MUJER | Desigualdades
'Científicas invisibles'
Barbara McClintock en su laboratorio en una imagen de 1947 | NIH
- Una exposición recuerda las grandes aportaciones femeninas a la ciencia
- Muchas han sido olvidadas por los comités de los premios más prestigiosos
Que de cuando en cuando alguien tenga que alzar la voz para pronunciar las palabras 'mujer' o 'femenino' para reivindicar los derechos o celebrar los éxitos de la mitad de la población mundial es un síntoma de que la igualdad en el mundo es una meta lejana. Que repasando las listas de los galardonados con los premios más prestigiosos del mundo, las de quienes ocupan las cátedras o rectorías de las universidades o las de los líderes en investigación, la mayoría siga siendo abrumadoramente masculina, indica que el problema no es exclusivo de los países pobres.
"No se puede alcanzar la democracia y una paz duradera en el mundo hasta que las mujeres no obtengan las mismas oportunidades que los hombres para influir en el desarrollo social a todos los niveles". Éste fue el argumento del Comité Nobel de Noruega cuando anunció el nombre de las ganadoras del premio de la Paz de este año. Tres mujeres distinguidas por su "lucha no violenta por la seguridad de las mujeres y por los derechos de las mujeres".
No importa cuántas veces se repita la palabra 'mujer', la brecha entre sexos no se estrecha utilizando estas cinco letras. Hace falta educar, hacen falta oportunidades, recursos, reconocimiento, acabar con la discriminación y sacudirse el polvo machista que tanto pesa en los hombros de muchas mujeres y niñas.
"Por naturaleza, las mujeres tenemos la misma capacidad de comprensión que los hombres, siempre que se nos críe en colegios donde puedan madurar nuestros cerebros", decía Margaret Cavendish, poetisa y científica inglesa que vivió en el siglo XVII. La Duquesa de Newcastle sabía de lo que hablaba: nunca la aceptaron en la Royal Society de Londres a pesar de que contaba con los méritos necesarios para ello.
Cuatro siglos después, la situación educativa ha mejorado, sobre todo en el primer mundo. Pero, ¿ha desaparecido el machismo de todas las esferas de la vida? Muchos datos sugieren que no. Por ejemplo, la paridad en el alumnado y entre los profesionales de la medicina no se refleja, sin embargo, en los puestos de responsabilidad, los premios de fin de carrera o la firma de las publicaciones científicas.
"Considerando que todavía no se han superado las actitudes discriminatorias hacia la mujer invesigadora, RUVID [la Red de Universidades Valenciana para el fomento de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación] ha querido rendir homenaje a través de esta iniciativa a las científicas que han marcado un antes y un después en la sociedad gracias a su trabajo e iniciativa".
Esto es lo que ha motivado la exposición 'Científicas Invisibles', organizada por la RUVID en colaboración con numerosas instituciones como el Ministerio de Educación y Ciencia o la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología). Las retratadas son mujeres que han destacado en el campo de la Medicina, la Biología, las Matemáticas o la Informática. Sin embargo, más allá de Marie Curie, pocos nombres resultan familiares, a pesar de que el trabajo de sus 'dueñas' les valiera incluso un Nobel.
Pero a su lado figuran otras investigadoras cuyas aportaciones a la ciencia han sido igualmente importantes pero cuya fama a duras penas ha traspasado el umbral de la puerta de su laboratorio. Como Barbara McClintock, que en 1951 realizó el descubrimiento más importante en genética desde Mendel. Esta bióloga, nacida en 1902 en EEUU, observó por primera vez la existencia de los 'genes saltarines' o transposones, cuya importancia sólo se valoró muchos años después. En 1983, le dieron el Nobel de Fisiología.
Si miramos el palmarés de estos premios, McClintock es una afortunada. En 110 años de historia, 43 mujeres han recibido 44 veces este honor. Si nos fijamos sólo en las categorías científicas, las cifras se reducen a 14 investigadoras y 15 menciones.
Una de las grandes injusticias históricas quizá sea la de Lise Meitner, cuyo nombre es algo más conocido por la 'publicidad' que le dio Albert Einstein que dijo de ella: "Su cabeza es aún mejor que la de madame Curie". Meitner (Viena, 1878) y Otto Hahn descubrieron la fisión nuclear. Lamentablemente, él fue el único que recibió el prestigioso galardón, en 1945.
Junto ella, también figura en la lista de científicas olvidadas la astrofísica Jocelyn Bell, que elaboró la teoría de la existencia de los púlsares (un tipo de astros) mientras que estudiaba el doctorado en el laboratorio de Anthony Hewish en la Universidad de Cambridge (EEUU). Una vez más, el Nobel esquivó a la mujer y recayó sobre el supervisor de su tesis.
