jueves, 5 de diciembre de 2013

La fama, la promoción, la estabilidad en el empleo y la financiación, factores que conducen al cada vez más extendido fraude científico :: El Médico Interactivo ::

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La fama, la promoción, la estabilidad en el empleo y la financiación, factores que conducen al cada vez más extendido fraude científico


Noviembre de 2013 - Carmen Villodres

Los científicos reclaman organismos con capacidad de investigar y sancionar unos delitos que crean alarma social y que despiertan grandes esperanzas a enfermos a la espera de un milagro curativo

El fraude científico ha existido desde que se inventó la Ciencia. No obstante, el aumento de la cantidad y la frecuencia con que se producen las malas praxis o la falta de integridad científica está creando alarma en la propia sociedad científica que pide una educación basada en la ética y la creación de organismos con capacidad sancionadora. Son los propios científicos, que ven peligrar su credibilidad en la sociedad y por tanto la efectividad de su labor, los que denuncian las pocas sanciones habidas en la historia del fraude y cómo los colegas que juegan sucio a veces continúan publicando, con un simple cambio de residencia. La fama, la promoción, la estabilidad en el empleo y la financiación son factores diabólicos que conducen al fraude.
Así se ponía de relieve en una jornada denominada "El fraude científico a examen", celebrada en la Fundación Rafael del Pino y organizada por la Fundación Ciencias de la Salud. Como representante del Ministerio de Economía y Competitividad, Juan María Vázquez, director general de Investigación Científica y Técnica, manifestaba la necesidad de comunicar el fraude en cuanto es conocido con el objetivo de que no se repita sucesivamente, "llegando a evitar el avance en los conocimientos".
La causa de que se cometan cada vez más fraude la buscó en que cada vez resulta más fácil "acceder a la información de los avances científicos en general y a los experimentales en particular"; circunstancia a la que sumó   el que cada vez es más fácil identificar las irregularidades. Consideró que desde el colectivo científico la comunicación es un acto natural, dada la necesidad de difundir los trabajos.
Analizó el fraude desde diversas perspectivas, es decir, como engaño al contar algo que ya ha sido contado, o contar algo que no existe a través de la falsificación de los datos científicos.
Alarma social y creación de falsas expectativas de curación
En cuanto a las consecuencias, Juan María Vázquez apuntó además de la posibilidad de que se enlentezcan avances científicos y médicos, la creación de alarma social, sobre todo, en temas de seguridad alimentaria, o de crear falsas expectativas a pacientes esperanzados en conseguir ayudas en salud. Como autoridad sanitaria, Vázquez aseguró que "nos proponemos articular un sistema que incluya recomendaciones y que incluso se legisle en relación con este aspecto".
Recordó que la Ley de la Ciencia, la Tecnologías e Innovación ya recogía la creación del Comité Español de Ética de la Investigación, un órgano consultivo entre cuyas funciones está la elaboración de los principios generales que deben existir en un código de buenas prácticas, así como emitir informes, propuestas y recomendaciones.
Anunció que el Consejo Asesor de la Ciencia Tecnología e Innovación está trabajando en él y que concretamente en estos momentos se está definiendo cuántos vocales lo deben componer y qué perfil han de tener estos vocales para que estén representados los científicos de las diferentes áreas, así como la sociedad civil. Este comité, especificó, debe tener un grado de coordinación máximo con otros comités que existen como es el caso del Comité Español de Bioética o la propia Red de Comités de Ética en territorio nacional, así como los organismos internacionales donde haya representación española.
La falta de organismos sancionadores
Reconoció que queda mucho por hacer y que no hay, en muchos muchos casos, mecanismos que garanticen las sanciones que deben recaer sobre los que infringen las normas éticas en ciencias para su beneficio personal; aunque reconoció que en muchos casos es la propia comunidad científica la que se encarga de identificarlos y sancionarlos.
Apuntó concretamente a las rectificaciones o retirada de las revistas donde han sido publicados los estudios fraudulentos como uno de los elementos más potentes de que dispone el sistema actualmente. Se refirió a las revistas Sciencie o Nature, como medios que aunque prestigiosos, disponen de poco tiempo para evaluar y tomar decisiones, por lo que consideró que los sistemas de evaluación, han de incrementarse  analizarse y mejorarse por parte de los editores de dichas publicaciones.
El presidente del CSIC, Emilio Lora Tamayo, evaluó que dada la credibilidad y el reconocimiento alcanzados por científicos y médicos ante la sociedad, "el fraude científico sería una bomba de relojería colocada en el epicentro de la diana del prestigio de nuestra profesión". Por ello, sentenció que "si un científico miente, se inventa datos; manipula pruebas; o se olvida citar sus fuentes; se apropia de ideas ajenas; o miente en general y de manera deliberada, está haciendo daño a todos sus colegas, a la Ciencia misma, a los sistemas de I+D, a la financiación de los proyectos, a las becas y a los procesos de selección de personal. En suma, está cometiendo un delito contra todo y contra todos porque pone en cuestión la honorabilidad de la profesión, sobre la que descansa su credibilidad".
Pese a todo ello, denuncia el presidente del CSIC, cuando el falsario es pillado en falta las consecuencias son muy leves, apenas un descrédito entre sus colegas. Pero tras un breve período, denuncia, el investigador deshonesto puede volver a presentar proyectos y enviar artículos.
Analizó que el coste del fraude científico en Europa, en general, y en España, en particular, es generalmente modesto, si bien es grande el daño que los falsarios causan al sistema.
Implacables en la persecución del fraude
Explicó que en el organismo que preside, el CSIC existe un Comité de Ética "en el que se tratan estos desagradables asuntos". Prosiguió aseverando que "los presidentes no debemos interferir en sus deliberaciones pero mi punto de vista como un científico más es que se debe ser muy estricto e incluso implacable en la persecución del fraude, y no sólo porque atenta contra nuestro prestigio profesional sino porque va contra la naturaleza misma del quehacer científico que consiste en ensanchar el campo del conocimiento humano, y eso solo se puede hacer con inteligencia y con una escrupulosa honradez".
Posteriormente dio el detalle de que el Comité de Ética del Consejo fue creado en julio 2008, con un máximo de 12 miembros, que nunca ha alcanzado, y que actualmente consta de once. Aclaró que "estos se han ido renovando, con lo que hasta la fecha han participado 17 personas". En cuanto al papel desempeñado por el organismo citó que ha tratado 25 conflictos por fraude, declarándose competente para informar en 18 de ellos; especificó que en 11 casos se han tratado de reclamación de derechos por plagio; en 6 ocasiones el conflicto ha sido de falsedad o fabricación de datos y en una ocasión el fraude ha venido causado por el aprovechamiento indebido de la cesión de datos.
En cuanto a la labor realizada por el Comité apuntó a la elaboración de un Código de Buenas Prácticas Científicas, referente de integridad científica, así como otros documentos de referencia como una Guía sobre la Responsabilidad de los Autores en Publicaciones Multidisciplinares y un documento sobre el Procedimiento para la Tramitación de Conflictos por el Comité de Ética. Actualmente, reveló, el Comité elabora una guía sobre el conflicto de intereses.
La verdad, la honestidad y la integridad científica como principios
"El fraude en la Investigación Básica" fue el tema elegido por el presidente del Comité de Ética del CSIC, Miguel García Guerrero, quien también realizó algunas consideraciones sobre la alta estima que tienen en la sociedad a médicos y a científicos, si bien mencionó que en el otro lado de la balanza existen opiniones que dicen que se trabaja para satisfacer la propia curiosidad y que los científicos pueden ser considerados peligrosos, despistados, o que "realizamos investigaciones que exceden los límites de la ética aceptable y que mentimos sobre nuestras investigaciones para conseguir algún beneficio personal". Como principios de la Ciencia apuntó a la verdad, a la honestidad y a la integridad científica.
En cuanto a la definición de fraude explicitó que sería una acción contraria a la verdad y a la rectitud cuyo objetivo es conseguir un beneficio en perjuicio de otros, pudiendo ser ese otro una persona, una organización, una comunidad, o la propia Ciencia y matizó que cuando se habla de fraude en Ciencia se entiende cualquier forma de mala práctica en investigación que tenga el interés primario de engañar o que se corresponda con ejercer una conducta contraria a la deontología o ética científica.
Aquí se refiere a un cambio de terminología, aclarando que en la actualidad se lo suele llamar integridad científica.
Las consecuencias del divorcio entre Ciencia y Humanidades
Se mostró crítico con el divorcio que se ha producido entre Ciencia y Humanidades y citó al físico y novelista Charles Percy Snow, quien en los años 50 dio una influyente conferencia titulada "Las dos culturas" que provocó amplia difusión y debate. Posteriormente publicó "Las dos culturas y la revolución científica", en la que argumentaba que la ruptura entre las dos culturas de la sociedad moderna, la Ciencia y las Humanidades, fue un obstáculo importante para la solución de los problemas mundiales.
Siguiendo con las distintas definiciones de fraude, aclaró que en EE.UU. la definición federal aceptada es "mala praxis en investigación" y que la clasifican en fabricación, falsificación y plagio. Puntualizó, además, que los norteamericanos no incluyen como mala praxis errores honestos o diferencias de opinión; sin embargo, añadió como un aspecto importante que los norteamericanos incluyen a la hora definir mala praxis es que tiene que haber una desviación significativa de la prácticas aceptadas por la comunidad científica, deliberadamente o imprudentemente, y además que se pruebe la preponderancia de las pruebas, de acuerdo al hecho.
Con respecto a Noruega comentó que El Comité Noruego de Deshonestidad Científica entiende como mala praxis toda desviación seria de las prácticas de las investigaciones aceptadas como éticas a la hora de hacer la investigación en alguna de sus facetas.
En cuanto a la idea británica indicó que introduce el comportamiento del investigador, sea el fraude intencionado o no. Los británicos también incluyen aspectos como el no estar a la altura, o no dar la talla de estándares de ética científica adecuada.
Los científicos pecadores y la punta del iceberg
Citó a la revista Nature que ha publicado que 1 de cada 3 científicos peca. En referencia a una encuesta realizada a casi 8.000 científicos en la que se les hacían preguntas acerca de faltas cometidas y el resultado básico fue que de 2.000 que contestaron el 0,3 reconocía que había falsificado; en cuanto al plagio, un 1,4 por ciento confesó haber plagiado o haber realizado un cambio en el diseño, la metodología o el resultado del estudio. La conclusión a la que llegan algunos investigadores es que un tercio dice que ha estado implicado en algún mal comportamiento.
En referencia a un estudio realizado por la agencia Gallup para la Oficina de la Investigación Científica de EE.UU. en 2006 y revisado en 2008 entre 4.000 investigadores de hospitales y otras organizaciones dio como resultado que 120 casos implicaban fabricación o falsificación y otros 73 que incurrían en plagio. Hay que reseñar que solo contestaron la mitad de los encuestados. En base a esta cifra calcularon que el fraude se da en un 3 por ciento por año. Según las cuentas de la agencia Gallup saldrían casi 5.000 incidentes al año. Aunque teniendo en cuenta que solo habían contestado la mitad, Gallup se puso en el mejor de los escenarios y concluyó que los que no contestaron fue porque no cometieron ningún tipo de tropelías. Así que lo dejaron en un 1,5 por ciento; lo que quiere decir, unos 1.500. No obstante, un metaanálisis que incluía 21 estudios, que englobaban las respuestas de 11.647 científicos, concluyó que el 2 por ciento de los científicos habían cometido fraude al menos una vez a en su carrera.
Aunque estas cifras "chirrían" y son desproporcionadas en comparación con la gran cantidad de denuncias que llegan a la Oficina norteamericana cada año; circunstancia esta que hace pensar a los estudiosos que solo sale a la luz la punta del iceberg del problema.
Otro estudio de 2009, citado por Miguel García Guerrero, refleja que cuando los científicos hablan de mala praxis referida a otros colegas, aseguran conocer falsificación en un 14 por ciento de los casos.
El presidente del Comité de Ética del CSIC asegura que en todo el mundo se dan casos de mala praxis o de faltas de integridad científica. No obstante apunta a China, a Japón y, en general, a los países asiáticos, como los lugares donde más artículos fraudulentos se dan.
El fraude, una cuestión de sexo
Como dato curioso hizo mención a un estudio- realizado entre 1994 a 2012- que concluía que los hombres cometen más fraude que las mujeres y que las malas prácticas se dan a todos los niveles, desde estudiantes a decanos. También hizo mención a un artículo de la revista Nature de 2009 que reflejaba que se defrauda con asiduidad en investigación clínica, farmacológica y médica, si bien el área biomédica también quedaba muy bien representada.
En cuanto al por qué ocurre la mala praxis o la falta de integridad científica, las razones que esgrime Miguel García Guerrero son muy similares a las que exponen sus colegas. No obstante, introduce el dato de que estudiosos de fraude coinciden en que fama, promoción, estabilidad en el empleo y financiación son incentivos diabólicos para el fraude.
Los premios y las recompensas al éxito son considerados también como importantes incentivos para defraudar y existen casos ya evaluados al respecto, si bien algunos objetan que en ciencia la competición tiene aspectos positivos.
El llamado "efecto Mateo" también entra en juego como un incitador a la hora de pecar contra la ciencia; se trata de la conocida parábola de los talentos que dice que "al que tiene se le dará y se le dará en abundancia y al que no tienem, aun lo que tiene se le quitará". Sociológicamente consiste en el fenómeno de acumular riquezas, bienes o fama y lo utilizó por primera vez en un artículo en la revista Science el sociólogo Robert K. Merton.
Una de las recomendaciones del presidente del Comité Ético del CSIC para evitar las malas prácticas es la publicación de guías para fomentar las conductas responsables en investigación, así como las guías de buenas prácticas y, si esto no basta y aparece el defraudador, se impone la sanción.
Como recomendaciones citó la prevención, el estableciendo de una cultura de la honestidad en el trabajo, en la institución y en el laboratorio. El seguimiento del trabajo y del progreso de la investigación por parte de los mentores, así como discutir sobre resultados crudos e informar y educar en ética científica, los consideró fundamentales para progresar en el fair play científico.
La importancia de difundir el fraude
En cuanto a los mecanismos de detección aseguró que hoy existen muchos, especialmente de plagio de programas informáticos. Eso sí, insistió en que una vez detectado el delito, hay que investigarlo cuidadosamente, reprimir o sancionar. Y desde luego, difundir el hecho.
Otro hecho fraudulento comentado por Miguel García Guerrero es el del psicólogo social holandés Diederik Stapel, tan famoso en su país que logró publicar en Science un llamativo artículo. En esencia, aseguraba que la gente sometida a entornos y vidas desordenados tiende a despreciar a los extranjeros. Una investigación encabezada por Pim Levelt, antiguo presidente de la Academia Holandesa de Ciencias, concluyó con que el psicólogo inventó los resultados de su trabajo. Todo. Desde las encuestas a la recopilación de datos era falso. Ante la evidencia del fraude, Stapel reconoció su culpa y pidió ayuda. Este profesional fue suspendido de empleo y sueldo por su Universidad y posteriormente perdería también el contrato.
Un científico defraudador en prisión
Como caso reciente mencionó el de Eric Poehlman, un experto en obesidad y envejecimiento que ha sido el primer científico condenado a prisión en Estados Unidos por falsificar datos en una solicitud de beca. Tras ser denunciado y reconocer que había falsificado 17 solicitudes de becas financiadas por el National Institute of Health, además de inventarse resultados en al menos 10 trabajos, fue condenado en 2006 a un año y un día de cárcel, a no solicitar más becas en su vida, y obligado a enviar cartas de retractación y rectificación a varias revistas científicas en las que había publicado sus trabajos.
Por ello, tras reconocer que para darle respuesta al fraude se requiere una infraestructura, como un comité nacional porque "los comités locales ni son suficientes ni tienen ánimos", se preguntó qué pasa en España con la Ley de la Ciencia, la Tecnología y e Innovación de 2011 que preveía la creación de un Comité Ético que lideraría estas cuestiones y que no acaba de llegar.
El director del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM), Santiago Lamas Peláez, dedicó su intervención a "La integridad científica en el ámbito de la investigación clínica: Mecanismos de Prevención y Lucha contra el Fraude". Empezó por explicar que la integridad científica es un concepto bastante amplio que afecta al ámbito individual o institucional. En lo referente al plano individual de la investigación científica distinguió cuatro pilares fundamentales: imparcialidad, rigor transparencia, objetividad e independencia.
Uno de cada 1.000 trabajos, retractado
En cuanto a la retractación de trabajos científicos publicados elevó la incidencia de uno por cada mil trabajos. Matizó que el índice de retractaciones tiene mucho que ver con el impacto de la revista (concretamente el número de veces que esa revista es citada a los largo del tiempo), percibiéndose el máximo prestigio cuando se publica en una revista reconocida.
El director del CBM hizo referencia a que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha abierto una investigación por lo que podría ser uno de los mayores fraudes científicos habidos en España.
El CSIC investiga si Jesús Ángel Lemus, veterinario contratado en la Estación Biológica de Doñana (Sevilla), alteró o inventó datos en decenas de estudios durante años. Lemus fue denunciado por jefes y compañeros en 2011. El investigador había trabajado con anterioridad en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y en el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos y ha firmado una veintena de estudios en revistas prestigiosas como Science o Plos One (Public Library of Science), por lo que la retirada de estos artículos sería un duro golpe para la ciencia española que actualmente no pasa por uno de sus mejores momentos.
Como un caso que despertó especial alarma y controversia mencionó el artículo que, publicado por revista británica Lancet y firmado por un equipo liderado por Andrew Wakefield en 1998, relacionaba la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y paperas) con el autismo. Varios expertos aseguraron que tales tesis eran falaces pero muchos padres británicos no vacunaron a sus hijos y ese miedo a las vacunas se contagió a Estados Unidos, Canadá Y Nueva Zelanda y como consecuencia se produjo un rebrote de sarampión en estos países.
La tardanza en rectificar
Lo terrible del retractamiento es que llega muchos años después, puesto que ese artículo no fue totalmente retractado hasta 2010; circunstancia esta que es frecuente y que fue denostada por prácticamente todos los participantes de la jornada "El fraude científico a examen".
En el año 2000 se observaron anomalías en los resultados del anestesista Yoshitaka Fujii. Han sido necesarios más de diez años para que se retiren 17 de sus artículos y existen más de un centenar bajo sospecha que podrían ser retirados de las revistas en las que fueron publicados.
Del "Fraude en la publicación científica" se encargó Fernando Cossío, presidente de Ikerbasque, que puso el acento en como muchas revistas publican correcciones de datos, situación que diferenció de la retirada del artículo completo.
Como una forma de fraude "increíble" citó los casos en que un científico introduce su nombre en trabajos de otros. En estos casos reconoció que, aunque es una falsificación muy burda, a veces cuela "porque en la comunidad científica hay muchos puntos basados en la confianza y se piensa que nadie se va a dar cuenta". Por ello indicó la obligación de firmar todas páginas de un currículum.
