lunes, 28 de enero de 2013

Un psiquiatra especialista en pactos - DiarioMedico.com

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entrevista a corazón abierto

Un psiquiatra especialista en pactos

Entrevista con Patricio Martínez Jiménez, exsecretario general de Médicos de Cataluña y expresidente de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM).
Carmen Fernández. Barcelona | carmenfer@diariomedico.com   |  28/01/2013 00:00


Patricio Martínez
Patricio Martínez posa en la azotea de la sede de Médicos de Cataluña con la emblemática Torre Agbar de Barcelona de fondo. (Jaume Cosialls)

PREGUNTA. Es usted un murciano de Ciempozuelos, Madrid, predestinado a la psiquiatría. ¿Es así?
RESPUESTA.
Soy hijo de madre murciana y de padre cartagenero. Nací en Ciempozuelos, pero desde que tenía seis meses no he dejado de ir ni un solo año al Mar Menor, donde tengo casa y amistades de toda la vida. Mi padre era practicante y trabajaba como administrador en el psiquiátrico de las monjas de la Orden del Sagrado Corazón-Benito Menni de Ciempozuelos y mi tío trabajaba también allí como psiquiatra.

P. ¿En qué le influyeron para acabar dedicándose a la psiquiatría?
R.
Yo era el niño de aquellas monjas, con las que incluso vivimos seis meses porque nuestra casa de Ciempozuelos corría riesgo de derrumbe. Era pequeño y el jardín del psiquiátrico era mi propio jardín, que quizá fue algo que me marcó. Mi tío me influyó más como médico de pueblo.
P. Pero comenzó estudiando ingeniería industrial...
R.
Los Jesuitas me dieron una beca extraordinaria para estudiar en el ICAI de Madrid, que incluso me permitía vivir con ellos; pero tras el primer año vi que no era mi vocación. La alternativa era estudiar Medicina y quedarme en Madrid, pero mi familia no podía costearlo y eso me obligó a buscarme la vida.
P. Una constante en su vida.
R.
Así es, he hecho de todo. Comencé en una pensión en el barrio de Usera de Madrid y haciendo de listero (controlador de entradas y salidas de trabajadores) en una empresa. A los dos años pude entrar de interno en el San Carlos y luego, en el psiquiátrico privado La Paz, de la Orden de San Juan de Dios. Y cuando digo interno es que incluso dormía allí.
P. ¿Quiénes fueron sus maestros?
R.
Tuve la suerte de trabajar todas las mañanas, durante cinco años, con Juan Antonio Vallejo-Nágera, y de adentrarme con él en la dimensión humana de la atención al enfermo mental y lo que debe ser una medicina ligada más a los enfermos que a la enfermedad.
P. En esa época entró en escena Paloma, su esposa.
R.
Sí, su tío estaba ingresado en La Paz y yo, que era alumno interno, acompañaba a su médico en las visitas. La conocí una vez que vino a ver a su tío con otros familiares, que además tenían buena relación con uno de los frailes. Fue cuestión de dos paseos; le pedí que se casara conmigo ...y ya llevamos 44 años juntos.
P. Volvió a Ciempozuelos como psiquiatra y de allí se fue a Chinchón a hacer de médico de pueblo.
P.
Fui al psiquiátrico de hombres de Ciempozuelos, de la Orden de San Juan de Dios, a terminar la especialidad. Allí era el único psiquiatra al cuidado de 1.400 enfermos por las noches; y demostré dotes de buen cosedor -siempre había algún herido con algo que coser-, lo que me valió que me ofrecieran plaza de cirujano en el Hospital Universitario La Paz de Madrid.
En esa época colaboré con el programa de radio Encarna de Noche, con el que logramos hacer una fiesta de la salud mental en Ciempozuelos, con mujeres y hombres de los dos psiquiátricos, que fue muy criticada porque hubo escenas un poco subidas de tono para la época (los sesenta). Fue un primer intento de abrir los psiquiátricos en España.
Tuve problemas en Ciempozuelos porque propuse hacer una cooperativa de enfermos y que parte de los beneficios económicos de la laborterapia (o terapia ocupacional) fuese para ellos.
Y de ahí a Chinchón, tras casarme con Paloma. Allí hice de médico de pueblo y allí tuvimos a nuestros dos hijos, en 1970 y 1972. Aquella vida estaba bien, pero la psiquiatría me tiraba mucho.
P. Y vino la época de las oposiciones.
R.
Comencé por unas en las que la primera plaza se la dieron a un sobrino de Juan José López Ibor, que eligió la de Madrid; y a mí, la segunda, y opté por Barcelona.
