LLEVA A CABO UN ESTUDIO EN EL CISM
Un plan para eliminar la malaria en las zonas más remotas
A falta de vacuna eficaz, los planes epidemiológicos ayudan a eliminar la malaria, pero ¿cómo implantarlos en lugares aislados? Un rincón en Mozambique puede tener la respuesta.
Sonia Moreno. Madrid | soniamb@diariomedico.com | 12/06/2017 00:00
Beatriz Galatas con algunos de los miembros del equipo:Alberto Matavele, Humberto Munguambe y Pedro Melembe. (ISGlobal)
¿Cómo acabar con la malaria que se atrinchera en un rincón del planeta remoto, aislado y sin infraestructuras? De esas preguntas partió hace cuatro años la epidemióloga Beatriz Galatas, investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Obra Social "la Caixa". Para responderlas, lleva a cabo un estudio en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM), en Mozambique
“Es una prueba de concepto: más que un estudio enfocado a determinar si las medidas para erradicar la malaria funcionan o no, se trata de demostrar que pueden llevarse a cabo en las zonas más difíciles del planeta”, cuenta Galatas a DM desde la ciudad mozambiqueña de Manhiça. El lugar elegido para esta investigación se encuentra a una hora de allí. Es el distrito de Magude, una zona rural de unos 60.000 habitantes, donde no hay carreteras asfaltadas. La mitad de la población bebe agua de pozos o de río, y la mayor parte depende de la agricultura de subsistencia. Los escasos centros de salud no cuentan con agua corriente ni electricidad. “Las comunicaciones e infraestructuras no tienen nada que ver con las de Manhiça, que también es una zona rural”. Desde luego, fe de ello da la conexión a trompicones durante esta entrevista.
- “Esta investigación es una prueba de concepto: se trata de demostrar que la erradicación puede llevarse a cabo en las zonas más difíciles”
Pese a lo desafiante que puede parecer una investigación de campo como esta, Galatas reconoce que partía del apoyo y experiencia del CISM, donde se desarrolla este Programa de Eliminación de la Malaria en el Sur de Mozambique, apoyado por la Obra Social "la Caixa" y la Fundación Bill y Melinda Gates. Fue el científico Pedro Alonso quien fichó a esta licenciada en Biología y Salud Global por la Universidad de Georgetown, en Washington, y con un máster en Epidemiología de la Facultad de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Galatas tampoco tuvo que pensarse mucho su incorporación: ya había participado en diversos proyectos, en Kenia y China. Su trabajo de fin de carrera consistió en un estudio sobre el impacto de los microcréditos en la salud de las mujeres en Colombia. “Como me considero más útil es generando evidencia a partir de preguntas relevantes”.
En los primeros meses en Magude Galatas se centró en conocer el lugar donde entraban: censar la población y hacer estudios entomológicos sobre el vector de la zona, que es un tipo de mosquito resistente a los piretroides. También estudiaron la situación específica de la infección a nivel comunitario y hospitalario. “En esta zona, mucha de la malaria no es sintomática. Consiguen convivir con la infección sin pasar por la unidad sanitaria; allí se ve la punta del iceberg del problema real”. Por los datos del CISM, estiman que en zonas alrededor de Magude un 20 por ciento de la población sufre una infección crónica por el parásito del paludismo.
De la teoría a la práctica
Con todo ello, diseñaron un paquete de intervenciones que teóricamente debían funcionar. “Empezamos en la época seca. Fumigamos las casas con insecticidas eficaces para acabar con el mayor número posible de mosquitos y reducir así su reproducción en la época de lluvias. En cuanto al parásito, para disminuir el número de personas infectadas e impedir la transmisión, administramos de forma masiva antimaláricos, incluida la combinación de dihidroartemisinina-piperaquina (DHA-P), cuya larga vida media en sangre permite la profilaxis”.
Galatas ha contado con un equipo de 500 personas, entre científicos y voluntarios de la población. “Al principio la gente te recibe con dudas, no entiende por qué han de tomar un medicamento si no tienen síntomas, y además son tratamientos con efectos secundarios. Por eso, una de mis lecciones aprendidas es que no vas a ninguna parte sin implicar a la comunidad”.
- “Para mí, una de las lecciones aprendidas de este proyecto es que no se va a ninguna parte sin contar con la implicación de la comunidad”
La intervención se realizó en 2015 y 2016, y se repitió de nuevo. “Los datos de la primera campaña de administración de fármacos revelaron una caída de más del 80 por ciento de la prevalencia comunitaria de la malaria”. Son resultados muy esperanzadores, pero hay que ponderar el factor climatológico: “En la primera campaña sufrimos una sequía muy fuerte por El Niño, y eso supone un freno para la diseminación del vector. Este año hemos vivido La Niña, un fenómeno climatológico opuesto, que ha traído más lluvias. Determinar el impacto de nuestra intervención será un ejercicio complicado, pero parece que funciona muy bien en un periodo corto de tiempo. El siguiente paso es identificar cuándo hay que abandonar las intervenciones masivas para centrarse en otras estrategias más focalizadas. También mediremos la inversión necesaria y lo que se ha ahorrado en términos económicos al reducirse enfermedad y muertes”.
La epidemióloga espera poner en limpio las conclusiones científicas que genere este proyecto en los próximos meses. De entrada, publicaron recientemente en Scientific Reports, como ya recogió DM, que la cloroquina -abandonada desde hace años porque generaba resistencia en el parásito- podría ser útil como tratamiento complementario en las infecciones asintomáticas. “Esto nos indica que tenemos que ser innovadores con lo que tenemos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario