENCIA EN EL HOSPITAL UNIVERSITARIO

Docentes clínicos: desmotivación, mala selección y poca evaluación

Profesores, expertos en educación médica y alumnos de grado coinciden en que el criterio de selección de los docentes y la falta de control de su labor amenazan la calidad de las prácticas clínicas
Francisco Goiri. Madrid | fjgoiri@diariomedico.com   |  11/07/2016 00:00


Ramiro Díez Lobato, Pilar León y María Nolla
Ramiro Díez Lobato, jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital 12 de Octubre; Pilar León, profesora de la Facultad de Medicina de Navarra, y María Nolla, coordinadora del Consejo Catalán de Formación Continuada. (Fundación Lilly)
El programa de prácticas y rotatorio clínico que ofrecen las facultades de Medicina es unelemento fundamental para que los futuros estudiantes de grado, que esta misma semana empiezan a formalizar sus matrículas, se decanten por una u otra facultad. El Espacio Europeo de Educación Superior ha redoblado la importancia de formar al estudiante de Medicina en el entorno clínico (hospitales y centros de salud). "La enseñanza por competencias se ha impuesto como filosofía hegemónica y guía de los mejores sistemas educativos, especialmente en Medicina, y el hospital es el entorno natural para formar en esas competencias, entendidas no sólo como capacitación científica y profesional, sino humanística y ética", defiende Pilar León, profesora de Humanidades Biomédicas de la Facultad de Navarra.
Hasta aquí, la teoría sobre la importancia de la inmersión clínica. Profesores, expertos en docencia médica y estudiantes coinciden, no obstante, en que las prácticas clínicas chocan con la masificación de las facultades, la heterogeneidad de los programas docentes, la falta de implicación de parte del equipo asistencial, los criterios de selección del profesorado y la falta de evaluación de la labor de ese profesorado.
Implicar a toda la 'tribu'
"La enseñanza en el contexto clínico es el factor fundamental de la formación médica. Idealmente, todos los miembros del equipo clínico de un hospital universitario (desde la auxiliar de clínica hasta los médicos de plantilla) deben involucrarse en la docencia, porque el estudiante aprende de toda la tribu", dice Ramiro Díez Lobato, jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital 12 de Octubre, de Madrid, y vicedecano de la Facultad de Medicina de la Complutense. La terca realidad, según él, es que sólo una parte de ese equipo tiene vinculación docente con la facultad (en el caso del 12 de Octubre, por ejemplo, sólo el 20 por ciento de los 1.070 médicos de plantilla, excluidos los MIR), y que, en el caso de los profesores, las "tareas que tienen encomendadas en función de su categoría [catedráticos, titulares, asociados o vinculados] no se corresponden siempre con las que hacen y menos aún con las que deberían hacer".
Díez Lobato añade que esta disfunción entre lo que los docentes hacen y lo que deberían hacer "se refuerza porque los criterios de la Aneca [Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad] para acreditar a los profesores se basan esencialmente en la producción investigadora y muy poco en la formación, producción y dedicación a la docencia".
Para acreditar a los profesores titulares, el baremo en vigor otorga 50 puntos a la actividad investigadora y 40 a la producción docente (55 y 35, respectivamente para los catedráticos). El nuevo decreto de acreditación docente, que el Ministerio de Educación aprobó en 2015 y entró en vigor el pasado enero, fijará nuevos criterios y dará, en teoría, más peso a la docencia y a la experiencia asistencial, pero fuentes de la Aneca confirman a DM que más de seis meses después de la entrada en vigor de esa norma "seguimos trabajando en la definición de los criterios".
Falta de voluntad
A los dudosos criterios de selección del profesorado, se suma la falta de mecanismos de evaluación de su labor diaria. María Nolla, del Consejo Catalán de Formación Continuada de las Profesiones Sanitarias, dice que esa evaluación "debe ser entendida como un mecanismo de mejora, no una herramienta punitiva, pero realizarla no depende de la Administración sino de la facultad, que es la que tiene una relación contractual con el profesor". Eso hace que la evaluación sea "heterogénea y escasa, porque depende de los medios de la universidad y, sobre todo, de su voluntad política".
Según Nolla, todas las facultades hacen encuestas de satisfacción a los estudiantes sobre la formación que reciben, "pero la participación suele ser baja y, por tanto, son poco significativas. Algunas universidades, como la de Barcelona, controlan además el cumplimiento de las horas de docencia y la producción y publicaciones de sus profesores, pero lo que casi nunca se hace es ir a ver sobre el terreno como trabaja el profesor, y eso es importante".

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