CON MOTIVO DEL XXV ANIVERSARIO DE DIARIO MÉDICO
25 años más viejos y más gordos
El español ha ganado 5-6 años de esperanza de vida en el último cuarto de siglo, pero debe mejorar sus hábitos. Las sociedades científicas fían buena parte de los avances futuros a más prevención y educación.
laura G. Ibañes. Madrid | aura.gutierrez@diariomedico.com | 29/05/2017 00:00
Grafico representando los hábitos e vida (DM)
La sanidad española ha dado un salto de vértigo en los últimos 25 años. Con motivo del XXV aniversario de Diario Médico, DM ha echado la vista atrás en un amplio suplemento (que acompaña a esta edición) que recoge, entre otras cuestiones, un repaso de las principales políticas adoptadas en los últimos 25 años, desde los traspasos a las autonomías hasta la receta enfermera, pasando por las leyes del tabaco, las del medicamento, la de salud pública, la ley de Cohesión... Todas ellas han supuesto grandes cambios en una sanidad que ha vivido en paralelo indudables avances científicos y tecnológicos. Pero, ¿cómo ha cambiado realmente el día a día del médico, el manejo de las grandes patologías y el perfil de los pacientes? ¿Y cómo cambiará en los próximos 25 años?
La respuesta no es sencilla. Pero echar la vista atrás deja al menos ya claro que el perfil de la población ha cambiado y mucho. La población española es más vieja que hace 25 años (la edad media ha pasado de los 37,4 a los 42,7 años), tanto por la llegada de las generaciones del baby boom a la tercera edad como por el incremento de la esperanza de vida. En los últimos 25 años, la esperanza de vida ha crecido en España 5 años para los hombres y 6 para las mujeres, y en los próximos 25 seguirá creciendo otros 5 años para los hombres (hasta los 84,9 años) y otros tres años para las mujeres (hasta los 88,9 años). En ello ha tenido que ver (y tendrá que ver en el futuro) como destacan la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) y la de Salud Pública (Sespas) -ver tribunas de opinión- la reducción del consumo de tabaco. Si en 1992, el 44 por ciento de los hombres se declaraba fumador diario, la cifra ha caído ya al 27 por ciento. En las mujeres, que se incorporaron más tarde al tabaquismo, la reducción no ha sido tan fuerte: del 20 por ciento de fumadoras diarias en 1992 (llegó a alcanzar el 24 por ciento años después) al 18 por ciento actual.
También se habría mejorado en factores de riesgo como el consumo habitual de alcohol (ha pasado de un 48,3 por ciento de la población a un 36,7 por ciento), y algo en sedentarismo (del 47 al 41 por ciento).
- España ha conseguido reducir el consumo de tabaco y de alcohol, pero ha duplicado su tasa de obesidad y aún es demasiado sedentaria
Sin embargo, el alto sedentarismo que todavía existe y la mala dieta han hecho empeorar considerablemente la tasas de obesidad en adultos (que ha pasado del 9,2 por ciento hace 25 años al 16,9 por ciento).
Además de más vieja y más gorda, la población está más medicada: si en 1992 el 43,6 por ciento declaraba haber consumido medicamentos en las últimas dos semanas, este porcentaje sube ahora hasta el 56 por ciento. Este incremento se da incluso entre los más jóvenes: un 30 por ciento de los jóvenes de 15 a 24 años se había medicado en las dos últimas semanas en 1992, cifra que sube ahora al 42 por ciento.
En positivo, algunas prácticas preventivas han crecido también con los años: la tasa de vacunación de la gripe en adultos ha pasado del 16 al 20,8 por ciento; las revisiones ginecológicas del 32 al 38 por ciento, y la consulta anual al odontólogo, del 70 al 82 por ciento.
Más enfermos
La prevalencia de algunas patologías, con todo, aupada por un mejor diagnóstico, el envejecimiento y la cronicidad (pero probablemente también por otros factores como la contaminación, los cambios en la dieta o, incluso, la definición de la propia enfermedad) se ha disparado.
- Las sociedades apuestan por evitar desigualdades para reducir con ello los factores de riesgo en algunas patologías y aumentar la educación
Las alergias, por ejemplo, han pasado de afectar al 6,2 por ciento de la población a casi duplicarse hasta el 13,3 por ciento. La hipertensión ha saltado del 4,7 al 6,5 por ciento. El colesterol afectaba al 11 por ciento de adultos y ahora llega al 18. En el caso de la diabetes, su prevalencia se habría duplicado desde el 8 al 16,4 por ciento, y las enfermedades mentales, que afectaban al 6,8 por ciento de la población llegan ya a uno de cada 10.
Los nuevos fármacos y el diagnóstico precoz habrían ayudado en estos 25 años a reducir las tasas de mortalidad por cáncer de mama, patología cardiaca y EPOC, entre otras muchas. Y los esfuerzos preventivos -y sistemas de seguridad- parecen haber dado fruto en campos como los accidentes de tráfico, con drásticas caídas, mientras que en otros campos, como el suicidio, las tasas de mortalidad siguen en alza, en parte también por un mejor registro de los datos.
Con una sociedad más vieja, más gorda, más enferma y más medicada y tras 25 años de fuerte revolución terapéutica, algunas de las principales sociedades científicas confían ahora los avances de los próximos 25 años no sólo a las mejoras científicas sino, sobre todo, a la prevención, la mejora de los hábitos y la reducción de desigualdades.
Cambios en oncología
Así al menos se desprende de las palabras de Miguel Martín, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), que explica que “el pronóstico y tratamiento del cáncer han sufrido un cambio radical en los últimos 25 años. En esa época, el diagnóstico de cáncer era una pésima noticia, que se asociaba a dolor, sufrimiento interminable y muerte casi segura. La mortalidad global de los enfermos con cáncer en aquella época se situaba próxima al 60 por ciento y la supervivencia del diagnóstico de los que fallecían era muy corta”.
Martín destaca que “la cirugía y radioterapia eran las terapias con más impacto en la cura y existían pocos fármacos antitumorales realmente eficaces. Actualmente, la situación ha cambiado. En muchos tumores muy o moderadamente prevalentes, como el cáncer de mama y cérvix uterino, las campañas de diagnóstico precoz han permitido la detección en etapas más precoces, más curables y tratables con terapias menos mutilantes. Las campañas de lucha contra el tabaco deben empezar a dar sus frutos en la reducción de tumores muy prevalentes, como el cáncer de pulmón, el de cabeza y cuello, el de vejiga y otros”.
Martín destaca que “los avances en el conocimiento de la biología de muchos de los tumores han permitido desarrollar tratamientos más sofisticados que la clásica quimioterapia, que han contribuido notablemente a aumentar la supervivencia. Los anticuerpos monoclonales, las pequeñas moléculas de uso oral selectivas de diana y la inmunoterapia son buenos ejemplos. Actualmente, menos del 40 % de los pacientes de cáncer fallecen por la enfermedad y muchos de los que no se curan tienen supervivencias relativamente prolongadas”.
Sin embargo, reconoce, con vistas a los próximos 25 años, “queda aún mucho por hacer. Es fundamental la educación en hábitos saludables desde edades precoces, insistiendo en la relevancia de la dieta y el ejercicio físico y los riesgos del consumo de alcohol y tabaco. Las nuevas campañas de diagnóstico precoz del cáncer colorrectal, que comienzan ahora en España, permitirán sin duda nuevos avances. Y el trabajo en investigación básica, traslacional y clínica es asimismo crucial para desarrollar nuevos tratamientos médicos”. Martín detalla que “en este contexto, la medicina de precisión o personalizada constituyen el referente actual del progreso en el tratamiento del cáncer”.
Retos en diabetes
A la educación del paciente y la promoción de hábitos saludables apela también Anna Novials, presidenta de la Sociedad Española de Diabetes (SED). “Desde el punto de vista clínico, la diabetes ha cambiado profundamente. Hay que pensar que hace 20 años no sabíamos que controlando bien la glucemia se evitaban complicaciones y, desde que se publicó un estudio en New England Journal of Medicine hace 20 años que constataba que controlando mejor se reducían drásticamente la retinopatía, la nefropatía y la cardiopatía (esto último se supo más tarde), se ha cambiado mucho”.
Desde entonces se ha enfocado el manejo de la diabetes hacia “un control de todo lo que puede evitar las complicaciones: el colesterol, la hipertensión y la glucemia. Esto ha llevado a cambiar la perspectiva y empezar a trabajar en la educación terapéutica, empoderando al paciente y enfocándonos hacia el paciente experto”.
“Con todo -continúa-, la mala noticia es que la diabetes tipo II, por la mayor obesidad y sendentarismo, ha seguido creciendo, quizá no tanto como se vaticinó cuando se predijo la epidemia de diabetes, pero sí ha seguido creciendo porque falta una revolución social y de hábitos que todavía no se ha producido porque no es sencilla”. Novials fía así en buena medida los avances de los próximos 25 años a ese cambio social: “Es difícil predecir, pero hará falta esa revolución social, con muchas campañas no sólo sobre alimentación sino también sobre actividad física y una revolución tecnológica y científica”.
Mejoras en cardiología
Junto al cáncer y la diabetes, las enfermedades cardiovasculares han sido protagonistas tanto de los avances como de las preocupaciones de estos últimos 25 años. Alessandro Sionis, presidente de la Sección de Cardiopatía Isquémica y Cuidados Agudos Cardiovasculares de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), detalla los grandes avances que “se han producido tanto en el diagnóstico, como en el tratamiento y pronóstico del infarto. Ahora tenemos biomarcadores como las troponinas cardiacas que son más sensibles y precisos y permiten detectar con mayor fiabilidad y antes el infarto. Desde el punto de vista del tratamiento, el posicionamiento de la angioplastia primaria como primera opción ha supuesto una revolución. En los años 90, el tratamiento de reperfusión de elección era la fibrinolisis, que además de tener numerosas contraindicaciones, sólo es eficaz en un 50-60 por ciento de los casos”. Las mejoras no han sido sólo de tratamientos sino también de gestión. Según explica, “con la introducción de la angioplastia primaria y la creación de las redes de atención al infarto con elevación del segmento ST (Código Infarto), ya presentes en todas las autonomías, no sólo se ha conseguido reducir drásticamente la mortalidad por infarto, sino también mejorar el pronóstico y la calidad de vida. Todo esto, unido a unos mejores fármacos antiagregantes y a tratamientos de prevención secundaria que permiten un mejor control de los factores de riesgo cardiovascular, conlleva un aumento de la esperanza de vida de los españoles”.
Sinois coincide en que no sólo los avances científicos protagonizarán las mejoras futuras sino que buena parte tendrán que llegar de una mayor educación y prevención: “Para los próximos 25 años tenemos tres importantes retos. El primero es mejorar el conocimiento de la población general sobre qué hacer ante una parada cardiaca. Solo el 10 por ciento de los españoles sabe realizar las maniobras de resucitación. Eso hace que la mayoría de las personas que fallecen por un infarto sea antes de llegar al hospital”.
“El segundo reto -continúa Sinois- es científico. Creemos que el futuro en el tratamiento del infarto es encontrar la manera de conseguir regenerar el miocardio dañado tras un infarto. Y, en tercer lugar, hay que seguir incidiendo en la prevención de las enfermedades cardiovasculares con campañas. Comer bien, realizar actividad física de forma regular, no fumar ni abusar del alcohol puede evitar hasta el 90 por ciento de los infartos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario