lunes, 24 de octubre de 2011

La visión científica de un fallo - DiarioMedico.com

LÓPEZ MORATALLA, de la universidad de navarra

La visión científica de un fallo

La autora analiza las causas científicas por las que se debe descartar la posibilidad de que el embrión, desde su fecundación, pueda ser objeto de patente, tal y como ha declarado en una sentencia el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas.

Natalia López Moratalla. Catedrática de Bioquímica de la Universidad de Navarra.   |  25/10/2011 00:00
 

 
Es evidente, desde todo punto de mira, que el resultado de una fecundación, lograda a partir de gametos humanos, es un individuo de nuestra especie. Se entiende que Greenpeace pidiera a la justicia alemana la nulidad de la patente de embriones humanos, y que el Tribunal Federal de Justicia alemán planteara una consulta al tribunal europeo, que emite una sentencia acorde con ello y añade otra cuestión. En primer lugar, desde que aparece el zigoto -estado de una sola célula en disposición de dividirse a embrión de dos células- estamos en presencia de un cuerpo humano, y puesto que no hay un cuerpo humano que no tenga un titular con nombre propio, el embrión es un hombre y un hombre no puede ser objeto de patente.

La Biología del desarrollo ha alcanzado certezas acerca de las primeras fases de la vida en que el embrión, por estar in vitro, resulta accesible a la biotecnología, y que no pueden diluirse para legislar sobre el embrión humano como si se tratara de algo valioso por sí mismo, pero disponible. Incluso cuando del recurso de disponer de él para avanzar en los diagnósticos deviniera un bien para la salud del propio embrión patentado. El embrión in vitro y el embrión in situ, en la madre, es la misma realidad.
  • "Existen serias dudas acerca de que las tecnologías necesarias para realizar la biopsia del embrión para uso como material diagnóstico [...] lleguen a evitar los riesgos de graves daños"
La Embriología actual describe la naturaleza corporal del zigoto humano. El diseño corporal de los mamíferos comienza a determinarse durante la fecundación misma, ya no hay duda de ello. Hoy no es válida la idea de que los embriones son en sus primeros días un conjunto de células prácticamente iguales entre sí y prácticamente iguales al zigoto del que procedían. Aunque se conocía con bastante precisión la existencia de moléculas en las membranas de las células derivadas de las primeras divisiones, que permitían su estructuración y funcionamiento como organismo unitario, se pensaba que sólo más tarde, en el momento de la implantación en la pared del útero, las células adquirían destinos diferenciados, determinados por su posición en el embrión, y que determinaban, a su vez, su posición en el futuro cuerpo. En ese punto del debate se sitúan los experimentos con embriones humanos.

Pero no es mantenible esa visión del embrión: la realidad es bien otra. La estructura asimétrica del óvulo por la localización del núcleo en el polo animal de la célula se potencia ante la creación de un nuevo polo justamente en el punto de entrada del espermio. Ambas zonas trazan en el zigoto lo que será ya para siempre el eje corporal dorso-ventral del embrión, feto y adulto. Y obviamente perpendicular a él el eje rostral-caudal. El plano de la primera división celular así fijado orienta la constitución del embrión bicelular, y todo el desarrollo posterior sigue las orientaciones dadas por los ejes corporales. De la primera división resultan dos células desiguales entre sí y diferentes del zigoto, que, además, seguirán caminos diversos en el desarrollo ulterior. Ellas dos constituyen una unidad orgánica, el embrión en estado bicelular, e interaccionan específicamente entre sí a través de componentes moleculares de sus membranas. La dotación genética del zigoto es mucho más que la suma del material genético aportado por cada uno de los gametos de los progenitores. Es el genoma de un nuevo individuo en situación de arranque para vivir. Los procesos epigenéticos que ocurren durante el tiempo de la fusión de los gametos ponen en marcha el reloj de arena de la vida del nuevo ser.

Por otra parte, las mismas técnicas de fecundación in vitro han dejado fuera de toda duda la radical diferencia que se da, de un lado, entre el individuo de nuestra especie en sus etapas más iniciales -ya sea el unicelular de zigoto, ya el de embrión de dos, tres, o muchas más células- y, de otro, una cualquiera célula humana joven, o una masa, más o menos ordenada y organizada de esas células comunes, que carecen, sin embargo, en uno y otro caso de la unidad propia de un ser vivo. Sin embargo, a pesar de que todas esas realidades no son corporales y no pueden dar lugar a un desarrollo más allá de unas pocas células, la sentencia las incluye entre lo no patentable: no es un ser humano, pero sí son materiales humanos.
  • "La dotación genética del zigoto es mucho más que la suma del material genético aportado por los progenitores; es el genoma de un individuo en situación de arranque para vivir"
También la observación de los embriones in vitro para diagnosticar cuáles son normales o no tiene sus parámetros: alcanza el estado de blastocisto, requiere un ritmo específico y concreto durante las primeras horas de vida y la expresión precisa de unos genes. Seguirá así paso a paso creciendo y configurándose con una programación espacial -según sus ejes corporales- y temporal al ritmo de los tiempos de las divisiones de sus diversas células.

Son claras hoy algunas certezas: 1) no hay posibilidad técnica de conseguir un embrión clónico de un primate: sólo un zigoto se desarrolla como cuerpo. 2) las células llamadas embrionarias, procedentes de la masa interna de un embrión de unos cinco días -blastocisto- no son iguales a las extraídas de él, incluso sin destruirlo, y puestas a crecer y madurar in vitro. Sólo con hacerlo pierden la hora y comienzan a alargar los telómeros, que es una forma de llevar la cuenta del tiempo. En definitiva, es el mismo individuo humano el que existe en la vida embrionaria, en la juventud o en la ancianidad. Aunque el cuerpo cambia continuamente desde el inicio a la muerte a través de las etapas embrionarias, fetales y después del nacimiento, sin embargo mantiene su identidad corporal. En cualquiera de sus etapas vitales es impatentable.

Uso de embriones para futuras terapias
Por otra parte, la sentencia deja la puerta abierta a patentar un procedimiento si de él se deriva una terapia o un diagnostico a favor del embrión. Hay que afirmar que aunque alguno piense e insista en esa posibilidad, hoy por hoy es más que dudoso que una célula sacada del embrión y cultivada en el laboratorio y crioconservada pueda llegar a paliar una enfermedad degenerativa cuando nazca y sea adulto.

Existen serias dudas acerca de que las tecnologías necesarias para realizar la biopsia del embrión para uso como material de diagnóstico, el desarrollo in vitro durante unos días fuera de la comunicación con las trompas uterinas de la madre, y la misma situación de los gametos de los progenitores fecundándose fuera del cuerpo de la mujer, lleguen a poder evitar los riesgos de graves daños que hoy conocemos que sufren los embriones manipulados. Esta negativa a patentar debe traer a debate social el problema intergeneracional que ya emerge con crudeza.

Más aún, el diagnóstico genético previo a la implantación pasa ahora por su peor crisis. Los errores son demasiado frecuentes, ninguna otra prueba pasaría el baremo de rigor mínimo, existe una enorme indefinición de cuáles son las indicaciones para hacer tales diagnósticos, indefinición de qué querríamos diagnosticar y por qué hacerlo; seguimos por ahora al compás de la oferta analítica de las empresas, etc. Y se replantea con toda su crudeza la realidad de que sólo sirve para desechar embriones supuestamente deficientes y no para curar enfermedades. Si se plantea un sistema, por ahora ciencia ficción, que cumpla ese requisito abierto tendrá que demostrar ante la comunidad científica que puede ser patentado.
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