“Los intensivistas estamos en la cúpula de lo que es la pirámide asistencial, aunque no tengamos más méritos que otros especialistas”
Enero de 2012 - Nekane Lauzirika
El presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) ha concedido una entrevista a EL MÉDICO
Desde el pasado mes de junio, el doctor José Cuñat es el nuevo presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC). Jefe de sección de la UCI del Hospital Universitario La Fe de Valencia, este intensivista reconoce que su mandato será continuista con respecto al de su predecesor, Cristóbal León. Al mismo tiempo que manifiesta que sus objetivos pasan por facilitar y mejorar la formación con la intención declarada de hacer más atractiva la especialidad para los profesionales sanitarios, "sin duda, me gustaría hacer más atractiva la especialidad clínica a las próximas generaciones de intensivistas". Asimismo, no sólo apuesta por mejorar la formación, sino por facilitar las líneas de participación y facilitar a los residentes y adjuntos jóvenes la posibilidad de una mejor y mayor profundización en su preparación profesional, bien sea en el propio entorno de la sociedad bien a través de intercambios con otras unidades de cuidados intensivos del mundo. En el ámbito profesional de los cuidados intensivos lo que importa es la vida. "Tan es así -añade-, que uno de los requisitos para que un paciente ingrese en nuestras unidades es que tenga alguna posibilidad de sobrevivir", dice José Cuñat.
Aunque todos los médicos están acostumbrados a enfrentarse a situaciones difíciles, ¿es duro trabajar en una Unidad de Cuidados Intensivos?
Tiene momentos y episodios que son realmente duros, pero de cada diez pacientes que entran, nueve salen vivos y en unas condiciones similares a las que tenían antes de sufrir la enfermedad. Todos los pacientes que tratamos están muy graves y conseguir que salgan en buenas condiciones da a los profesionales unas satisfacciones superiores a las que se derivan del tratamiento de una dolencia banal. Por eso los intensivistas nos preparamos adecuadamente. Es una especialidad que tiene ya más de 30 años y contamos con un conocimiento amplio de las enfermedades. Nosotros somos el médico internista del paciente grave, el generalista del paciente grave. Tenemos una formación global. Los intensivistas cuando terminan los dos años de especialidad, que es la rotación, tienen otros tres años de estancia continuada en la Unidad de Cuidados Intensivos atendiendo a estos enfermos, siempre tutelados por uno de nosotros o por algún especialista que haya en la Unidad.
En general, ¿los pacientes conocen esta especialidad y, sobre todo, que la mayoría de los enfermos que entran en la UCI se salvan?
Ese es el mensaje que queremos lanzar a la sociedad. La mayoría de la gente piensa que la UCI es un lugar al que uno va cuando está muy mal y no sale de allí. Es un tremendo error. Si una persona no tiene posibilidad de salir, no ingresa. Todo el que entra cuenta con una opción por escasa que sea y una amplia mayoría sale vivo y bien. Lo cierto es que la UCI es vida; tenemos que conseguir que la sociedad se desprenda del miedo generalizado que existe hacia esta especialidad médica.
¿En qué nivel se pueden colocar las UCI en cuanto a tecnología, personal...?
Creo que estamos en la cúpula de lo que es la pirámide asistencial, aunque no tengamos más méritos que otros especialistas. De hecho, tan especialista como el de Cuidados Intensivos lo es el médico de familia. En ocasiones no se le valora los conocimientos que adquiere y la importancia que tiene en el sistema sanitario. Sin embargo, el médico de familia hace el examen MIR que es tan duro para ellos como para otros y hace una rotación y unos años de entrenamiento en el hospital y fuera de ellos, pero es tan especialista como nosotros los intensivistas. Por cada enfermo que nosotros atendemos, los de familia igual ven a 90. Desde el punto de vista asistencial probablemente sea más importante la labor del médico de familia que un buen intensivista, aunque tampoco quiero quitar méritos a mi especialidad. Estamos en la parte más técnica y los enfermos son los que tienen más problemas, por eso a veces se tiende a magnificar nuestra labor.
