Los enfermos se acumulan en urgencias en el hospital de Ourense
El personal sanitario denuncia que el centro no usa camas libres en habitaciones
Pablo Taboada Ourense 23 ENE 2012 - 22:24 CET
Los trabajadores del servicio de urgencias del Complejo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO) salieron ayer a la calle en masa. Y los que no estuvieron allí, estaban trabajando. Denuncian una saturación “constante, indigna e insostenible” del servicio durante los dos últimos meses. Enfermeros y médicos critican que la gerente del área sanitaria integrada, Eloína Núñez, está aplicando un criterio “economicista y propagandístico” que provoca el hacimiento de decenas de pacientes en pasillos y salas de espera mientras hay un centenar de camas libres en todo el complejo hospitalario.
La dirección ha impuesto un nuevo sistema de gestión que está provocando que los usuarios del servicio permanezcan en preingreso períodos de entre 48 y 72 horas. Tras estar dos días en espera, se decide su ingreso en el centro o su derivación a domicilio. Y mientras esperan en urgencias, el centro ahorra en partidas económicas como hostelería o agua, ya que las personas instaladas en camillas amontonadas en pasillos o salas de espera no reciben la misma comida y no tienen cuarto de baño privado. Los trabajadores manifiestan que muchos de los casos que son derivados a casa vuelven a los dos días más graves. Algún enfermo que entró por su propio pie el hospital y que fue derivado a su domicilio tras horas de espera, regresó a los cuatro días y acabó siendo ingresado en la UCI.
La orden implantada por la gerencia creó una figura conocida como “médicos ingresadores” que deciden quién espera, quién pasa a planta o quién vuelve a su casa. Las consecuencias fueron inmediatas y las observaciones en urgencias se multiplicaron por tres. Desde entonces acogen una media de 40 pacientes en espera que en su mayoría deberían ocupar una habitación. Ayer se podían contabilizar hasta seis pacientes en los pasillos y otros 15 en dos salas —la de observación y la de tránsito— que permanecían allí desde el día anterior.
Los responsables del hospital reconocen que el domingo por la noche contaban con 56 camas libres, cifra que se incrementaba hasta 93 el sábado. Con decenas de camas libres, el pasado día 6 se contabilizaron 38 pacientes en observación, en la sala de camillas “para espera de resultados” y en los boxes de atención urgente. El día 11 la situación se agravó y la cifra se elevó a 40 pacientes a primera hora de la mañana, con un solo box disponible para atención urgente. En los 16 restantes había ingresos camuflados como urgencias.
Tres días más tarde, la saturación se repitió. El pasado verano la gerencia decidió eliminar seis camas del servicio de observación para poner en su lugar 14 camillas “para espera de resultados”. Durante la noche, y si se colapsan, los pacientes de ese espacio son movilizados a otras zonas del centro, pero no a habitaciones.
El CHUO soporta una de las mayores presiones de urgencias (porcentaje de pacientes ingresados desde urgencias sobre el total de ingresos) de todos los hospitales gallegos: se eleva hasta rozar el 75%, según los últimos datos del Sergas. Esa espera prolongada incumple todos los estándares de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias y las directrices del Ministerio de Sanidad, que establece el tope de espera en 24 horas.
Los manifestantes criticaron que los enfermos “se quedan en urgencias camuflados". No están ingresando a los pacientes para “acallar críticas por el cierre de camas en el hospital de Piñor y para maquillar las estadísticas”, asegura Purificación Paradela, miembro del personal. El pasado 30 de junio, la Consellería de Sanidade decidía clausurar Piñor, uno de los cuatro centros sanitarios que forman el complejo y que ha sido reconvertido en una unidad psiquiátrica. Con el cierre se perdieron 71 camas destinadas a hospitalización general.
Ese tijeretazo es la causa del problema que ahora desborda urgencias. Evitan la saturación del complejo “escondiendo a los enfermos aquí y cuando rinden cuentas a Santiago pueden vender que tienen camas libres y que el cierre de Piñor no tuvo repercusión”. Critican que a pesar de ser una situación “deprimente e indignante” comunicada a la gerente, no obtienen una “respuesta resolutiva”. Los manifestantes pidieron la dimisión de la gerente y la solución inmediata de las “condiciones denigrantes” para los enfermos.
Fuentes del la dirección desmienten tajantemente la denuncia. “Al contrario, desde que se implantó el nuevo sistema se ha agilizado el proceso de ingreso”, sostienen. Niegan que se produzca un colapso permanente desde hace dos meses: “Ni hay una situación crónica, ni es un colapso perenne”. Achacan las reiteradas denuncias y la concentración de ayer a una “reivindicación laboral”.
En las últimas semanas arritmias, traumatismos en sus múltiples variables o problemas respiratorios son atendidos con varias horas de retraso. Las demoras en la atención de emergencia son otro de los problemas que, según denuncian los empleados del hospital, está provocando la nueva política del centro. El personal sanitario que debe atender urgencias también está realizando labores propias del personal de planta. Y no hay manos para todo.
La orden implantada por la gerencia creó una figura conocida como “médicos ingresadores” que deciden quién espera, quién pasa a planta o quién vuelve a su casa. Las consecuencias fueron inmediatas y las observaciones en urgencias se multiplicaron por tres. Desde entonces acogen una media de 40 pacientes en espera que en su mayoría deberían ocupar una habitación. Ayer se podían contabilizar hasta seis pacientes en los pasillos y otros 15 en dos salas —la de observación y la de tránsito— que permanecían allí desde el día anterior.
Los responsables del hospital reconocen que el domingo por la noche contaban con 56 camas libres, cifra que se incrementaba hasta 93 el sábado. Con decenas de camas libres, el pasado día 6 se contabilizaron 38 pacientes en observación, en la sala de camillas “para espera de resultados” y en los boxes de atención urgente. El día 11 la situación se agravó y la cifra se elevó a 40 pacientes a primera hora de la mañana, con un solo box disponible para atención urgente. En los 16 restantes había ingresos camuflados como urgencias.
Tres días más tarde, la saturación se repitió. El pasado verano la gerencia decidió eliminar seis camas del servicio de observación para poner en su lugar 14 camillas “para espera de resultados”. Durante la noche, y si se colapsan, los pacientes de ese espacio son movilizados a otras zonas del centro, pero no a habitaciones.
El CHUO soporta una de las mayores presiones de urgencias (porcentaje de pacientes ingresados desde urgencias sobre el total de ingresos) de todos los hospitales gallegos: se eleva hasta rozar el 75%, según los últimos datos del Sergas. Esa espera prolongada incumple todos los estándares de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias y las directrices del Ministerio de Sanidad, que establece el tope de espera en 24 horas.
Los manifestantes criticaron que los enfermos “se quedan en urgencias camuflados". No están ingresando a los pacientes para “acallar críticas por el cierre de camas en el hospital de Piñor y para maquillar las estadísticas”, asegura Purificación Paradela, miembro del personal. El pasado 30 de junio, la Consellería de Sanidade decidía clausurar Piñor, uno de los cuatro centros sanitarios que forman el complejo y que ha sido reconvertido en una unidad psiquiátrica. Con el cierre se perdieron 71 camas destinadas a hospitalización general.
Ese tijeretazo es la causa del problema que ahora desborda urgencias. Evitan la saturación del complejo “escondiendo a los enfermos aquí y cuando rinden cuentas a Santiago pueden vender que tienen camas libres y que el cierre de Piñor no tuvo repercusión”. Critican que a pesar de ser una situación “deprimente e indignante” comunicada a la gerente, no obtienen una “respuesta resolutiva”. Los manifestantes pidieron la dimisión de la gerente y la solución inmediata de las “condiciones denigrantes” para los enfermos.
Fuentes del la dirección desmienten tajantemente la denuncia. “Al contrario, desde que se implantó el nuevo sistema se ha agilizado el proceso de ingreso”, sostienen. Niegan que se produzca un colapso permanente desde hace dos meses: “Ni hay una situación crónica, ni es un colapso perenne”. Achacan las reiteradas denuncias y la concentración de ayer a una “reivindicación laboral”.
Horas y horas de espera
Pablo Taboada
María acudió al servicio de urgencias del CHUO con una insuficiencia respiratoria. Tras permanecer casi cinco horas en espera sin que nadie la atendiese, recibió una primera valoración y pasó a ser una paciente en observación. Ahora, ya en casa, aclara que no la atendieron antes “porque los médicos no daban abasto”. “Ellos no tienen ninguna culpa”, matiza. Antonio acudió a urgencias con su madre el pasado sábado por la mañana. Tardaron todo el fin de semana en obtener un diagnóstico. Mientras, ocupó una camilla deambulando por pasillos y salas de espera. “No es justo que tengan a ancianos enfermos en esas condiciones tan indecentes durante tantísimas horas”, critica. El domingo por la tarde otra mujer que necesitaba atención inmediata tras sufrir una caída, llegó al hospital a las 7 de la tarde y fue atendida casi 8 horas después. Sus casos no son excepciones.En las últimas semanas arritmias, traumatismos en sus múltiples variables o problemas respiratorios son atendidos con varias horas de retraso. Las demoras en la atención de emergencia son otro de los problemas que, según denuncian los empleados del hospital, está provocando la nueva política del centro. El personal sanitario que debe atender urgencias también está realizando labores propias del personal de planta. Y no hay manos para todo.
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