Camboya avanza en la lucha contra la tuberculosis
La tasa de prevalencia de la enfermedad se ha reducido a la mitad en la última década. Pero el país sigue siendo el segundo en el mundo por número de casos
ANA SALVÁ Kampong Cham (Camboya) 22 OCT 2014 - 19:48 CEST
Todo empezó el día del año nuevo jemer. Ngom se sentía cansado y no dejaba de toser por lo que, pasados unos días, tras ver que su estado de salud no mejoraba, decidió ir a hacerse un chequeo al hospital y le diagnosticaron tuberculosis. Lo mismo le sucedió a Han Iev; tenía fiebre y mucha tos. “Cuando me diagnosticaron tuberculosis tuve miedo, pensé que iba a morir porque no sabía lo que era”, explica sentada en la camilla de su habitación junto a su marido, May Yom, que no se ha separado de ella desde que fue ingresada hace dos meses para recibir tratamiento en el hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) de la provincia camboyana de Kampong Cham. La organización trabaja desde 1994 en el país, el segundo en el mundo por prevalencia de esta enfermedad, por detrás de Sudáfrica.
En este centro, en 2011, se atendieron once mil pacientes y detectaron 636 nuevos casos. Entre los afectados, alrededor del 60% eran varones; el 11% de ellos, niños, y un 15%, VIH positivos. Este hospital ha contribuido a los avances que el país ha registrado en la última década en la lucha contra la tuberculosis. “Camboya todavía no ha alcanzado las metas de los Objetivos del Milenio de la ONU pero las tasas de prevalencia, incidencia y mortalidad han mejorado en los últimos diez años”, afirma Adriana Palomares, jefa de misión de MSF.
May Yom, los pacientes y los demás trabajadores que se encuentran en el recinto deben llevar una mascarilla respiratoria que facilitan en la entrada para no ser contagiados por la enfermedad. “Las bacterias se transmiten muy fácilmente, en las culturas asiáticas estamos muy cerca unos con otros y aumentan las posibilidades de contagio a otras personas”, explica Julie Papango, que trabaja en el laboratorio del hospital de Kampong Cham.
La desnutrición, así como las condiciones de pobreza y hacinamiento aumentan el riesgo de contraer la enfermedad. “La tuberculosis necesita un sistema de salud fuerte que trabaje en red para poder lograr una disminución de los casos y parar la transmisión”, asegura Palomares. “En países de ingresos bajos y medios, los sistemas de salud son inadecuados y esto afecta la detección temprana de casos y el seguimiento adecuado del tratamiento”, explica.
El 80% de los habitantes de Camboya vive en zonas rurales y esto complica el acceso a los centros sanitarios, sobre todo durante la época del monzón, entre mayo y octubre. “La tuberculosis es fácilmente detectable y tiene cura, pero con las lluvias mucha gente no viene a tratarse al hospital porque las carreteras están cortadas o los camboyanos están cultivando arroz”, dice Papango. Según la OMS, la enfermedad se trata administrando durante seis meses una combinación de cuatro medicamentos antimicrobianos. “El tratamiento y las medicinas que actualmente reciben los enfermos son gratuitos y son financiados por la organización Global Found”, asegura el doctor San, médico del hospital de Kampong Cham.
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Camboya tiene una tasa de incidencia –el número casos nuevos– de 424 personas por cada 100.000 habitantes y una prevalencia –el número total de casos– de 817 personas por cada 100.000 habitantes, según un informe del Programa Nacional de Tuberculosis de 2012. Pero en la última década la tasa de prevalencia se ha reducido a la mitad. La OMS acaba de publicar el perfil de tuberculosis del país con datos de 2013.
Hasta hace tan solo 20 años la situación era dramática. Su sistema sanitario quedó prácticamente arrasado tras la dictadura de los jemeres rojos que en tres años y ocho meses, entre 1975 y 1979, exterminó un tercio de la población del país. Posteriormente, la invasión vietnamita en 1979 hizo que el país entrara en una espiral de guerra hasta 1993. La población era atendida por algunas personas que vendían fármacos pero no tenían formación médica y el anhelo de los jemeres rojos por hacer desaparecer a las personas con formación provocó que muchos médicos fueran exterminados y otros lograron escapar al exilio. De 600 médicos, tan sólo quedaban 50 de ellos tras estos largos años de genocidio y de conflicto, según la OMS.