¿Y no lo es?
Sí. Es importante en la medida que hemos de hacerla bien y en que los enfermos están muy graves. Pero no somos más importantes que otras especialidades que hay en el sistema sanitario español que es francamente muy bueno.
¿En su especialidad hacen falta más recursos humanos? ¿Es una formación muy costosa?
No. Por ahora no se necesitan más. La preparación es costosa en la medida en que es una formación tutelada en donde el que la recibe no solamente no paga para aprender, sino que cobra un sueldo porque está haciendo una labor asistencial a la vez que docente. La preparación supone un gasto para las arcas del Estado, porque formar a un facultativo supone seis años en una facultad de Medicina en donde lo que el estudiante paga es menos de la décima parte de lo que realmente le cuesta al país su preparación, una inversión en formación que pagamos todos los españoles. Después siguen otros cinco años aprendiendo. El nivel y la calidad de los especialistas que hay en España son altos y reconocidos a nivel internacional. La formación y los conocimientos que tienen los médicos españoles son extraordinarios.
Como presidente de la SEMICYUC ¿qué demandaría más: instalaciones para las unidades, nuevos fármacos, más profesionales, más medios?
En la atención a los pacientes graves que mayoritariamente se hacen en las UCI no hay un déficit global de especialistas, como ya he comentado. Eso sí, hay que entrar a valorar por zonas y CC.AA. Hace cinco años hicimos una valoración comunidad por comunidad de cómo estaban los médicos intensivistas con respecto a las necesidades que la población tenía. En líneas generales hay un moderado déficit, pero el número de profesionales que van a salir de las facultades está equilibrado y bastante bien adaptado, no sólo ahora sino de aquí a cinco años. Por supuesto, esto hay que ir reevaluándolo cada tres años, porque pueden cambiar las necesidades de la población, lo que obligaría a que los recursos se debieran adaptar a las nuevas necesidades. Pero, salvo determinadas zonas que son débilmente deficitarias, no hay carencia importante en personal, tal vez sí algo en material, pero, también depende. Para nosotros, lo más importante es formar a los especialistas.
Entonces, su apuesta clave pasa por mejorar la formación...
Sí. Queremos que los adjuntos jóvenes tengan mayores posibilidades de formación tanto en España como en otros países. Voy a seguir la labor iniciada por mis predecesores y espero que los que vengan después hagan lo mismo; estamos haciendo una apuesta importante en la formación desde la perspectiva de una doble vertiente: calidad en nuestro trabajo y seguridad en nuestros pacientes. Por las necesidades de nuestro trabajo utilizamos mucho material, muchas técnicas y hay que estar muy pendientes. Se forma al personal que trabaja en las UCI en la seguridad hasta conseguir que los errores sean los mínimos posibles y que los efectos adversos a las intervenciones que tenemos se minimicen.
Trabajan, entonces, con políticas muy rigurosas de calidad de atención al paciente, ¿no?
El año pasado de entre todas las sociedades científicas fuimos la que recibió el Premio a la Calidad a la excelencia otorgado por una fundación internacional independiente que otorga unos galardones anuales, que no conllevan remuneración económica alguna, pero sí el prestigio de una sociedad que está avalada por sus profesionales que ofrecen una atención de gran calidad.
La otra vertiente de su trabajo es la seguridad...
El pasado año la OMS en una de sus directivas se refería a la atención segura de los pacientes en todo el mundo, y junto con la Agencia de Calidad del Ministerio de Sanidad español utilizaron España como experiencia piloto en el mundo como modelo a seguir para disminuir las infecciones en las UCI, aprovechando que en nuestra sociedad estábamos haciéndolo desde hace 15 años. Además, acabamos de concluir un estudio de formación del personal de las unidades sobre la reducción de las infecciones.
La crisis lo inunda todo. Con la reducción de presupuestos en Sanidad, ¿su trabajo se puede ver afectado?
Estamos en una situación económica complicada. Todo dependerá de las prioridades que se establezcan a la hora de reducir gastos. Nosotros pensamos que la Sanidad es un bien, igual que la educación. Creemos que es lo último que debiera tocarse en España/Europa, ya que hemos tenido la suerte, la habilidad y el buen sentido común de construir un estado de bienestar que ahora, por una serie de avatares financieros que nos quedan muy lejos, puede verse afectando. Pensamos que hay zonas de mejoras, hay ineficiencia en algunos casos en los que se puede controlar el gasto. Pero en su conjunto, creemos que no deben reducirse ni el personal, ni el material o la formación... nada de lo que signifique la atención a la población en sus necesidades de salud. No creo que sea diferente en mi especialidad, en mi sociedad científica que en otras.
¿En esto están todos de acuerdo: médicos, sindicatos, colegios profesionales, sociedades científicas...?
Sí. Hay unanimidad. Evidentemente, habrá que entrar a ver cómo se mejora para hacer sostenible el sistema. Pero la mejora no implica reducción en su totalidad ni implica medidas de copago. En todos los sitios donde se ha establecido el copago se ha demostrado ineficaz. No tiene mucho sentido rebajar el gasto que se dedica en Sanidad, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos un punto por debajo del PIB del gasto en Sanidad con respecto a otros países de Europa. No hemos llegado aún a la media; bajo ningún concepto hay que rebajar el gasto.
Rozando la Bioética, cuándo un paciente llega a la UCI, ¿la edad es un factor que se sopesa en el coste económico del tratamiento?
En el coste económico, no. En la posibilidad de supervivencia, sí. Nosotros estamos preocupados desde hace décadas por los indicadores de gravedad de los enfermos, comparando esa gravedad de entrada con la supervivencia que tienen los pacientes, dependiendo de la puntuación en la escala de la gravedad. La edad es uno de los parámetros, pero no el único para limitar el ingreso de un paciente en intensivos. Hay una serie de factores que hacen que el porcentaje de supervivencia sea mayor o menor. En cuanto a la Bioética, todos los médicos estamos implicados, pero evidentemente tal vez nuestra especialidad más. En todas las UCI hay un comité de Bioética que con ligeras variaciones implica que cuando uno tiene dudas sobre la supervivencia de un paciente o si tiene que seguir utilizando medidas extraordinarias para que siga vivo, se tome una decisión sobre el caso de forma colegiada. Se llega, si es posible, a acuerdos con el enfermo, con la familia, para que no sea una decisión individual, sino del comité de Bioética que hay en todos los hospitales. Nosotros los tenemos desde hace años.
Salvar a una persona sin esperanza... ¿Aquí entraría el comité?
Entra más en decisiones sobre actitudes activas de tratamiento cuando se llega a la conclusión de que ya has hecho todo lo posible y no tiene posibilidades para el paciente. Se trataría de limitar los tratamientos, nunca alargarlos. Siempre se comenta con el paciente o si por su gravedad no puede, con la familia. Es algo que se hace de forma colegiada.
Cuando una persona entra en estas Unidades allí se le ofrecen unos tratamientos que van más allá de los fármacos, de las máquinas. ¿Es un tratamiento más humano?
Sí. En principio y dadas las características del paciente y de su familia, son situaciones muy estresantes y delicadas, en donde la ansiedad manifiesta es muy importante. Esto hace que los profesionales estemos volcados en la información que ofrecemos a la familia. De hecho, todos los días el médico que lleva al paciente le va dando a la familia las novedades del tratamiento, del diagnóstico, del pronóstico que pensamos que tiene el enfermo. Consideramos que la información es importante, así como la cercanía del personal sanitario, no sólo del médico, sino también de las enfermeras, celadores, auxiliares con el entorno familiar.
