miércoles, 13 de abril de 2011

Actualidad Entrevistas - Oscar Gimenez - En cardiologia ya casi no hay pacientes en los que no podamos hacer nada para mejorar su situacipón - JANO.es - ELSEVIER

En cardiología ya casi no hay pacientes en los que no podamos hacer nada para mejorar su situación
Óscar Giménez
13 Abril 2011
Dr. José Ramón González Juanatey. Director del Área Cardiovascular y jefe del Servicio de Cardiología y Unidad Coronaria del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela









Nacido en 1957 en Noia, una pequeña localidad costera de A Coruña, el Dr. José Ramón González Juanatey nos explica que su primera gran pasión fue el tenis. Luego lo fue la medicina. Se licenció y especializó en Cardiología en la Universidad de Santiago de Compostela (UCS), además de ampliar su formación con estancias tanto en centros nacionales, como la Clínica Universitaria de Navarra, el Hospital de Sant Pau de Barcelona y el Gregorio Marañón de Madrid, como internacionales, entre ellos la Universidad de Standford, en Estados Unidos, y el Instituto Karolinska, en Suecia. Actualmente dirige el Área Cardiovascular del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela, es jefe del Servicio de Cardiología y Unidad Coronaria del mismo centro, así como catedrático de Cardiología en la misma universidad gallega en la que se formó.

— ¿Cómo se decantó por la medicina y, en particular, por la cardiología?

Nunca tuve ninguna duda de que quería ser médico ni me planteé estudiar otra carrera que no fuera medicina, a pesar de que fui el primer médico de mi familia. De hecho, fui el primero que estudió una carrera universitaria. Tenía muy claro que no quería trabajar en el mar y en la pesca, que era a lo que se dedicaba mi familia, y en este sentido, como en todo lo que he hecho, siempre he tenido y he sentido el apoyo de mis padres, que han ejercido una influencia definitiva en mi vida y en la de mis hermanos con los que me siento particularmente unido. En cuanto a decantarme por la cardiología, influyeron decisivamente personas que me dieron clase en la facultad, entre el profesor de fisiología, Fernando Domínguez, y el anterior jefe de Servicio del Hospital Clínico Universitario de Santiago, el Dr. Miguel Gil de la Peña. La visión que me proporcionaron durante la carrera de la fisiología y la enfermedad cardiovascular hizo que tampoco tuviera dudas de que quería ser cardiólogo.

— Además de la cardiología, su segunda gran pasión es el tenis...

Es cierto que le debo mucho al tenis. De muy pequeño me marché de mi pueblo para ir a un colegio, ya que mi padre tenía la obsesión de que estudiara. Era el hijo mayor y, como he comentado, fui el primero en romper con la trayectoria de la familia dedicada a la pesca. En aquel colegio comencé a practicar deporte y me decanté por el tenis, que me abrió unas posibilidades infinitas. Creo que mi desarrollo profesional e incluso personal ha sido posible gracias al tenis. Estuve en Barcelona, en la Escuela Nacional de Tenis. Cuando tenía 15 años me dio una nueva perspectiva y también me proporcionó dinero cuando no tenía posibilidad de tenerlo de otra forma. Pero sobre todo, me dio la oportunidad de conocer a gente que me ayudó mucho en mi vida personal y profesional. Actualmente juego menos a tenis y lo que más hago es correr. El deporte es para mí algo esencial para mantener ese equilibrio profesional y personal que a veces es difícil de conseguir.

— Ello enlaza con uno de los mensajes que a menudo usted trata de transmitir a la población: la importancia del ejercicio físico para prevenir la enfermedad cardiovascular.

El ejercicio físico es básico. Tiene un conjunto de beneficios que van mucho más allá de mantener el peso adecuado. Es incluso ansiolítico. Ayuda a no aumentar de peso, reduce la presión arterial, disminuye el riesgo de diabetes y, además, es un elemento de relación. Si se practica en solitario, sirve para reflexionar, y si se hace acompañado, sirve para relacionarse con otras personas. En este sentido, es de destacar un programa que ha puesto en marcha la Xunta de Galicia —Galiciasaludable. xunta.es— para promover el ejercicio físico en la población y que creo es un ejemplo de compromiso institucional.

— También se refiere con frecuencia a la necesidad de evitar el tabaco como uno de los puntales de la prevención cardiovascular. ¿Cómo valora en este contexto la reciente reforma de la Ley Antitabaco?

Debo reconocer que la Ley Antitabaco es lo más importante que se ha conseguido en el ámbito de la salud pública en España en el último cuarto de siglo. Hay que felicitar a la primera ministra que promulgó la ley y, ahora, a las autoridades que han extendido su aplicabilidad real, incluso luchando frente a corrientes contrarias. Yo defiendo la libertad de las personas, pero no se puede defender que alguien exponga a otras a un riesgo innecesario en un local público. Nadie puede afirmar que tenga derecho a fumar en un lugar público, puesto que ello perjudica a otras personas.

— Basándose en los resultados del estudio Inter- Heart, usted ha comentado que la enfermedad cardiovascular puede prevenirse en un 80% de los casos.

Sin duda. Se conseguiría controlando factores de riesgo fácilmente identificables como la hipertensión, la diabetes, la dislipemia o el tabaquismo. Por ejemplo, dejar de fumar reduce en un 65% el riesgo de tener un infarto de miocardio en varones. Practicando ejercicio regularmente, manteniendo un peso adecuado y una dieta sana, consumiendo mucha fruta, verdura y pescado, las probabilidades de experimentar un infarto son casi las mismas que las de contraer una enfermedad infecciosa. Las enfermedades cardiovasculares de base aterosclerótica, y en concreto la cardiopatía isquémica, tienen una capacidad extraordinaria de prevención. Esto es un mensaje que debe expandirse. Actualmente el infarto de miocardio se está concentrando en la población con niveles socieconómicos y culturales más bajos. Si fuéramos muy pobres no habría prácticamente infartos porque apenas tendríamos capacidad de subsistencia, pero al conseguir un poco de nivel económico, sin aumentar el nivel cultural, se adquieren malos hábitos. Se fuma más, se aumenta de peso y se consume una dieta más rica en grasas saturadas. Por eso es esencial la educación para la salud como base para la prevención. Está claro que las poblaciones con niveles socioeconómicos más elevados tienen menos enfermedad cardiovascular. Navarra, que es la comunidad autónoma con mayor proporción de titulados superiores, es la que tiene el menor índice de enfermedades cardiovasculares.

— ¿Qué importancia tiene la investigación cardiológica en su carrera?

La medicina se sustenta sobre 3 pilares: asistencia, investigación y docencia. Uno es médico fundamentalmente porque quiere tratar a los pacientes y porque quiere mejorar la salud de las personas. Pero cuando uno desarrolla su actividad, sobre todo en el ámbito de un hospital universitario, debe tener una vertiente investigadora. Investigar es analizar lo que haces, es un concepto bastante amplio y, además, un compromiso moral, puesto que no podemos estar pendientes del trabajo de los demás para aplicarlo a nuestros pacientes, sino que debemos generar conocimiento en la medida de nuestras posibilidades. Finalmente, no se entiende la medicina sin una vocación docente. Por lo tanto, la medicina se basa en esos tres pilares y personalmente he luchado en mi medio para que este concepto se traslade a la realidad en el ámbito de un hospital universitario.

— En 2001 fue nombrado Cardiólogo del Año en España por la asociación británica Alma Place Parthernship por sus contribuciones al conocimiento de los mecanismos de la muerte de las células del corazón. Háblenos de aquellas investigaciones.

En el año 2000 se creó en Santiago una unidad de investigación básica en cardiología que actualmente tiene una gran proyección y forma parte del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago. En aquella unidad estudiamos los mecanismos por los cuales los cardiomiocitos se morían en apoptosis y describimos unas proteínas implicadas en la activación del retículo sarcoplásmico que inducían la muerte celular programada. Fue una investigación importante que se publicó en Circulation. En aquella época lo interpreté desde la necesidad de hacer investigación básica traslacional en los hospitales. Creo que fue esa idea la que motivó que aquella organización me nombrara Cardiólogo del Año en 2001, lo cual fue para mí un gran estímulo que se tradujo en la organización actual de la cardiología en Santiago.

