jueves, 5 de septiembre de 2013
Salud, ética y medios de comunicación
El Área de Derecho a la Salud de la Defensoría convocó a diversos expertos en la temática y a funcionarios de organismos estatales con competencia en la materia para que aporten sus perspectivas sobre esta problemática.
Mientras que casi instantáneamente y a veces en tiempo real la circulación de datos se extiende por los diversos rincones del planeta y contribuye al ejercicio del derecho a la información, los medios de comunicación masiva son hoy ámbitos esenciales para la divulgación científica y, particularmente, para el abordaje de tratamientos y avances médicos.
Sin embargo, el desarrollo y la modalidad que han adquirido los medios, particularmente los audiovisuales como la televisión e Internet -al expandirse de modo virtualmente universal y ser cada vez más accesibles-plantean diversos dilemas éticos.
Constituye un problema de ese tipo, por ejemplo, el hecho de que la información, para ser atractiva, requiere de protagonismo, es decir que los casos narrados encarnen en personas concretas. Es por ello que los medios de comunicación suelen exhibir, de modo inconveniente, aspectos íntimos de la consulta o las terapias médicas.
Esta problemática aparece bajo la forma de reclamos ante la Defensoría del Pueblo, demandas cuya solución resulta compleja ya que, dadas sus características, no resulta fácil delimitar el cumplimiento por los medios de los requerimientos legales y éticos del ejercicio profesional del periodismo.
Programas de televisión destinados a los temas de salud
Aparecen desde los comienzos de la masificación de la TV en espacios especiales, temáticos, en los que tratan cuestiones relacionadas con la prevención. Una modalidad, aún vigente, la constituyen aquellos destinados a la información relacionada con el nacimiento y la crianza. Estos programas, con distintos niveles de repercusión, no han generado controversias.
En los últimos años surgieron proyectos dedicados a temas de salud bajo la modalidad del llamado reality show, donde el protagonista es un individuo identificable y se transmiten imágenes y diálogos que hasta hace muy poco tiempo estaban reservados al ámbito de la intimidad de la consulta médica. Se asiste así a cirugías tan complejas e impactantes como las necesarias para un cambio de sexo.
Otra variante que ha generado controversias es la proyección de filmaciones en directo desde algún centro de salud. Allí se instalan cámaras de televisión, se capta el acontecer de la sala de guardia de un hospital público, el recorrido de las ambulancias y la asistencia de las emergencias en domicilios o espacios públicos. De tal forma, el televidente puede presenciar un procedimiento médico en el que se socorre a personas con heridas graves que padecen dolores agudos; diálogos con los profesionales en los que se exponen situaciones familiares violentas o altamente conflictivas y temas sensibles como los relacionados con adicciones; y conversaciones con enfermos mentales o personas alcoholizadas en las se exhiben sus delirios e incoherencias.
Una cuestión a tener en cuenta es hasta qué punto la aparición en los medios responde a una decisión auténticamente libre de estas personas, o si su aprobación se obtiene bajo distintas formas de presión: el acoso periodístico, el agradecimiento a los médicos y a los canales de comunicación que contribuyeron a encontrar el recurso, etcétera.
El segundo asunto que preocupa es la certeza de que algunas personas no desean exponerse públicamente. Esto se evidencia a través de los reclamos de quienes se sintieron damnificados, y al observarse en la TV rostros borroneados, imágenes de individuos que no consintieron su aparición televisiva.
En este punto surgen varios interrogantes: ¿La corporización en personajes concretos, propia de los relatos mediáticos, vulnera obligaciones éticas o prescripciones legales? ¿Resulta aceptable revelar la intimidad de un acto médico? ¿Es suficiente la autorización del paciente para considerar apropiada su difusión? ¿Contribuye a concientizar a la población en algún aspecto? Estas preguntas incluyen, en primer lugar, una preocupación moral por las personas exhibidas y, en segundo, un cuestionamiento sobre la eficacia misma de esta modalidad como recurso narrativo para educar en materia de salud o prevenir enfermedades.
Existe otra variante que preocupa y es la de la proliferación de espacios –especialmente en la televisión por cable- destinados a la promoción de nuevos tratamientos, donde se promueve una institución o un profesional que posee un método único para la solución de viejos problemas como el cáncer, la psoriasis, el acné, la artrosis, la calvicie, las disfunciones sexuales, etcétera.
El denominador común de estos programas es que suelen aludir, con ligereza, a soluciones quirúrgicas para problemas estéticos de todo tipo. En otros, en tanto, se publicitan terapias a través de los mismo usuarios, que narran en primera persona cómo superaron el cáncer mediante la ingestión de gorgojos vivos, la analgesia para casos de artrosis mediante picaduras de abejas, etcétera.
Aquí, los interrogantes trazados se vinculan con el posible riesgo para el cuidado de la salud que implica la promoción de tratamientos que no están científicamente validados, y el consecuente control oficial que debería tener esta clase de programación.
Publicidad de fármacos y tratamientos
Sobre este tema ya existe normativa y se actualiza frecuentemente. Aun así, subsisten inquietudes relacionadas con la amenaza que significa inducir a los individuos a la automedicación, la naturalización del acto de medicación para sobrellevar cualquier problema cotidiano y la subestimación de la consulta al profesional indicado.
La legislación vigente circunscribe la publicidad a los productos de venta libre e impone recomendaciones del tipo “consulte a su médico”, pero no establece restricciones acerca del contexto en el que se pueden exhibir ni los límites relacionados con la cantidad de avisos. Una variante preocupante la constituyen los avisos con mensajes que generan temor y crean la necesidad de un determinado producto, aunque éste no aparece mencionado en forma explícita, lo que hace complejo el reclamo.
Por todo ello, la responsabilidad social de los medios de comunicación y la necesidad o no de una autorregulación del ejercicio de la profesión periodística basado en un código de ética aparecen también en el horizonte como materias insondables que deberán merecer atención a la hora de abordar las temáticas mencionadas.
Para debatir sobre estas cuestiones, el Área de Derecho a la Salud, la Defensoría del Pueblo convocó a diversos expertos en la temática y a funcionarios de organismos estatales con competencia en la materia. Reconocidos especialistas del campo de la bioética, la medicina, la comunicación, el derecho, la salud pública y la filosofía aportaron sus perspectivas que, conjuntamente con una serie de recomendaciones dirigidas a las autoridades de la CABA y de la Nación, fueron publicadas en un volumen especial de la colección Papeles de Trabajo de la Defensoría titulado Salud, ética y medios de comunicación, que puede descargarse aquí.
Alicia Lanzilotta (asesora en temas de bioética e integrante del Área de Derecho a la Salud de la Defensoría del Pueblo de la CABA)
Carlos Niccolini (jefe del Área de Derecho a la Salud de la Defensoría del Pueblo de la CABA)
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