Hay un tema muy importante en todo proceso de enfermedad que es el dolor. ¿Cómo se maneja en las UCI?
Hacemos todo lo posible para eliminarlo y por lo menos que sea soportable. Muchos de los enfermos que tienen un traumatismo por diversas causas tienen un dolor grande; un postoperatorio puede provocarlo también, así como los pacientes que llegan con un fuerte dolor en el pecho, con una pancreatitis en el abdomen... El dolor es el síntoma que muchos de nuestros pacientes sufren en gran medida. Nosotros estamos entrenados para calmar ese dolor.
¿En las Unidades tratan la enfermedad, el dolor o ambas cosas a la vez?
Todo. Primero tratamos a un paciente que tiene una serie de complicaciones. Cada vez más las personas que ingresan en las Unidades -como en la mayoría de los hospitales- son mayores y tienen varias patologías. Estamos preparados para atender una dolencia de base y entrenados para tratar situaciones funcionales, a diagnosticarlas y tratarlas. Alguien que viene con un infarto, pero tiene riesgo al bajarle la tensión de hacer un fallo renal. Si le fallan los riñones se le conectará a un aparato de diálisis continua, si el paciente se nos ahoga le pondremos en un aparato de respiración artificial. En ocasiones el paciente puede tener varias patologías y fallarle bastantes órganos; lo que llamamos en clínica el fallo multiorgánico. Eso implica que varios especialistas estén colaborando con nosotros para atender globalmente al paciente que tiene una situación crítica y que hacemos lo posible para sacarlo adelante. Nunca hay que perder de vista la perspectiva de que se trata de un enfermo con unas necesidades y sentimientos especiales y con una familia en una situación delicada. Los intensivistas tratamos de abordar de forma integral lo que ese paciente tiene.
¿Cuáles son los retos de SEMICYUC para los próximos años?
Mejorar y mejorar la formación de los profesionales y aumentar la calidad de la atención a los pacientes, manteniendo una seguridad. Además, somos una especialidad abierta, transversal, que necesariamente tiene que colaborar con el resto de especialistas del hospital. No somos menos que nadie, pero tampoco más. Nuestra intención es aumentar nuestra presencia y estrechar lazos con la Federación Panamericana e Ibérica de Sociedades de Medicina Crítica y Terapia Intensiva (FEPIMCTI). Ya tenemos una presencia muy activa en la Sociedad Europea (ESICM) y se trata de mejorar e incrementar nuestra actividad en la World Federation of Societes of Intensive and Critical Care Medicine. La SEMICYUC tiene previstos convenios con el Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber) y el Consorcio público estatal de Apoyo a la Investigación Biomédica (Caiber) para contribuir a la innovación como retorno económico.
Aunque todos los médicos están acostumbrados a enfrentarse a situaciones difíciles, ¿es duro trabajar en una Unidad de Cuidados Intensivos?
Tiene momentos y episodios que son realmente duros, pero de cada diez pacientes que entran, nueve salen vivos y en unas condiciones similares a las que tenían antes de sufrir la enfermedad. Todos los pacientes que tratamos están muy graves y conseguir que salgan en buenas condiciones da a los profesionales unas satisfacciones superiores a las que se derivan del tratamiento de una dolencia banal. Por eso los intensivistas nos preparamos adecuadamente. Es una especialidad que tiene ya más de 30 años y contamos con un conocimiento amplio de las enfermedades. Nosotros somos el médico internista del paciente grave, el generalista del paciente grave. Tenemos una formación global. Los intensivistas cuando terminan los dos años de especialidad, que es la rotación, tienen otros tres años de estancia continuada en la Unidad de Cuidados Intensivos atendiendo a estos enfermos, siempre tutelados por uno de nosotros o por algún especialista que haya en la Unidad.
En general, ¿los pacientes conocen esta especialidad y, sobre todo, que la mayoría de los enfermos que entran en la UCI se salvan?
Ese es el mensaje que queremos lanzar a la sociedad. La mayoría de la gente piensa que la UCI es un lugar al que uno va cuando está muy mal y no sale de allí. Es un tremendo error. Si una persona no tiene posibilidad de salir, no ingresa. Todo el que entra cuenta con una opción por escasa que sea y una amplia mayoría sale vivo y bien. Lo cierto es que la UCI es vida; tenemos que conseguir que la sociedad se desprenda del miedo generalizado que existe hacia esta especialidad médica.
¿En qué nivel se pueden colocar las UCI en cuanto a tecnología, personal...?
Creo que estamos en la cúpula de lo que es la pirámide asistencial, aunque no tengamos más méritos que otros especialistas. De hecho, tan especialista como el de Cuidados Intensivos lo es el médico de familia. En ocasiones no se le valora los conocimientos que adquiere y la importancia que tiene en el sistema sanitario. Sin embargo, el médico de familia hace el examen MIR que es tan duro para ellos como para otros y hace una rotación y unos años de entrenamiento en el hospital y fuera de ellos, pero es tan especialista como nosotros los intensivistas. Por cada enfermo que nosotros atendemos, los de familia igual ven a 90. Desde el punto de vista asistencial probablemente sea más importante la labor del médico de familia que un buen intensivista, aunque tampoco quiero quitar méritos a mi especialidad. Estamos en la parte más técnica y los enfermos son los que tienen más problemas, por eso a veces se tiende a magnificar nuestra labor.
¿Y no lo es?
Sí. Es importante en la medida que hemos de hacerla bien y en que los enfermos están muy graves. Pero no somos más importantes que otras especialidades que hay en el sistema sanitario español que es francamente muy bueno.
¿En su especialidad hacen falta más recursos humanos? ¿Es una formación muy costosa?
No. Por ahora no se necesitan más. La preparación es costosa en la medida en que es una formación tutelada en donde el que la recibe no solamente no paga para aprender, sino que cobra un sueldo porque está haciendo una labor asistencial a la vez que docente. La preparación supone un gasto para las arcas del Estado, porque formar a un facultativo supone seis años en una facultad de Medicina en donde lo que el estudiante paga es menos de la décima parte de lo que realmente le cuesta al país su preparación, una inversión en formación que pagamos todos los españoles. Después siguen otros cinco años aprendiendo. El nivel y la calidad de los especialistas que hay en España son altos y reconocidos a nivel internacional. La formación y los conocimientos que tienen los médicos españoles son extraordinarios.
Como presidente de la SEMICYUC ¿qué demandaría más: instalaciones para las unidades, nuevos fármacos, más profesionales, más medios?
En la atención a los pacientes graves que mayoritariamente se hacen en las UCI no hay un déficit global de especialistas, como ya he comentado. Eso sí, hay que entrar a valorar por zonas y CC.AA. Hace cinco años hicimos una valoración comunidad por comunidad de cómo estaban los médicos intensivistas con respecto a las necesidades que la población tenía. En líneas generales hay un moderado déficit, pero el número de profesionales que van a salir de las facultades está equilibrado y bastante bien adaptado, no sólo ahora sino de aquí a cinco años. Por supuesto, esto hay que ir reevaluándolo cada tres años, porque pueden cambiar las necesidades de la población, lo que obligaría a que los recursos se debieran adaptar a las nuevas necesidades. Pero, salvo determinadas zonas que son débilmente deficitarias, no hay carencia importante en personal, tal vez sí algo en material, pero, también depende. Para nosotros, lo más importante es formar a los especialistas.
Entonces, su apuesta clave pasa por mejorar la formación...
Sí. Queremos que los adjuntos jóvenes tengan mayores posibilidades de formación tanto en España como en otros países. Voy a seguir la labor iniciada por mis predecesores y espero que los que vengan después hagan lo mismo; estamos haciendo una apuesta importante en la formación desde la perspectiva de una doble vertiente: calidad en nuestro trabajo y seguridad en nuestros pacientes. Por las necesidades de nuestro trabajo utilizamos mucho material, muchas técnicas y hay que estar muy pendientes. Se forma al personal que trabaja en las UCI en la seguridad hasta conseguir que los errores sean los mínimos posibles y que los efectos adversos a las intervenciones que tenemos se minimicen.
Trabajan, entonces, con políticas muy rigurosas de calidad de atención al paciente, ¿no?
El año pasado de entre todas las sociedades científicas fuimos la que recibió el Premio a la Calidad a la excelencia otorgado por una fundación internacional independiente que otorga unos galardones anuales, que no conllevan remuneración económica alguna, pero sí el prestigio de una sociedad que está avalada por sus profesionales que ofrecen una atención de gran calidad.
La otra vertiente de su trabajo es la seguridad...
El pasado año la OMS en una de sus directivas se refería a la atención segura de los pacientes en todo el mundo, y junto con la Agencia de Calidad del Ministerio de Sanidad español utilizaron España como experiencia piloto en el mundo como modelo a seguir para disminuir las infecciones en las UCI, aprovechando que en nuestra sociedad estábamos haciéndolo desde hace 15 años. Además, acabamos de concluir un estudio de formación del personal de las unidades sobre la reducción de las infecciones.
La crisis lo inunda todo. Con la reducción de presupuestos en Sanidad, ¿su trabajo se puede ver afectado?
Estamos en una situación económica complicada. Todo dependerá de las prioridades que se establezcan a la hora de reducir gastos. Nosotros pensamos que la Sanidad es un bien, igual que la educación. Creemos que es lo último que debiera tocarse en España/Europa, ya que hemos tenido la suerte, la habilidad y el buen sentido común de construir un estado de bienestar que ahora, por una serie de avatares financieros que nos quedan muy lejos, puede verse afectando. Pensamos que hay zonas de mejoras, hay ineficiencia en algunos casos en los que se puede controlar el gasto. Pero en su conjunto, creemos que no deben reducirse ni el personal, ni el material o la formación... nada de lo que signifique la atención a la población en sus necesidades de salud. No creo que sea diferente en mi especialidad, en mi sociedad científica que en otras.
¿En esto están todos de acuerdo: médicos, sindicatos, colegios profesionales, sociedades científicas...?
Sí. Hay unanimidad. Evidentemente, habrá que entrar a ver cómo se mejora para hacer sostenible el sistema. Pero la mejora no implica reducción en su totalidad ni implica medidas de copago. En todos los sitios donde se ha establecido el copago se ha demostrado ineficaz. No tiene mucho sentido rebajar el gasto que se dedica en Sanidad, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos un punto por debajo del PIB del gasto en Sanidad con respecto a otros países de Europa. No hemos llegado aún a la media; bajo ningún concepto hay que rebajar el gasto.
Rozando la Bioética, cuándo un paciente llega a la UCI, ¿la edad es un factor que se sopesa en el coste económico del tratamiento?
En el coste económico, no. En la posibilidad de supervivencia, sí. Nosotros estamos preocupados desde hace décadas por los indicadores de gravedad de los enfermos, comparando esa gravedad de entrada con la supervivencia que tienen los pacientes, dependiendo de la puntuación en la escala de la gravedad. La edad es uno de los parámetros, pero no el único para limitar el ingreso de un paciente en intensivos. Hay una serie de factores que hacen que el porcentaje de supervivencia sea mayor o menor. En cuanto a la Bioética, todos los médicos estamos implicados, pero evidentemente tal vez nuestra especialidad más. En todas las UCI hay un comité de Bioética que con ligeras variaciones implica que cuando uno tiene dudas sobre la supervivencia de un paciente o si tiene que seguir utilizando medidas extraordinarias para que siga vivo, se tome una decisión sobre el caso de forma colegiada. Se llega, si es posible, a acuerdos con el enfermo, con la familia, para que no sea una decisión individual, sino del comité de Bioética que hay en todos los hospitales. Nosotros los tenemos desde hace años.
Salvar a una persona sin esperanza... ¿Aquí entraría el comité?
Entra más en decisiones sobre actitudes activas de tratamiento cuando se llega a la conclusión de que ya has hecho todo lo posible y no tiene posibilidades para el paciente. Se trataría de limitar los tratamientos, nunca alargarlos. Siempre se comenta con el paciente o si por su gravedad no puede, con la familia. Es algo que se hace de forma colegiada.
Cuando una persona entra en estas Unidades allí se le ofrecen unos tratamientos que van más allá de los fármacos, de las máquinas. ¿Es un tratamiento más humano?
Sí. En principio y dadas las características del paciente y de su familia, son situaciones muy estresantes y delicadas, en donde la ansiedad manifiesta es muy importante. Esto hace que los profesionales estemos volcados en la información que ofrecemos a la familia. De hecho, todos los días el médico que lleva al paciente le va dando a la familia las novedades del tratamiento, del diagnóstico, del pronóstico que pensamos que tiene el enfermo. Consideramos que la información es importante, así como la cercanía del personal sanitario, no sólo del médico, sino también de las enfermeras, celadores, auxiliares con el entorno familiar.
Hay un tema muy importante en todo proceso de enfermedad que es el dolor. ¿Cómo se maneja en las UCI?
Hacemos todo lo posible para eliminarlo y por lo menos que sea soportable. Muchos de los enfermos que tienen un traumatismo por diversas causas tienen un dolor grande; un postoperatorio puede provocarlo también, así como los pacientes que llegan con un fuerte dolor en el pecho, con una pancreatitis en el abdomen... El dolor es el síntoma que muchos de nuestros pacientes sufren en gran medida. Nosotros estamos entrenados para calmar ese dolor.
¿En las Unidades tratan la enfermedad, el dolor o ambas cosas a la vez?
Todo. Primero tratamos a un paciente que tiene una serie de complicaciones. Cada vez más las personas que ingresan en las Unidades -como en la mayoría de los hospitales- son mayores y tienen varias patologías. Estamos preparados para atender una dolencia de base y entrenados para tratar situaciones funcionales, a diagnosticarlas y tratarlas. Alguien que viene con un infarto, pero tiene riesgo al bajarle la tensión de hacer un fallo renal. Si le fallan los riñones se le conectará a un aparato de diálisis continua, si el paciente se nos ahoga le pondremos en un aparato de respiración artificial. En ocasiones el paciente puede tener varias patologías y fallarle bastantes órganos; lo que llamamos en clínica el fallo multiorgánico. Eso implica que varios especialistas estén colaborando con nosotros para atender globalmente al paciente que tiene una situación crítica y que hacemos lo posible para sacarlo adelante. Nunca hay que perder de vista la perspectiva de que se trata de un enfermo con unas necesidades y sentimientos especiales y con una familia en una situación delicada. Los intensivistas tratamos de abordar de forma integral lo que ese paciente tiene.
¿Cuáles son los retos de SEMICYUC para los próximos años?
Mejorar y mejorar la formación de los profesionales y aumentar la calidad de la atención a los pacientes, manteniendo una seguridad. Además, somos una especialidad abierta, transversal, que necesariamente tiene que colaborar con el resto de especialistas del hospital. No somos menos que nadie, pero tampoco más. Nuestra intención es aumentar nuestra presencia y estrechar lazos con la Federación Panamericana e Ibérica de Sociedades de Medicina Crítica y Terapia Intensiva (FEPIMCTI). Ya tenemos una presencia muy activa en la Sociedad Europea (ESICM) y se trata de mejorar e incrementar nuestra actividad en la World Federation of Societes of Intensive and Critical Care Medicine. La SEMICYUC tiene previstos convenios con el Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber) y el Consorcio público estatal de Apoyo a la Investigación Biomédica (Caiber) para contribuir a la innovación como retorno económico.
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