Filtros que previenen
Como una forma de prevenir fraude explicitó que "en muchas revistas ya se incluye al final la intervención de cada uno de los autores". Esto puede evitar que personas que aparecen en los agradecimientos, o bien en calidad de una contribución honorífica, pretendan haber participado activamente en los trabajos.
Otro tipo de fraude expuesto por Fernando Cossío es el relacionado con que el autor pase un par de semanas en un centro y lo incluya en una publicación como si el trabajo se hubiera realizado allí; o el caso del investigador que va a un destino nuevo y para adquirir méritos sitúa el trabajo en esa nueva ubicación, en detrimento, en ocasiones, del organismo donde realmente se ha desarrollado el trabajo, circunstancia que genera, explicitó, competencia institucional.
Como otro tipo de fraude se refirió al autoplagio; problemas que advirtió que se pueden evitar citando la procedencia de ciertos datos. También valoró como de gran utilidad publicar una nota haciendo saber que el artículo está siendo sometido a revisión.
Echó mano del viejo adagio de que "la confianza está bien; pero verificar es mejor" y abundó en la importancia de verificar una y otra vez los datos y la trazabilidad de los trabajos.
Según un artículo publicado en la revista PNAS el fraude científico se ha multiplicado por 10 desde 1975. Ese estudio mostraba además que la gran mayoría de los trabajos retirados no se debían a errores sino a engaños intencionados de sus autores. Otro estudio elaborado por Thomson Reuters para The Wall Street Journal señalaba que, mientras el número de artículos publicados en revistas científicas solo ha crecido un 44 por ciento desde 2001, el de artículos retirados se ha multiplicado por 15.
Dos investigadores responsables de casi el 26 por ciento de fraude
Uno de los datos a tener en cuenta es que en 2011, solo dos investigadores, el anestesista alemán Joachim Boldt y el investigador japonés de cáncer Naoki Mori, fueron los responsables del 25,9 por ciento de todos los artículos retirados. La buena noticia es que hasta 2002 eran necesarios de media más de cuatro años (49,8 meses) para detectar un artículo fraudulento y retirarlo. En cambio, desde esa misma fecha ese tiempo se ha reducido a menos de dos años (23,8 meses).
Diversos estudios han detectado igualmente que las revistas con un factor de mayor impacto detectan y retiran con mayor celeridad los artículos fraudulentos
Y en un artículo publicado en PNAS, se había descubierto que de todas las revistas analizadas, las más influyentes y respetadas como Science y Nature, son también las que tienen más artículos anulados por fraude, aunque la publicación matiza que esta circunstancia no tiene por qué significar que sus filtros sean burlados con más frecuencia, sino todo lo contrario. Invita, además, a tener en cuenta que los trabajos publicados en las grandes revistas son sometidos a un escrutinio mucho mayor por muchos más científicos en todo el mundo que en las de menor impacto.
Aunque las cosas vistas desde el otro lado pueden ser distintas como lo demuestra unas declaraciones de Oscar Marín, el español descubridor de los llamados pasillos neuronales, y miembro del consejo editorial de Science, que ha declarado a una publicación española que hoy en día es prácticamente imposible detectar un fraude científico. Y sin dudarlo, añade que "es fácil inventar una historia y crear evidencias para justificarla", si bien matiza que el sistema científico funciona porque "el tiempo viene a poner las cosas en su sitio"
Documentación y fuentes
1. Jornada "El fraude científico a examen", celebrado en la Fundación Rafael del Pino de Madrid y organizado por la Fundación Ciencias de la Salud.
2. Web del Consejo Superior Investigaciones Científicas (páginas Comité Ético).
3. BOE (Ley de la Ciencia de la Tecnología e Innovación).
4. Artículos Science y PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences.
5. "Historia reciente del fraude en la investigación Biomédica", estudio de Xavier Bosch.
