Expertos insisten en que hay que promover la colaboración público-privada para garantizar la sostenibilidad de la I+D biomédica
Madrid (24/09/2013) - Ana Montero
Así se ha concluido en el primer Desayuno Científico, “¿La investigación biomédica es una buena inversión social?”, organizado por la Universidad Francisco de Vitoria, una jornada de discusión científica en la que se han analizado los factores que dificultan o favorecen que la investigación biomédica produzca retornos sociales e impacto en la salud. Durante el encuentro, se ha reflexionado acerca del peso de las publicaciones en la carrera de investigador y en la financiación de proyectos; sobre el desarrollo de métodos científicos que permitan objetivar los retornos I+D; la globalización de la investigación; la necesidad de potenciar la formación en investigación; y la oportunidad de encontrar la convergencia de intereses entre el sector público y el privado
Enmarcado en las actividades de divulgación científica y de promoción del conocimiento del programa “Innovación en salud e investigación clínica de la Universidad Francisco de Vitoria” ha surgido el Programa: “Desayunos Científicos UFV”, un encuentro en el que expertos de los distintos sectores implicados en la investigación en nuestro país se han reunido para poner el foco en una temática de actualidad como es el retorno de la inversión de los recursos destinados a una actividad estratégica y con un potencial de impacto social tan importante como es el de la investigación biomédica.
Retorno de la inversión
Por otra parte, García-Echániz ha reconocido que la Administración no tiene costumbre de medir los retornos de su inversión en I+D, “es una asignatura pendiente”, matizaba, al tiempo que señalaba que “al igual que la industria pone en marcha estudios de retorno de la inversión, el sector público también debería hacerlo”. Al hilo, la Dra. Rabadán-Diehl ha recordado que hace 20 años, en Estados Unidos, se dobló el presupuesto en investigación biomédica y ahora se están recogiendo los resultados, “es muy importante que en la financiación pública participen otros agentes privados que garanticen el proyecto”. En otro orden de cosas, también intervenía Juan Álvarez, director médico en Pfizer, quien defendía la importancia de patentar y que, a su vez, recordaba que “es necesario garantizar una masa crítica para investigar, y que los centros sean potentes, con programas de investigación amplios”.
En este sentido, ante la pregunta de si la investigación biomedica es una buena inversión social, todos los expertos han coincido en afirmar que sí, pero con matices, “la investigación biomédica es siempre necesaria, pero la pregunta es si es o no rentable”, señalaba Joaquín Casariego, ex Director General de CAIBER, actualmente director de Desarrollo de la Facultad de Ciencias Biosanitarias de la Universidad Francisco de Vitoria, CEO fundador de Aldebaran R&D, y moderador del evento en el que han participado Alfonso Beltrán García-Echániz, subdirector general de Programas Internacionales de Investigación y Relaciones Institucionales del Instituto de Salud Carlos III de Madrid; la Dra. Cristina Rabadán-Diehl, subdirectora de la Oficina de Salud Global del NHLBI-NIH de EE.UU., y José A. Sacristán, director médico de Lilly.
Así pues, en esta línea, los expertos se han planteado si se está investigando en lo que realmente hace falta, para dar respuestas a problemas de salud, o se está investigando sólo para publicar, “hay que reflexionar sobre el peso de las publicaciones en la carrera de investigador y en la financiación de proyectos”, reconocía la Dra. Rabadán-Diehl. Por su parte, el subdirector general de Programas Internacionales de Investigación y Relaciones Institucionales del Instituto de Salud Carlos III de Madrid señalaba que “para publicar hay que investigar, pero el momento actual es difícil en cuanto a financiación, por tanto, hay que poner encima de la mesa qué oportunidades hay”. Asimismo, Sacristán ha defendido que hay que poner el foco, y la financiación, en estudios que sean relevantes en el beneficio de los pacientes, ya que en investigación biomédica lo relevante son los resultados finales, es decir, el impacto en los pacientes, “tenemos que considerar a los pacientes como una variable a medir en la investigación, antes se medían variables que interesaban a clínicos, reguladores, investigadores, ahora se está trabajando en aquellas que afectan a los pacientes, tales como la calidad de vida, la satisfacción con los tratamientos, las complicaciones que impactan en su funcionalidad social…”.
Otra cuestión que ha surgido en el debate ha sido la necesidad de valorar la productividad del equipo investigador y de evaluar cómo captar el valor añadido del mismo, “es importante publicar, pero lo es más compartir con equipos de investigación y desarrollar un trabajo en red”, argumentaba la Dra. Rabadán-Diehl.
Por otra parte, García-Echániz ha reconocido que la Administración no tiene costumbre de medir los retornos de su inversión en I+D, “es una asignatura pendiente”, matizaba, al tiempo que señalaba que “al igual que la industria pone en marcha estudios de retorno de la inversión, el sector público también debería hacerlo”. Al hilo, la Dra. Rabadán-Diehl ha recordado que hace 20 años, en Estados Unidos, se dobló el presupuesto en investigación biomédica y ahora se están recogiendo los resultados, “es muy importante que en la financiación pública participen otros agentes privados que garanticen el proyecto”. En otro orden de cosas, también intervenía Juan Álvarez, director médico en Pfizer, quien defendía la importancia de patentar y que, a su vez, recordaba que “es necesario garantizar una masa crítica para investigar, y que los centros sean potentes, con programas de investigación amplios”.
“Investigar garantizando un retorno, con o sin interés comercial, es la base de su sostenibilidad”, ha defendido Sacristán, algo que no han compartido alguno de los asistentes al encuentro, para quienes “no siempre el retorno debería ser una medida adecuada”. También han considerado que la motivación de los científicos no está bien focalizada, “ahora lo es la publicación, para obtener financiación pública y prestigio, y, en este sentido, las patentes podrían ser una motivación, pero luego hay que ver si se saca provecho a la investigación”, han defendido. Igualmente, se ha apuntado que en tiempos de recortes es muy difícil justificar la pérdida de oportunidad si de deja de hacer investigación.
Igualmente, una experta ha manifestado que es muy difícil mostrar una evidencia sobre la valoración económica de los retornos de la inversión, “hay que desarrollar métodos científicos que permitan objetivar los retornos en I+D”.
Colaboración público-privadaA nadie se le escapa que la escasez de recursos en I+D es una realidad, de ahí que las fórmulas de colaboración-público privada se postulen como una alternativa a tener en cuenta. “Hay que buscar la convergencia de intereses entre el sector público y privado y dejar que surjan con espontaneidad, la colaboración no debe ser forzada”, ha asegurado Sacristán. Del mismo modo, el experto ha defendido la necesidad de una colaboración privada-privada, para poner en común procesos, por ejemplo, en el desarrollo de biomarcadores o de creación de bases de datos con investigadores y centros de excelencia; y, también se ha mostrado partidario de una colaboración pública-pública, basada en intereses y necesidades comunes. De la misma opinión es la subdirectora de la Oficina de Salud Global del NHLBI-NIH de EE.UU. quien ha asegurado que, en esa búsqueda de prioridades y puntos en común, “no hay que esperar a que las alianzas surjan, hay que establecer un plan estratégico para que la colaboración público-privada pueda desarrollarse”.
En la misma línea intervenía García-Echániz quien subrayaba la importancia de una planificación estratégica, con objetivos comunes, para que se pueda gestar esa colaboración. Además, el experto ha explicado que el sector público tiene capacidad de incentivar al sector privado para impulsar la investigación biomédica, “y apalancar sus recursos”, según sus propias palabras.
En este contexto de colaboración público-privada se ha puesto en valor el papel de las asociaciones de pacientes. Un ejemplo de ello son los datos aportados por la Asociación Europea de Leucodistrofia que evidencian lo que cuesta un niño afectado por este tipo de patologías, y que ha de ser tratado, con un coste total de 160.000 euros anuales, frente a los 2,5 millones de euros que se han invertido en investigación, “no es un acto de fe, se puede demostrar con datos que la inversión en investigación es rentable”, han defendido desde la Asociación. Otros participantes han señalado que la colaboración público-privada debe ser “abierta y transparente” y en beneficio de los pacientes.
En otro orden de cosas, se ha reclamado una supraestructura internacional para hacer frente a necesidades y retos globales, “estamos en un mundo globalizado en el que, puesto que las enfermedades son las mismas, sería interesante un paraguas internacional para concentrar los recursos y no diluirlos, para desarrollar programas conjuntos y así generar ahorros”, ha argumentado Sacristán, quien también ha aseverado que el hecho de que la investigación sea global, tanto la básica como la clínica, no es excusa para que localmente las cosas bien no se hagan. En este contexto, la Dra. Rabadán ha defendido la oportunidad de una investigación global, donde los gobiernos impulsen alianzas y se comparta información, pero donde, a la hora de implementar los programas, también se tengan en cuenta las realidades y necesidades de los diferentes territorios.
Por último, los expertos han abordado el tema de la formación en investigación y, al respecto, han reconocido que la gestión en la investigación es una asignatura pendiente desde la Universidad, “la industria farmacéutica busca profesionales en salud con formación en gestión de I+D”, ha destacado García-Echániz. “La formación es el valor en el que se fundamenta el éxito de la I+D”, concluía José Antonio Sacristán.
En otro orden de cosas, sobre la mesa se han puesto algunas cuestiones, tales como si se puede evaluar o no económicamente la vida humana, “hay esfuerzos por darle valor a la vida humana y los análisis económicos van en este sentido, la cifra que se utiliza es de 50.000 dólares por año de vida ganado”, informaba Sacristán; sobre si hay o no una tendencia a la desinversión en temas de salud y una mala redistribución de los recursos; sobre la necesidad de investigar en red; acerca de la promoción y prevención de la salud como reto fundamental de las políticas de Salud Pública de los países, donde el abordaje debe ser interdepartamental y donde se integren otros agentes, además de los sanitarios, como son el educativo, el alimentario, el medioambiental, etc…
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