P. ¿Se ha arrepentido?
R.
Nunca. Pensé que la mejor psiquiatría era la de Barcelona, y fui a parar al centro de Manso, donde había otros 18 psiquiatras de cupo y zona. No encontré quien me guiara la tesis doctoral sobre psiquiatría social que empezó a dirigirme Pedro Laín Entralgo en Madrid, pero tuve la gran suerte de conocer en la Universidad Autónoma de Barcelona a Josep Maria Costa Molinari, que luego fue mi jefe en el Instituto Psiquiátrico municipal.
P. ¿Sobre qué versó su tesis?
R.
Logré una beca del Ayuntamiento de Barcelona que, con ayuda de especialistas del Hospital de San Pablo, destiné a estudiar la determinación del ácido homovanílico en el líquido cefalorraquídeo del primer brote esquizofrénico.
P. En 1979 ganó la plaza de jefe de servicio del Instituto Psiquiátrico, del que llegó a ser director, pero acabó en el Hospital de la Esperanza, y su jefe, en el del Mar. Supongo que en ese trasiego por centros municipales fue cuando se incorporó al sindicalismo.
R.
Las primeras elecciones municipales, en 1981, las ganaron en Barcelona los socialistas, que de inmediato colocaron a los suyos. Cuando me llegó la carta les P. Efectivamente, llegaron las primeras elecciones sindicales y me presenté a las del Ayuntamiento (18.000 trabajadores entonces) con la Agrupación de Independientes; y las ganamos. Formamos la Junta de Personal y me eligieron presidente. Ramon Trias Fargas (CiU) estaba en la oposición (municipal) e iniciamos una intensa relación. Es cuando comienzo a salir en la prensa en contra de medidas del entonces alcalde Pasqual Maragall.
P. Vinieron las primeras elecciones en el Instituto Catalán de la Salud.
R.
Promovimos la creación de un grupo de enfermeras y administrativos; y también las ganamos. Yo competía entonces contra el Sindicato de Médicos de Cataluña y, a mitad del camino, pensé que lo mejor era darle mi apoyo.
P. También en esa época se da de bruces contra los médicos de hospitales, en asambleas muy duras centro por centro.
R.
Los médicos no estaban por la labor del sindicalismo, que estaba mal visto aún; y el cambio de hospitales funcionariales a empresa municipal con personal laboral fue muy difícil. En 1984 me saqué de la manga la quinta paga, por fichar (plus de productividad).
P. ¿Cuándo llega a la dirección del Sindicato de Médicos de Cataluña?
R.
En 1986 fui nombrado secretario general, con Josep Maria Sala de presidente.
P. ¿Y el salto a la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM)?
R.
Tras las huelgas del 85 y 86, Juan Blázquez, entonces secretario general, firmó un acuerdo que nos hizo a todos ponernos en pie de guerra, y finalmente dejó el cargo. Se convocaron elecciones y nos presentamos De Porres como secretario y yo como presidente, y ganamos. De Porres sólo estuvo dos años; inició el cambio de estatutos que pasó la confederación de sindicatos provinciales a la de sindicatos autonómicos, lo que causó una tensión enorme que finalizó con su dimisión.
P. Llega la huelga de 1995...
R.
También una época dura. Vicente Garcés estuvo ocho años y después se incorporó Carlos Amaya, que era secretario adjunto de Garcés, y puso orden en la casa; y además en esa época se consolidó mucho nuestra representación en Europa.
P. Mientras, en Cataluña se hacía fuerte frente a los titulares del Departamento de Salud de la Generalitat, con las competencias de sanidad ya asumidas. ¿Con qué consejero autonómico se entendió mejor? Se dice que con Xavier Trias se veían los domingos por la tarde en una conocida cafetería de la Plaza Francesc Macià de Barcelona.
P.
Con Trias (actual alcalde Barcelona). Con él y con Esperanza Martí en la Unión Catalana de Hospitales ordenamos los hospitales según la complejidad de su actividad para establecer los conciertos, e hicimos el primer plan de ordenación de hospitales de utilización pública. Me une una gran amistad con Martí, de la que hemos aprendido todos muchísimo.
Las citas con Trias solían ser, siempre que había conflicto, a la salida de la misa de la Iglesia de Ganduxer, en cafeterías de la zona. Yo siempre he llevado una negociación paralela a la oficial con todo el mundo.
P. ¿Con qué ministro tuvo mejor relación?
R.
Con García Vargas. Empecé tratando con Ernest Lluch, al que en una negociación muy dura le dije: "Será capaz de hacer desaparecer el cuerpo de médicos titulares, pero tendrá tantos muertos como los que tiene la ETA". Quién me iba a decir que luego él...
P. ¿Ha resultado difícil combinar el sindicalismo con la defensa del profesionalismo médico?
R.
Siempre he defendido que el médico es poseedor del conocimiento y de la confianza del ciudadano y que debe cobrar un salario en función de lo que es, lo que hace y cómo lo hace.
P. Es un criterio difícil de encajar en una cultura sindicalista en la que el criterio básico es el todos iguales, pero parece que ha ido calando y que ahora es difícil ir en contra. ¿Está de acuerdo?
R.
Bastante. El salario se debe adaptar al conocimiento y la productividad.
P. Siendo secretario general del Sindicato de Médicos de Cataluña también se presentó a unas elecciones en el Colegio de Médicos de Barcelona, aprovechando que Ramon Trias Rubíes no se presentaba.
R.
Dupliqué los votos de Trias Rubiés en los comicios anteriores, pero ganó Miquel Bruguera. Para la campaña electoral no se puso ni un duro ni el local del sindicato. Fue un proyecto personal, pero mi idea no era ser yo el presidente y por eso se lo propuse a Miquel Vilardell, que inicialmente le hizo ilusión pero luego recibió una llamada en la que le dijeron que por ahí no iba bien. A partir de las elecciones me erigí en jefe de la oposición de Bruguera, al que tendí la mano y, como contrapartida, le pedí un gran apoyo al sindicato.
P. De ahí se pasó a la fusión con el movimiento asambleario Federación de Asociaciones de Médicos de Hospitales de Cataluña (Famhoc) y a la posterior refundación del sindicato bajo el nombre Médicos de Cataluña.
R.
Hay un antes y un después de un debate organizado por Diario Médico en Barcelona (ver DM de 2-I-1997), en el que Bruguera, tras conversaciones previas conmigo, lanza la idea de crear un sindicato catalán fuerte; y Lluís Masferrer, de Famhoc, no la rechaza. Luego nos fuimos a comer los tres juntos, y nos pusimos manos a la obra.
P. Fue un proceso difícil pero se hizo realidad. ¿Satisfecho del resultado?
R.
Tuvimos la gran suerte de contar con Masferrer, que lo hizo todo de manera espléndida. Partíamos de concepciones distintas pero muy cercanas al profesionalismo médico, y los dos hablábamos como jefes de servicio...y en muchas comidas solos en el Asador de Aranda de la calle Londres.
P. Con tantas batallas, y sin dejar de visitar pacientes ni un solo día -a algunos los sigue desde hace 40 años. ¿Qué tipo de padre ha sido para sus hijos, uno arquitecto y el otro economista?
R.
La individualidad hay que respetarla; hay que estar presente pero sin ser director de nada.
P. Actualmente no tiene cargo en Médicos de Cataluña, pero sí un pequeño despacho con su nombre en la puerta. ¿Qué hace?
R.
Asesoro. El presidente, Albert Tomás, fue el primero en pedir que me nombraran presidente de honor de la CESM, y no hacen más que hacerme homenajes; así que, aquí sigo. También continuo con mi consulta privada de psiquiatría, y hago de chófer distinguido para Paloma y los nietos.

El valor de un buen café en compañía

"Tan comprometido con los médicos de la sanidad catalana como fiel a su libro, cree en el pacto como la única solución. Sabe de la importancia de un buen café y todo lo que cabe en una servilleta de papel.
Sabe que ser líder no es sólo estar al frente. El sindicalismo médico en España no se podría concebir sin hacerle mención". Son palabras del consejero de Salud de la Generalitat, Boi Ruiz, sobre la figura de Patricio Martínez. Desde la Unión Catalana de Hospitales -de la que fue director general y presidente-, Ruiz pasó años negociando con Martínez el convenio y avatares laborales de la red concertada autonómica.
En esta entrevista no se menciona a Ruiz, pero durante años los dos encontraron solución a muchos asuntos de la negociación colectiva, e incluso de la sanidad catalana (por ejemplo, la huelga masiva de médicos de 2006), en una mesa del bar-restaurante José Luis de la Diagonal.

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