miércoles, 20 de abril de 2011

Tribuna: VaLGS de aniversario - DiarioMedico.com

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ESPAÑA
SALVADOR PEIRÓ Y RICARD MENEU
Tribuna: VaLGS de aniversario
En el 25 cumpleaños de la Ley General de Sanidad (LGS), los autores destacan la urgencia de llevar a la práctica cambios profundos en el Sistema Nacional de Salud para adaptar su estructura a las necesidades reales de los pacientes y los profesionales sin perder de vista la coyuntura económica
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Salvador Peiró, Presidente de la Fundación Instituto de Investigación en Servicios de Salud. | Ricard Meneu, Vicepresidente de la Fundación Instituto de Investigación en Servicios de Salud. - Miércoles, 20 de Abril de 2011 - Actualizado a las 00:00h.



"Y este sabor nostálgico, que los silencios ponen en la boca, posiblemente induce a equivocarnos en nuestros sentimientos", escribió Jaime Gil de Biedma en Vals de aniversario. Aunque estemos de cumpleaños con la que está cayendo, sería imperdonable desatender la reflexión que permite el 25 aniversario de la Ley General de Sanidad (LGS), aunque más allá de entonar los cánticos que en la efeméride celebran la contribución de la LGS a la salud, podría ser más útil evocar sus penurias e insuficiencias.

La ley atesora sobrados méritos. Entre ellos, su existencia. Se suele olvidar la inquina de su nacimiento. La áspera oposición que encontró en los búnkeres gremiales, sociales y políticos. También, la fratricida beligerancia entre sus partidarios. En este ambiente surgió una ley que nunca mostró gran vitalidad ni capacidades para reformar el sistema, pero que se ha revelado longeva en su prácticamente inmaculado texto.

Más dudoso es hasta qué punto el Sistema Nacional de Salud (SNS) ha seguido la hoja de ruta que es la LGS. El énfasis en atención primaria fue más retórico que efectivo. La LGS expresa su intención de acabar con "una pluralidad de sistemas funcionando en paralelo, derrochando energías y economías públicas sin establecer estructuras adecuadas a las necesidades", pero el SNS no parece un trasunto fiel a estos designios. La ley concibió el SNS "como los servicios de salud de las autonomías coordinados", pero la coordinación nunca superó -tampoco con la Ley de Cohesión- el estado volitivo.

La LGS narra cómo "a las funciones preventivas tradicionales se sumarán otras sobre medio ambiente, alimentación, saneamiento y riesgos laborales que harán nacer estructuras públicas nuevas". La Ley de Salud Pública en tramitación intenta, con retraso, abordar estas funciones. Ya veremos.

El SNS siempre ha sido impermeable a las innovaciones organizativas, y es el encaje entre la LGS y la Salud Pública una de las que más recortes han sufrido. La universalización de la asistencia es uno de los méritos más atribuidos a la LGS, aunque su posicionamiento fue tímido. Por razones de crisis económica, no generaliza el derecho a obtener gratuitamente dichas prestaciones, sino que programa su aplicación paulatina.

Con todo, la bondad de las leyes debe juzgarse por su contribución al logro de los objetivos sociales. La LGS fue continuista con los esquemas de asistencia de la Seguridad Social. Recordemos que buena parte de nuestro sistema deriva de la construcción de los grandes hospitales de la Seguridad Social, del MIR y de la Medicina de Familia. Todos desarrollos previos a la LGS como las primeras hornadas de hospitales comarcales y los primeros equipos de primaria.

En 1985 la cobertura del sistema sanitario de la Seguridad Social superaba el 85 por ciento de la población. La LGS permitió el despliegue de la estructura asistencial de la Seguridad Social y la construcción de un SNS asistencialmente competente, razonablemente armónico, socialmente cohesionador y en el que -pese a la ausencia de estímulos- ha prosperado la excelencia profesional y el desarrollo tecnológico. La LGS también hizo posible la pervivencia de los peores rasgos de la atención sanitaria de la Seguridad Social: un sistema disfuncional con descuido de primaria, agujeros en la coordinación entre niveles asistenciales, hiperfrecuentación y deficiencias en la atención a los crónicos, consolidación de estructuras organizativas burocráticas con poca transparencia en gestión y escasa participación social, fascinación por la incorporación de tecnologías y medicamentos sin considerar su valor real, esquemas cuasifuncionariales para la gestión de personal, y separación entre actividades asistenciales y salud pública.

Juzgar por los efectos

Sería imperdonable no aprovechar el aniversario para introducir una reflexión en la que leyes, política y gestión se juzguen en función de sus efectos sobre la salud y de su capacidad para prestar una asistencia segura, efectiva, centrada en el paciente, sin demoras inaceptables, eficiente y equitativa. Los méritos de la LGS no son despreciables. Sus insuficiencias tampoco.

Todo es igual, decía Gil de Biedma en su poema Vals de aniversario. Y si no igual, al menos muy parecido, podríamos decir nosotros. Si la LGS ha permanecido vigente 25 años es en buena parte porque el SNS se ha mostrado inmovilista. Ha crecido cuando podía y aguantado el chaparrón cuando venían mal dadas. Hoy más que nunca, se requieren cambios profundos en el sistema, adaptar sus estructuras a las necesidades y los recursos reales. No es malo recordar la extraordinaria persona que fue su principal artífice, el profesor Ernest Lluch, pero sería mejor celebrar poniendo un empeño similar al que exigió la promulgación de la ley en la superación de sus insuficiencias. O, al menos, de algunas.
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