Posted: 03 Jul 2015 07:24 AM PDT
Claro que recibimos con entusiasmo, hace unos meses, la aprobación legal (desde la más alta esfera del Estado competente) de practicar la eutanasia en ciertos casos, con una regulación precisa que no permitiera caer en equivocaciones.
Morir dignamente hace parte plena de vivir dignamente. Es un principio que se deriva de una interpretación lógica de la Constitución.
No hay una conclusión a la vida más digna que no padecer dolores ni sufrimientos innecesarios al final del camino, cuando hay métodos diseñados por el hombre que pueden evitarlos. Dábamos, insistimos, un aplauso por esa decisión largamente esperada.
Hoy, cuando los casos deberían estar aplicándose en regla, vemos con temor que lo de la eutanasia pueda quedarse en la vaguedad del papel que la autorizó. Dicho de otro modo: que no tenga cabida en casos en que, al menos de manera superficial, luce necesaria. El primer hecho es conocido, casi que sobra una aclaración muy amplia: Ovidio González, padre de Julio César González (el caricaturista de El Tiempo que firma como Matador), padece un cáncer en forma de llaga que le está perforando el rostro. Quiere morir. Así se lo hizo saber a su familia, que entendió la petición, y tuvo el aval de la Clínica Oncólogos de Occidente, de la ciudad de Pereira. El féretro estaba comprado. La hora fijada. Justo cuando iban hacia la clínica para que don Ovidio se convirtiera en la primera persona que recibía de manera legal la directriz del Gobierno, llamaron a informarle que al fin no. Que no había sido aprobada su eutanasia.
El tanatólogo Juan Paulo Cardona, miembro del comité científico que evaluaba el caso (es decir, siguiendo al pie de la letra el procedimiento que existe sobre el tema) se opuso al procedimiento. Cardona dista de ser una persona que moralmente se oponga a la muerte digna: al contrario, está entre sus prelaciones filosóficas. ¿Por qué se negó, entonces? En Blu Radio le oímos decir que el cáncer de don Ovidio era incurable, progresivo, pero no mortal. O, al menos, no inmediatamente mortal. Ese hecho, harto importante para su decisión como miembro de un comité que decide estos menesteres, lo llevó a negar el procedimiento. “No tiene una falla multiorgánica, él está completamente funcional, la muerte no está prevista en corto plazo”, dijo. Y dijo también que no conocía la autorización médica de la eutanasia.
En medio de los debates, y de los hechos que cada parte da, está la vida en pena de un hombre que quiere terminar con ella, manifestando una voluntad inequívoca y clara. Nos parece que ese es el camino para la interpretación de normas que lucen vagas en casos tan delicados como este: la voluntad del paciente es, en últimas, lo que rescata la jurisprudencia que aceptó, hace años ya, la aplicación de la eutanasia en determinados casos. La inminencia de la muerte, de donde se ancla el doctor Cardona para negar el procedimiento, puede ser interpretada de una forma amplia, teniendo en cuenta la importancia de la voluntad expresada, el deterioro de la salud del paciente y su imposibilidad de recuperarse. Eso, al menos, es lo que diría un constitucionalista avezado.
Pero por eso mismo, porque las interpretaciones jurídicas son tan difíciles para un médico, valdría la pena precisar mucho más la norma. O, como mínimo, explicar de qué forma y a la luz de qué principios debe aplicarse. Ojalá, para don Ovidio, haya una pronta solución.
Fuente: El Espectador
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