— ¿En qué áreas se centra actualmente el grupo de investigación que usted coordina?

Hay un grupo de investigación básica —que tiene relación con la clínica— y un grupo clínico. El primero está formado por 3 grupos. De ellos, uno que estudia cardiomiocitos. Somos uno de los pocos grupos del mundo con capacidad para cultivar cardiomiocitos humanos, obtenidos durante la cirugía cardíaca de la aurícula izquierda, lo cual nos ha proporcionado una gran capacidad para estudiar los mecanismos de la viabilidad celular relacionada con los cardiomiocitos. Otro grupo está centrado en la grasa epicárdica, situada encima del corazón como un componente de grasa visceral, y su relación con el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Pensamos que esta grasa podría, en el futuro, ser incluso una diana terapéutica específica. El tercer grupo estudia el endotelio vascular. Tenemos también posibilidad de acceder a células endoteliales humanas, lo cual nos ha proporcionado mucho potencial.

“En cuanto a la parte clínica, formamos parte de la Red Española de Investigación en Insuficiencia Cardíaca (REDINSCOR), que ha proporcionado mucha capacidad de investigación a nuestro centro. Tenemos un registro de pacientes con insuficiencia cardíaca, creado hace más de 15 años, que ha dado mucha información sobre la problemática de esta enfermedad y nos ha permitido elaborar un proceso asistencial integrado con atención primaria y enfermería, tanto del hospital como de fuera. Por otro lado, en estos momentos tenemos un grupo específico de validación de índices de riesgo a nuestra población. Habitualmente se trata índices elaborados a partir de población norteamericana o de otros países. Lo que queremos es comprobar si son válidos para nuestra población o cómo se deberían modificar.

— Hace unos años el laboratorio de investigación básica en cardiología celular y molecular aportó interesantes hallazgos, por ejemplo que las células del corazón son capaces de producir determinadas hormonas. ¿Qué nos puede comentar acerca de esas investigaciones?

Hasta hace poco tiempo se pensaba que los cardiomiocitos eran unas células metabólicamente poco activas en la producción de hormonas. Pero no es así. Son productores de hormonas que tienen una influencia directa sobre su supervivencia y su muerte, pero también sobre la de los cardiomiocitos vecinos. Esto tiene incluso un reflejo a nivel sistémico plasmático. Esa línea de investigación ha abierto la posibilidad de tratar los trasplantes celulares con esas hormonas. El problema de los trasplantes celulares cardíacos es que muy pocas células permanecen viables una vez trasplantadas. Una línea de investigación es buscar factores de crecimiento que permitan que esas células sigan siendo viables y puedan regenerar el corazón. Según los datos existentes, la adiponectina, la grelina y nuevas adipocinas podrían ser factores de crecimiento eficaces para que los trasplantes celulares tengan una mayor eficacia. Si tuviera que elegir una, pienso que ésta sería la contribución fundamental al conocimiento en cardiología de la investigación básica de nuestro Servicio.

— ¿En qué consiste el proceso integral de insuficiencia cardíaca del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago del que hablaba anteriormente?

Es el modelo que actualmente sigue la REDINSCOR. Integra hospital y ambulatorio y, sobre todo, pivota en la enfermería. La insuficiencia cardíaca es el paradigma de una enfermedad que debe verse de forma integrada. Lo único que hacemos los médicos en el hospital es poner parches cuando el paciente se inestabiliza. Lo que hay que asegurar es la estabilidad del paciente durante el mayor tiempo posible, tanto por el bien del enfermo como por el bien del sistema sanitario. En estos momentos de crisis es muy importante que los médicos pensemos en términos de eficiencia. Si en España fracasa el sistema sanitario público —considerando que fracasar significa que exista una lista de espera injustificable o no poder acceder a una medicina de calidad— habrá muchas personas que resultarán perjudicadas por no tener la capacidad económica de buscar soluciones al margen del sistema público. Por eso, tenemos la obligación moral de optimizar el sistema para garantizar la universalidad y la excelencia que caracterizan el sistema sanitario español. Es un mensaje que debe calar en todos los médicos, quienes debemos trabajar pensando en la sostenibilidad.

“Las enfermedades cardiovasculares de base aterosclerótica, y en concreto la cardiopatía isquémica, tienen una capacidad extraordinaria de prevención.”


— ¿En qué medida se ha avanzado en el abordaje de la insu- ficiencia cardíaca?

En la última década la insufi- ciencia cardíaca ha pasado de ser una enfermedad con un pronóstico nefasto a ser una enfermedad que, bien tratada, tiene un pronóstico mucho mejor. El problema es que la población no tiene conciencia de su gravedad. Gran parte ni siquiera tiene claro qué es la insuficiencia cardíaca. Es lo contrario de lo que ha sucedido, por ejemplo, con el cáncer. Nadie acepta listas de espera para el diagnóstico del cáncer, lo cual es lógico y es un logro social que hay que agradecer a los oncólogos, otros profesionales de la medicina y a la administración sanitaria. En cambio, los cardiólogos no hemos logrado transmitir a la población ni a los responsables de la sanidad la idea de la gravedad de la insuficiencia cardíaca, cuyo pronóstico es tan malo como algunos de los cánceres. No obstante, en una década hemos pasado de una mortalidad que superaba el 40% por año a una mortalidad en pacientes óptimamente tratados inferior al 10% por año. Por lo tanto, hay que seguir considerándola una enfermedad grave y prevenir su aparición tratando bien los infartos de miocardio, la hipertensión o la diabetes. Una vez establecida, los tratamientos actuales ofrecen múltiples posibilidades y un pronóstico bastante mejor, pero debemos trabajar en trasladar a los pacientes esta evidencia científica y en la concienciación social y sanitaria de la importancia de esta enfermedad, lo cual sigue siendo una asignatura pendiente.

— ¿Puede decirse lo mismo de los avances en relación con la cardiopatía isquémica?

La cardiopatía isquémica bien tratada tiene un pronóstico excelente, casi igual al de la población general sin la enfermedad. El problema del infarto de miocardio es el tiempo que transcurre fuera del hospital en la fase aguda debido a la muerte súbita. En este sentido, es necesario trabajar para informar a la población acerca de los síntomas de alarma y sobre la importancia de ser trasladado con urgencia a un centro sanitario. Pero hay que subrayar que la cardiopatía isquémica es la enfermedad cardíaca en la que se ha conseguido un mayor avance. Hace 20 años la mortalidad por infarto de miocardio superaba el 20% por año y en estos momentos es del 3 o el 4% al año.

— Aun así, sigue siendo la primera causa de muerte en los países desarrollados.

Es cierto. Esto es debido a que, a pesar de haberse reducido, la incidencia es muy alta y a que muchos pacientes mueren antes de llegar al hospital. También hay que reconocer que bastantes fallecen por no recibir el tratamiento óptimo.

En conjunto, hay que decir que la cardiología ha progresado tanto que prácticamente no hay pacientes en los que no podamos hacer nada para mejorar su situación. La única excepción serían los casos de insuficiencia cardíaca muy terminal, a los que no queda más que ofrecer cuidados paliativos. Para el resto de enfermedades del corazón, en estos momentos, siempre hay algo que podemos hacer, fruto de los avances conseguidos en los últimos 20 años.

— El pasado año el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) se convirtió en uno de los primeros centros del mundo en implantar una válvula cardíaca sin cirugía. ¿Qué puede explicarnos acerca de aquella intervención?

Fuimos de los primeros en implantar una prótesis percutánea a través de la arteria femoral sin cirugía. En estos momentos, el CHUS es uno de los centros mundiales con mayor experiencia en el implante percutáneo de válvulas aórticas sin cirugía. Se trata de un avance que ya es una realidad, pero pienso que cada vez lo será más. No sé si la cirugía aórtica desaparecerá, pero en gran cantidad de casos se sustituirá por procedimiento percutáneo sencillo. La cardiología intervencionista ha tenido un desarrollo extraordinario en muchas áreas, especialmente en la sustitución valvular. Ahora ha demostrado su utilidad en la sustitución de la válvula aórtica, pero en un futuro próximo tal vez lo haga en la de la válvula mitral.

— Antes ha comentado que su grupo de investigación forma parte de la REDINSCOR. ¿Cómo valora la creación de esta red y qué representa formar parte de ella?

Las redes de investigación cooperativa son muy importantes para la investigación en España. Es cierto que en esta época de crisis económica, la investigación se resiente. Por ese motivo, lo importante es optimizar los recursos. Hay que evitar despilfarrar dinero en cosas que no se necesitan y concentrarlo en lo realmente eficaz. Para la investigación cooperativa en redes es necesario monitorizar los resultados y, dado que se trata de investigación soportada por el Sistema Nacional de Salud, es fundamental que tenga una traslacionalidad al paciente, mediante la creación de modelos asistenciales que permitan diagnosticarlo y tratarlo mejor de una manera más eficiente. En este sentido, la REDINSCOR constituye un ejemplo, ya que no sólo genera conocimiento sino también modelos asistenciales para manejar una enfermedad como es la insuficiencia cardíaca, que es la primera causa de ingreso hospitalario en mayores de 65 años y la primera causa de gasto sanitario para una única enfermedad. La red nos ha proporcionado al grupo de Santiago una gran potencialidad de investigación, ha puesto en marcha nuestro proceso asistencial integral de la insuficiencia cardíaca y nos ha permitido relacionarnos con grupos de investigación españoles de primer nivel.

— ¿Qué nos puede comentar acerca de la Red de Centros Singulares de Investigación de la USC, y más concretamente del Centro de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CIMUS) al cual está adscrito como investigador en el área de cardiología?

En Santiago se creó el Campus Vida, uno de los pocos campus de salud de excelencia acreditados, lo cual nos está permitiendo integrar diferentes elementos relacionados con la medicina, entre ellos farmacia, biología, veterinaria, etc. El Campus le ha dado una gran proyección a la USC en el ámbito tanto de la investigación como de la asistencia, ha sido un gran logro de la USC, del conjunto del sistema sanitario gallego y de Galicia en general.

— ¿Hacia dónde se dirige la investigación en cardiología? ¿Cuáles son sus desafíos más inmediatos?

Uno de los retos más destacados es la cardiología regenerativa. Llevamos muchos años estudiando los trasplantes celulares y no hemos dado todavía el paso real a la práctica clínica. Algo nos falta para que los trasplantes celulares tengan eficacia real en la regeneración del corazón. El futuro pasa tal vez por crear tejidos mediante bioingeniería, desnaturalizando partes del corazón y recelularizándolas, o implantando células que sean funcionales y no se mueran. Otro reto relacionado con el envejecimiento lo representa la estenosis aórtica. Pienso que se desarrollarán nuevos dispositivos que puedan corregir de manera más eficaz, con menor morbimortalidad, las enfermedades valvulares. En cuanto a la cardiopatía isquémica, el desafío reside en resolver la mortalidad que se produce durante la fase aguda fuera del hospital. Hay que buscar un sistema en red, basado en los servicios de urgencias y personal de protección civil, policía, etc., que garantice que se atienda adecuadamente a los pacientes. Por último, existe el gran reto de la prevención. Debemos intentar que las generaciones futuras tengan estilos de vida saludables que prevengan también la enfermedad cardiovascular. En este contexto, lo importante es educar a los niños, ya que cada uno construye su personalidad entre los 5 y los 10 años, así que los responsables de la educación y las familias deben ser conscientes de que hay que educar a la población con el fin de evitar que las enfermedades cardiovasculares constituyan un problema tan grande como en la actualidad, maten a tanta gente y reduzcan la calidad de vida de muchas personas que deberían tener muchos años por delante con una buena calidad de vida.


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