martes, 11 de octubre de 2011

Basta de amarrar a los pacientes · ELPAÍS.com

REPORTAJE

Basta de amarrar a los pacientes

Navarra regula las sujeciones para restringir su uso - Los profesionales tendrán que informar de los efectos negativos - Se prohíbe utilizarlas por conveniencia

AMAIA ARRARÁS - Pamplona - 11/10/2011
 
El uso de las sujeciones para controlar a las personas mayores y dependientes es una práctica común en España, el país occidental que las utiliza con mayor rutina debido, en parte, a la falta de un mayor desarrollo legal sobre la materia. El Gobierno de Navarra ha aprobado un decreto pionero, que desarrolla la Ley Foral de Servicios Sociales, con el objetivo de eliminar al máximo estos métodos y establecer pautas homogéneas para todos los centros. La principal novedad es que los profesionales deberán informar de sus posibles efectos negativos a los usuarios o tutores, quienes podrán oponerse a su aplicación.
      Inmovilizar al enfermo le debilita y deteriora su autoestima
      "Para vivir es necesario asumir riesgos", afirma un experto

      Algunas comunidades autónomas ya habían legislado este uso, pero en sus normativas solo se determinaba que las sujeciones, tanto físicas como farmacológicas, las tiene que prescribir un médico, y en otras se obliga a pedir consentimiento. Así, el decreto navarro supone, en palabras del director del Programa Desatar al Anciano y al Enfermo de Alzhéimer de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma), Antonio Burgueño, "un hito", porque es una de las normas "más vanguardistas del mundo". Según este experto, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, el uso de cinturones en sillas, chalecos, sábanas fantasma o fármacos con sedaciones es "demoledor y destructivo".

      La Asociación de Daño Cerebral de Navarra (Adacen) es uno de los centros navarros pioneros en la práctica de métodos alternativos a las sujeciones y el caso de Eugenio, uno de sus pacientes, uno de los ejemplos más claros. Deambula de un lado a otro de forma constante, tiene déficit de atención, inquietud permanente y una única obsesión: conseguir salir del Centro de Día donde le atienden desde que hace nueve años sufriera un ictus. Casado y con 48 años, a este pamplonés, gerente hasta entonces de una empresa, apenas le han quedado secuelas físicas, pero las psíquicas, con una alteración de su conducta, le han convertido en una persona dependiente que necesita del cuidado de terceros, empeñados desde el principio en no coartar su libertad con sujeciones de ningún tipo.

      Para conseguirlo, Adacen, que atiende a Eugenio varias horas al día, ha decidido adaptar sus instalaciones y la organización de sus trabajadores a las necesidades de este paciente, en vez de optar por el camino fácil. "Lo cómodo hubiera sido atarle y así tenerle controlado con menos esfuerzo, pero eso sería contraproducente, afectaría a su estado de ánimo, a su autoestima, y sobre todo se podría llegar a vulnerar un derecho tan fundamental como el de la libertad de movimiento", explica Francisco Fernández, gerente de esta asociación, concertada con el Gobierno de Navarra.

      En la actualidad, un 23% de las personas mayores dependientes que viven en residencias en España son sometidas a sujeciones físicas, cifra que asciende hasta el 60% en casos de demencia, indica Burgueño. Un comportamiento cultural puede ser la causa que esté detrás de este uso tan elevado. El experto ve en un "talante muy paternalista y sobreprotector" la razón de estas prácticas. A su juicio, es conveniente un cambio de mentalidad y poner un límite. Si no, "terminaríamos teniendo a las personas dependientes atadas a una silla para que no les pase nada". "Para vivir es necesario asumir riesgos" y, "además, hay que romper con los mitos de que las sujeciones evitan las caídas o mejoran la conducta". Según varios estudios del Ceoma, las personas sometidas a sujeciones se enfrentan a una pérdida de autonomía, dignidad y autoestima. Y también a un deterioro físico mayor, ya que al inmovilizarlas forzosamente, sus huesos se atrofian y el daño de una posible caída es mayor.

      En este sentido, el decreto navarro fomenta el estudio de alternativas, que deberán estudiarse con cada paciente. En el caso de Eugenio, Adacen optó por levantar una valla en el jardín para que no pudiera salir; han colocado códigos en determinadas puertas del centro donde no puede pasar y los trabajadores se turnan para vigilarle. "Le damos conversación e intentamos que participe en actividades de relajación", dice Antonia Amorena, trabajadora social, que incide en la necesidad de fomentar la creatividad entre los profesionales.

      Un trabajo en equipo que necesita además el apoyo de las familias para que la iniciativa tenga éxito. El consentimiento informado es necesario para llevar a cabo la eliminación de las sujeciones, porque en muchas familias "lo que quieren a toda costa es que su familiar no se caiga y no tenga heridas, en parte, por miedo al qué dirán, y sin darse cuenta de que hay otros daños mucho peores que se están provocando", sostiene Amorena.

      En la actualidad, solo tres centros en España están acreditados como libres completamente de sujeciones, y, en ellos, según Burgueño, "no hay tantas caídas". "Están más avanzados porque son más creativos. Los centros no pueden ahorrar esfuerzos en la atención a las personas utilizando sujeciones, y en una sociedad bien informada eso implica que su uso rutinario se irá erradicando. Mi afán es que las sujeciones acaben siendo parte de nuestra historia más gris", añade.

      La norma navarra, que no es sancionadora sino reguladora, establece que cada tipo de sujeción deberá contar con un consentimiento por separado y su aplicación se deberá adoptar en última instancia y con prescripción facultativa, salvo "excepciones de extraordinaria necesidad". El objetivo último, según explica Concha Puyo, directora de la Agencia Navarra para la Dependencia, "es impedir la imposición de sujeciones por disciplina o conveniencia". La clave, concluye Burgueño, es la voluntad. "Nuestros mayores y las personas dependientes en general no son niños, se merecen respeto. Hay que aprender a cuidar sin atar".
      Basta de amarrar a los pacientes · ELPAÍS.com

      No hay comentarios: