Con el imparable aumento del uso de drones, la posibilidad de caer sobre un viandante se incrementa de la misma forma. Biomecánicos de la Universidad de Virginia apuestan por repartir el peso central del dron para minimizar los daños en caso de impacto ya que, de tratarse de un dron de los más pesados, elevan al 70 por ciento el riesgo de lesión grave en cabeza o cuello.
Antes de que los cielos de medio mundo se llenen de drones, un equipo del Instituto Politécnico de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos, ha querido analizar el riesgo que estos aviones no tripulados, que hoy ya se usan para tirar cohetes y espiar al enemigo y que en el futuro servirán como carteros, ambulancias, vigilantes, cámaras y otras funciones, plantean a los viandantes, es decir, la posibilidad de que se estrellen contra sus cabezas.
El equipo de biomecánica de lesiones de dicho centro, dirigido por Steven Rowson, publica en Annals of Biomedical Engineering un ensayo que ha evaluado el riesgo de lesiones en cabeza y cuello de tres drones en varios escenarios de impacto a fin de aconsejar estándares de seguridad a los fabricantes. Los autómatas voladores pesaban de 1,2 a 11 kilogramos y los lanzaron contra maniquíes cuyas cabezas y cuellos llevaban sensores que medían la aceleración y la fuerza. El riesgo aumentó según el peso del dron: con el más pequeño, el riesgo de lesión grave en el cuello fue inferior al 10 por ciento; para el más grande, el riesgo medio subió al 70 por ciento, en perfecta sintonía con las leyes formuladas por Newton.
Los datos también muestran que, a pesar de las mayores velocidades de impacto en las pruebas de vuelo en vivo, las pruebas de caída directa -que facilitan un contacto más íntimo entre el centro de la aeronave y la cabeza del maniquí- golpearon más gravemente a los muñecos; es decir, que si se le atiza directamente con el cacharro aumentan las probabilidades de darle y los chichones, claro. Los biomecánicos añaden que diseños encaminados a redirigir el peso central en caso de impacto podrían minimizar las lesiones. También se reducirían cuando el dron se deforma al chocar o cuando las piezas se rompen. Esas deformaciones y fracturas absorben parte de la energía del choque y ofrecen otras vías para mitigar el peligro. Aún no han hecho pruebas con maniquíes con casco y matamoscas.
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