INFECCIOSAS | Consecuencias a largo plazo
¿Epidemia global de discapacidades?
Un bebé en una incubadora. | Eddy Kelele
No basta con intentar salvar la vida de los 3,6 millones de recién nacidos que mueren en el mundo antes de cumplir el mes de vida. ¿Alguien se pregunta qué ocurre con aquellos bebés que finalmente sobreviven aun pesando menos de 1.500 gramos? Según una revisión que acaba de publicar la revista 'The Lancet', el 26,7% de ellos puede sufrir al menos una secuela a largo plazo, sobre todo problemas en sus habilidades motoras y disfunciones sensoriales, como pérdida de audición.
En los últimos años se ha realizado un esfuerzo global importante para disminuir la mortalidad infantil (cuarto objetivo del milenio), producida principalmente en países pobres por culpa de partos prematuros, problemas obstétricos, icteria, meningitis y otras infecciones. Gracias a esta apuesta internacional, los neonatos que sufren este tipo de complicaciones reciben mejor calidad asistencial, lo que se traduce en una reducción del número de fallecimientos antes del primer mes de vida. Es decir, sobreviven más bebés, pero se desconoce cuál es su evolución a lo largo del tiempo.
La respuesta parece que la tiene un grupo de expertos del Kenya Medical Research Institute. Revisaron más de 28.000 artículos científicos, de los que seleccionaron 153 con un total de 22.161 bebés. Observaron que más de un tercio (37%) de los pequeños que nacen con complicaciones de salud sufre después consecuencias en su desarrollo a largo plazo que pueden generarles al menos una discapacidad, el 18% severa, el 5% moderada y el 10% leve. Entre las más comunes: dificultades para el aprendizaje, la capacidad cognitiva o el retraso en el desarrollo (en el 59% de los niños discapacitados), parálisis cerebral (21%), daños en la audición (20%) y la vista (18%).
"Se trata de un espléndido trabajo de 47 años (1966-2011) que hace un seguimiento de al menos seis meses a los neonatos supervivientes", puntualiza el especialista español al comentar el artículo de 'The Lancet'.
Como reza el artículo, en algunos casos incluso se suman varias discapacidades, y así lo reflejan los resultados de 40 estudios (de los 153). Sumaban un total de 2.815 individuos, de los cuales 334 tenían múltiples disfunciones. "El 52% de estos tenía tres o más secuelas relacionadas con parálisis cerebral, dificultades de aprendizaje y en la visión o la audición", explican los investigadores.
La revisión analizaba las secuelas por patologías (sepsis, herpes, prematuridad, sífilis, etc.). Por ejemplo, 11 estudios (501 individuos) se referían a los problemas de los recién nacidos que habían sobrevivido a la meningitis. El 42% presentaba disfunciones con el tiempo. De estos, uno de cada cinco sufría parálisis cerebral, el 12% sordera, el 40% alteraciones en la visión y 100% retraso en el aprendizaje.
A pesar de tratarse de una gran revisión, subrayan los propios autores, cabe señalar algunas limitaciones. "Los estudios de mayor calidad incluyen datos de Europa y Norteamérica y esto podría suponer una valoración incompleta del panorama global, aunque la fotografía de los países de ingresos altos es la más completa". Sería interesante, agregan, reflexionar sobre estas cuestiones, desde el punto de vista ético y político, con programas que puedan ayudar a mejorar estas situaciones, ya que, según auguran, de continuar en la misma línea, "algunos países pueden sufrir una epidemia de discapacidad similar a la observada en países de ingresos altos a mediados del siglo pasado, con enfermedades como la retinopatía, que causó ceguera en bebés supervivientes de los años 60 en Europa y Norteamérica".
En los últimos años se ha realizado un esfuerzo global importante para disminuir la mortalidad infantil (cuarto objetivo del milenio), producida principalmente en países pobres por culpa de partos prematuros, problemas obstétricos, icteria, meningitis y otras infecciones. Gracias a esta apuesta internacional, los neonatos que sufren este tipo de complicaciones reciben mejor calidad asistencial, lo que se traduce en una reducción del número de fallecimientos antes del primer mes de vida. Es decir, sobreviven más bebés, pero se desconoce cuál es su evolución a lo largo del tiempo.
La respuesta parece que la tiene un grupo de expertos del Kenya Medical Research Institute. Revisaron más de 28.000 artículos científicos, de los que seleccionaron 153 con un total de 22.161 bebés. Observaron que más de un tercio (37%) de los pequeños que nacen con complicaciones de salud sufre después consecuencias en su desarrollo a largo plazo que pueden generarles al menos una discapacidad, el 18% severa, el 5% moderada y el 10% leve. Entre las más comunes: dificultades para el aprendizaje, la capacidad cognitiva o el retraso en el desarrollo (en el 59% de los niños discapacitados), parálisis cerebral (21%), daños en la audición (20%) y la vista (18%).
"Se trata de un espléndido trabajo de 47 años (1966-2011) que hace un seguimiento de al menos seis meses a los neonatos supervivientes", puntualiza el especialista español al comentar el artículo de 'The Lancet'.
Por cuestiones económicas
En vista de los datos, a los autores de este informe les preocupa que los países en vías de desarrollo puedan sufrir una epidemia de discapacidades. Como afirma Juan Casado, jefe de Servicio del Hospital Infantil del Niño Jesús de Madrid, "creen que la alta carga económica que generan es inasumible para las familias y los países pobres". Y añade: "No todas las naciones tienen la posibilidad de hacer rehabilitación adecuada y suficiente. Su responsabilidad política no sólo debe centrarse en reducir la mortalidad infantil sino también en disminuir la morbilidad".Como reza el artículo, en algunos casos incluso se suman varias discapacidades, y así lo reflejan los resultados de 40 estudios (de los 153). Sumaban un total de 2.815 individuos, de los cuales 334 tenían múltiples disfunciones. "El 52% de estos tenía tres o más secuelas relacionadas con parálisis cerebral, dificultades de aprendizaje y en la visión o la audición", explican los investigadores.
La revisión analizaba las secuelas por patologías (sepsis, herpes, prematuridad, sífilis, etc.). Por ejemplo, 11 estudios (501 individuos) se referían a los problemas de los recién nacidos que habían sobrevivido a la meningitis. El 42% presentaba disfunciones con el tiempo. De estos, uno de cada cinco sufría parálisis cerebral, el 12% sordera, el 40% alteraciones en la visión y 100% retraso en el aprendizaje.
A pesar de tratarse de una gran revisión, subrayan los propios autores, cabe señalar algunas limitaciones. "Los estudios de mayor calidad incluyen datos de Europa y Norteamérica y esto podría suponer una valoración incompleta del panorama global, aunque la fotografía de los países de ingresos altos es la más completa". Sería interesante, agregan, reflexionar sobre estas cuestiones, desde el punto de vista ético y político, con programas que puedan ayudar a mejorar estas situaciones, ya que, según auguran, de continuar en la misma línea, "algunos países pueden sufrir una epidemia de discapacidad similar a la observada en países de ingresos altos a mediados del siglo pasado, con enfermedades como la retinopatía, que causó ceguera en bebés supervivientes de los años 60 en Europa y Norteamérica".
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