TRIBUNA
No hay que caer en el desánimo
La autora acepta que los CEA tienen tareas pendientes, pero no comparte una visión negativa ni un retraso en el crecimiento del modelo.
Núria Terribas. Jurista especialista en bioética. Miembro de varios CEA y del Comité de Bioética de Cataluña. | 08/09/2014 00:00
Fue en 1976 cuando se creó en Cataluña el primer comité de ética asistencial en el Hospital San Juan de Dios de Barcelona, por iniciativa del doctor Francesc Abel, y a día de hoy la red de CEA en todo el territorio es extensa y abarca a distintos ámbitos y niveles asistenciales. Sin embargo, la realidad no es la misma en todos ellos y las dinámicas de funcionamiento son muy heterogéneas. Muchos se crearon por imposición, recogida en decretos de las respectivas comunidades autónomas, a fin de dar así cumplimiento a los criterios de calidad para acreditación de los centros; y otros desempeñan una función muy notable, pues han surgido de la propia demanda de los profesionales, requiriendo un entorno para reflexionar y analizar situaciones en las que se les plantean dudas éticas que no quieren afrontar solos, y además cuentan con apoyo de la institución, sin injerencias ni afán de control, liderazgo de persona o personas con vocación por la bioética, agilidad en la dinámica de trabajo, formación de sus miembros y promoción de la formación interna de los profesionales que permita también la rotación dentro del comité y proyección del comité dentro de la institución.
¿Tenemos tareas pendientes? Desde luego, pero no comparto una visión negativa que visualiza en el modelo el síndrome de retraso en el crecimiento descrito en Estados Unidos. Nuestra realidad y paradigma es otro y es cierto que hay que innovar y buscar líneas de mejora, pasando por extinguir, sin más, comités ineficaces y puramente burocráticos.Coincido con el Comité de Bioética de Cataluña en que hay que abrir los comités a los pacientes y familiares, vencer el corporativismo profesional e introducir de verdad la "voz del ciudadano, evitar las actitudes defensivas que derivan del miedo legal en la toma de decisiones, mejorar la formación y establecerla en sus miembros como requisito de acreditación e innovar en la proyección de los comités dentro de las instituciones, disipando los miedos y los equívocos sobre su función y cometido.
¿Y cómo medir la calidad de los CEA? No tengo nada claro que sea fácil ni siquiera útil medir "externamente" esa calidad, más allá del rigor en la supervisión y acompañamiento que puede dar la Administración sanitaria a los CEA en un determinado territorio (criterios claros de acreditación, validar periódicamente su cumplimiento y hacer seguimiento de la actividad). Quien realmente debe autoevaluar su calidad en la tarea encomendada es en todo caso el propio comité o a lo sumo la institución.
A mi juicio, los criterios cuantitativos tales como número de reuniones, de casos debatidos, de protocolos realizados, no dan cuenta de si ese comité tiene de verdad "calidad ética" en su tarea, y no creo que sea ese el camino adecuado para validarla. Deberemos ser más creativos, pues la ética no es cuestión de cifras, y no caer en el desánimo por un supuesto "agotamiento", que es resoluble si de verdad creemos en la necesidad de estos comités.
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