Hoy en día, la situación ha mejorado pero la brecha aún existe. Las razones por las que el sexo femenino sigue estando poco representado en los puestos de más responsabilidad parecen haber virado hacia un plano más personal. Las decisiones individuales, tomadas libremente u obligadas por la sociedad, limitan la progresión profesional de las científicas. Pero esto, por sí sólo, no explica el lastre que arrastran en su carrera las mujeres.
"No se puede alcanzar la democracia y una paz duradera en el mundo hasta que las mujeres no obtengan las mismas oportunidades que los hombres para influir en el desarrollo social a todos los niveles". Éste fue el argumento del Comité Nobel de Noruega cuando anunció el nombre de las ganadoras del premio de la Paz de este año. Tres mujeres distinguidas por su "lucha no violenta por la seguridad de las mujeres y por los derechos de las mujeres".
No importa cuántas veces se repita la palabra 'mujer', la brecha entre sexos no se estrecha utilizando estas cinco letras. Hace falta educar, hacen falta oportunidades, recursos, reconocimiento, acabar con la discriminación y sacudirse el polvo machista que tanto pesa en los hombros de muchas mujeres y niñas.
Un homenaje a las mentes más brillantes
"Por naturaleza, las mujeres tenemos la misma capacidad de comprensión que los hombres, siempre que se nos críe en colegios donde puedan madurar nuestros cerebros", decía Margaret Cavendish, poetisa y científica inglesa que vivió en el siglo XVII. La Duquesa de Newcastle sabía de lo que hablaba: nunca la aceptaron en la Royal Society de Londres a pesar de que contaba con los méritos necesarios para ello.
Cuatro siglos después, la situación educativa ha mejorado, sobre todo en el primer mundo. Pero, ¿ha desaparecido el machismo de todas las esferas de la vida? Muchos datos sugieren que no. Por ejemplo, la paridad en el alumnado y entre los profesionales de la medicina no se refleja, sin embargo, en los puestos de responsabilidad, los premios de fin de carrera o la firma de las publicaciones científicas.
"Considerando que todavía no se han superado las actitudes discriminatorias hacia la mujer invesigadora, RUVID [la Red de Universidades Valenciana para el fomento de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación] ha querido rendir homenaje a través de esta iniciativa a las científicas que han marcado un antes y un después en la sociedad gracias a su trabajo e iniciativa".
Esto es lo que ha motivado la exposición 'Científicas Invisibles', organizada por la RUVID en colaboración con numerosas instituciones como el Ministerio de Educación y Ciencia o la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología). Las retratadas son mujeres que han destacado en el campo de la Medicina, la Biología, las Matemáticas o la Informática. Sin embargo, más allá de Marie Curie, pocos nombres resultan familiares, a pesar de que el trabajo de sus 'dueñas' les valiera incluso un Nobel.
Olvidadas y ninguneadas
Claro que el caso de Curie es excepcional: primera mujer Nobel, primera en ganar dos veces el galardón, única persona que lo tiene en dos categorías científicas... Y encima es madre de otra premiada.Pero a su lado figuran otras investigadoras cuyas aportaciones a la ciencia han sido igualmente importantes pero cuya fama a duras penas ha traspasado el umbral de la puerta de su laboratorio. Como Barbara McClintock, que en 1951 realizó el descubrimiento más importante en genética desde Mendel. Esta bióloga, nacida en 1902 en EEUU, observó por primera vez la existencia de los 'genes saltarines' o transposones, cuya importancia sólo se valoró muchos años después. En 1983, le dieron el Nobel de Fisiología.
Si miramos el palmarés de estos premios, McClintock es una afortunada. En 110 años de historia, 43 mujeres han recibido 44 veces este honor. Si nos fijamos sólo en las categorías científicas, las cifras se reducen a 14 investigadoras y 15 menciones.
Lise Meitner
Una de las grandes injusticias históricas quizá sea la de Lise Meitner, cuyo nombre es algo más conocido por la 'publicidad' que le dio Albert Einstein que dijo de ella: "Su cabeza es aún mejor que la de madame Curie". Meitner (Viena, 1878) y Otto Hahn descubrieron la fisión nuclear. Lamentablemente, él fue el único que recibió el prestigioso galardón, en 1945.
Junto ella, también figura en la lista de científicas olvidadas la astrofísica Jocelyn Bell, que elaboró la teoría de la existencia de los púlsares (un tipo de astros) mientras que estudiaba el doctorado en el laboratorio de Anthony Hewish en la Universidad de Cambridge (EEUU). Una vez más, el Nobel esquivó a la mujer y recayó sobre el supervisor de su tesis.
Hoy en día, la situación ha mejorado pero la brecha aún existe. Las razones por las que el sexo femenino sigue estando poco representado en los puestos de más responsabilidad parecen haber virado hacia un plano más personal. Las decisiones individuales, tomadas libremente u obligadas por la sociedad, limitan la progresión profesional de las científicas. Pero esto, por sí sólo, no explica el lastre que arrastran en su carrera las mujeres.
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