El diagnóstico y el tratamiento, por aquel entonces, tan sólo se facilitaba en los hospitales y muchas personas no podían tratarse porque no podían hacer frente al gasto del viaje y alojamiento que exigía los 12 a 18 meses de tratamiento, mientras que otros no iban al hospital hasta que se encontraban gravemente enfermos infectando a otras personas.
Con la reconstrucción del país, la reapertura de universidades y la llegada de organizaciones internacionales, el sistema sanitario en Camboya empezó a reconstruirse. “La disponibilidad de recursos humanos para la salud se ha desarrollado correctamente las últimas décadas. Sin embargo, debido a los bajos salarios y la estigmación de la tuberculosis, los médicos y las enfermeras tienen muy baja motivación para trabajar”, explica Palomares.
El principal reto ahora es diagnosticar más casos de tuberculosis. “Faltan herramientas más rápidas para hacerlo”, afirma la jefa de misión de MSF. “Para detectar la tuberculosis recogemos el esputo del paciente, lo analizamos en el laboratorio y podemos informar al médico si es paciente es positivo el mismo día. Este test no es muy sensible porque recogemos una muestra muy pequeña de esputo, por lo que seguimos un segundo proceso haciendo crecer la bacteria en el laboratorio. Esto nos lleva dos meses y medio, pero podemos detectar si el paciente es sintomático”, explica Papango, una de las encargadas de llevar a cabo estos test en el laboratorio.
La tuberculosis es una enfermedad que se desarrolla lentamente y la persona que ha sido infectada puede no presentar ningún síntoma durante años, por lo que puede que no acuda en busca de atención médica y contagie a muchos más. Por ejemplo, según la OMS, a lo largo de un año, un enfermo tuberculoso puede infectar a unas 10 o 15 personas por contacto estrecho, y si no reciben tratamiento adecuado, hasta dos terceras partes de los enfermos tuberculosos mueren.
Por ello, MSF se centró en la detención de la enfermedad de los grupos de alto riesgo como las personas de edad avanzada, principalmente mayores de 55 años, que presentan una prevalencia hasta tres veces mayor que en la población general. “Hace 15 años esta era mucho más alta que ahora, las personas mayores se quedan en casa para apoyar a las familias en el cuidado de los menores y utilizan más la medicina tradicional porque muchas veces piensan que los síntomas de la tuberculosis son debidos a la edad”, explica Palomares.
Actualmente, una unidad de dos trabajadores móviles acuden a las comunidades para explicar en qué consiste la enfermedad. Si el médico sospecha que alguno de ellos puede padecer tuberculosis, se les pide también una muestra de esputos que analizan posteriormente en uno de los tres laboratorios que tienen actualmente en el país, uno de ellos en Kampong Cham, y los otros dos, en Siem Reap y Phnom Penh. “Nos hemos planteado delegar el proyecto actual porque es un país que se desarrolla y hay otras organizaciones trabajando por la tuberculosis. Pero por ahora queremos quedarnos un tiempo más para desarrollar la estrategia de detección activa de los casos”, cuenta Palomares. Todavía queda mucho trabajo por hacer.
Avances esperanzadores
La tuberculosis es una enfermedad bacteriana infecciosa causada por la bacteriaMycobacterium tuberculosis que se propaga a través del aire con la tos o un estornudo y afecta más comúnmente a los pulmones, aunque también podría afectar a otras partes del cuerpo.
Es la segunda causa mundial de mortalidad, después del sida, causada por un agente infeccioso, según la Organización Mundial de la Salud.
En 2013 1,5 millones de personas murieron por esta enfermedad. La mayoría vivían en países de renta media y baja.
En los últimos años ha habido avances, lentos pero esperanzadores: entre 1990 y 2013 la tasa de mortalidad disminuyó un 45% y entre 200 y 2013 37 millones de personas se curaron.
(Fuente: Organización Mundial de la Salud)
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