6. El Top Ten de los fraudes más famosos de la Historia.
Los principales fraudes científicos
Aunque no todas las listas coinciden se ha tratado de componer una con los casos que se repiten siempre en las distintas clasificaciones fraudulentas, y que quedaría así:
▶ El que se lleva el palmarés, sin duda, es el investigador surcoreano Hwang Woo-Suk, que junto con su equipo hicieron creer a todo el mundo en 2004 que habían conseguido clonar por primera vez embriones humanos. El fraude le costó 2 años de cárcel y la suspensión.
▶ El segundo puesto podría ser para el hombre de Piltdown, que se remonta, nada menos que a 1912, cuando aparecieron en Inglaterra un cráneo y su correspondiente mandíbula "de una especie desconocida" que llevó a algunos a hablar, nada menos, que del "eslabón perdido" y que resultó ser una falsificación. El fraude fue descubierto en 1949.
▶ Otro fraude de paleontólogos consistió en la presentación de un extraño animal, mitad dinosaurio mitad ave, que lucía en la portada del National Geographic, como el eslabón perdido entre los dinosaurios y las aves. Un escáner fue suficiente para detectar que se trataba de un pequeño dinosaurio al que habían trasplantado partes de un ave.
▶ Los vestigios arqueológicos también tienen su lugar en los fraudes famosos. Se trata del arqueólogo japonés que en el año 2000 aseguró haber encontrado utensilios y agujeros que se retrotraían a la friolera de 600.000 años atrás. El hallazgo se acabó cuando lo pillaron recomponiendo el lugar.
▶ Uno de los casos más dramáticos, puesto que acabó con el científico defraudador pegándose un tiro, es el de Paul Kammerer, uno de los biólogos más importantes de la primera mitad del siglo XX, empeñado en demostrar  que las habilidades de los animales se pasan a sus descendientes. El científico  habituó a los sapos parteros a aparearse en el agua (como lo hacen las ranas). Y Kammerer aseguraba que a la progenie de estos sapos les salían las mismas espinitas que a las ranas cuando se pareaban, afirmación que le llevó a aparecer en la publicación  Nature. Un colega descubrió que las características de los sapos no eran naturales y que Kammerer les había inyectado tinta china en sus patas.
▶ Otro engaño relacionado con animales ocurrió en 1973 y vino de la mano de William T. Summerlin, quien aseguró haber obtenido un trozo de piel sin rechazo en unos ratoncillos. Bastó limpiar a los roedores con alcohol para demostrar que habían sido pintados.
▶ Los átomos también tienen su lugar en la falta de fair play científico y el siguiente caso  data de 1999 cuando la revista Scientist publicó el descubrimiento del elemento 118, el átomo más pesado conocido hasta el momento. Pronto se descubriría que uno de los componentes del equipo había falsificado los datos.
▶ Ocurrió en 1989 y consistió en que los investigadores Stanley Pons y Martin Fleischmann anunciaran la invención de la "fusión fría" como un sistema tan barato como sencillo de producir energía nuclear. El tema quedó como una simple confusión.
Hay sospechas de que varios científicos, hoy iconos de la ciencia, cometieron fraude en alguna etapa de su trayectoria profesional.
▶ Una investigación sobre las pesquisas de nada menos que Louis Pasteur descubrieron diferencias entre los apuntes de laboratorio y lo posteriormente publicado sobre las vacunas de la rabia y el ántrax , que contaban con financiación del Gobierno francés.
▶ Gregor Mendel tampoco está libre de sospechas. Varios colegas apreciaron que las proporciones utilizadas por el fundador de la genética eran sospechosamente perfectas para ser reales.
▶ Y de Isaac Newton se sospecha que organizó sus ecuaciones de forma que los resultados respondieran a lo que se esperaba exactamente de ellos.

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