Soy un cerebro fugado
El principal problema para los jóvenes investigadores en España es que, tras sus primeros años de despegue en la ciencia, no tienen posibilidades de continuar, explica un matemático desde Japón
Tras poco más de un mes de vivir en el extranjero creo que es hora de que escriba esta carta. Soy uno de los cerebros españoles que se han ido a trabajar a otro país y os puedo confirmar que la hierba es más verde por aquí.
Tras formarme durante varios años en el extranjero, conseguí fondos de la Unión Europea y la Generalitat de Cataluña para poder trabajar en Barcelona (la ciudad donde crecí). Es un programa destinado a investigadores que viven en el extranjero y quieren volver a casa; te cubren el sueldo un par de años durante los cuales tienes que investigar y buscar otras fuentes de financiación. Desde aquí quiero darles las gracias a ambas instituciones por apoyarme. Esta oportunidad ha sido muy buena para mi, pero lamentablemente tengo que decirles que tal como está planteado, este programa no puede funcionar.
El problema principal es que no existen opciones para continuar. Tras estos dos años, lo mejor a lo que puedo optar es a escribir más y más solicitudes hasta que en el mejor de los casos, consiga financiación similar para subsistir durante un par de años más. Para que os hagáis una idea, esta beca está pensada para investigadores con poca experiencia. Pero hay tan pocas opciones que entre los seleccionados había compañeros con 10 años de experiencia. Con ese nivel de competencia, ¿cómo puede conseguir la beca un recién graduado?
Todos estos puestos tienen duración fija y en la mayoría te piden que te desplaces como mínimo de centro, lo que, en muchos casos suele implicar un cambio de la ciudad de residencia. En los últimos años he tenido que cambiar de institución cuatro veces y mudar otras tantas. Y el futuro no depara nada mejor: si quiero seguir trabajando como investigador debo seguir con estas condiciones durante varios años más. Tampoco hablaré de las dificultades burocráticas. Otra investigadora ya dejó muy claro hace unos meses lo atrasados que estamos en España comparación con otros países.
Hace unos meses me llegó una carta de Japón. Un conocido de un conocido va a abrir un centro de investigación y quiere que vaya a trabajar con él. Apenas lo conozco, pero ha visto mi curriculo y me ofrece una plaza de profesor. Acepté. Ni que decir que las condiciones aquí son mucho mejores. No vamos a ofender comparando sueldos, financiación para cubrir los gastos que salgan en investigación, instalaciones, material, etcétera. Sólo diré que una de las primeras cosas que he hecho al llegar fue conseguir fondos para traer a otros investigadores. La intención es que se vengan un par de meses, conozcan el entorno y, si todo va bien, ofrecerles un puesto de trabajo. De golpe paso de ser un investigador con un futuro incierto, a ser aquel que da futuro a otros.
Me considero un buen investigador pero en absoluto soy extraordinario. ¿Cómo que es estaban tan interesados en mí mientras que en casa apenas puedo conseguir dos años de financiación? ¿No les quedan investigadores en Japón?
Sin duda una parte es debido a como se evalúan a los investigadores en España. Trabajo en geometría computacional, una disciplina a caballo entre informática y matemáticas. Esta disciplina tiene muchas aplicaciones (por ejemplo, el cálculo del camino más corto para un GPS, o algoritmos para reducir el consumo de batería en móviles). Aun así la comunidad es tan pequeña que no tenemos revistas de gran impacto. En España la calidad de un investigador se mide casi exclusivamente por el número de publicaciones en revistas de alto calibre (como Natureo Science), lo que hace imposible que alguien de mi campo pueda competir con investigadores que trabajen en disciplinas más conocidas.
Aún si ignoramos la gran diferencia en los criterios de evaluación, ¿cómo es que en Japón pueden contratar a investigadores del extranjero mientras los de aquí se van fuera? Por supuesto Japón es un país puntero y con más recursos, pero lo cierto es su economía no está muy boyante (de hecho Japón lleva más de 10 años de recesión). Creo que la diferencia importante entre ambos países está en cómo organizan los recursos que tienen.
En España cuesta encontrar un día en el que los titulares de las noticias no sea sobre algún caso de corrupción. Los políticos sencillamente lo desmienten y siguen como si tal cosa. Por supuesto, Japón no es ajeno a la corrupción, pero al menos cuando descubren a alguien, ese político pide disculpas, se inicia una investigación, ofrece trabajar gratis, y al final dimite.
Lo que me lleva al objetivo de esta carta. No tengo ninguna esperanza de que esta carta influya a ningún político, ni a nadie con el poder de cambiar la situación. Si os digo la verdad, hace tiempo perdí la esperanza de que vayan a arreglar el país. Creo que sólo les importamos un día cada cuatro años: ese día en que tenemos la opción de elegir un papelito votando al equipo rojo o azul. Y lo cierto es que cada vez creo que eso importa menos. Según yo veo, hay muy pocos políticos con ganas de mejorar las cosas. Y los pocos interesados no tienen el poder de hacerlo.
Esta carta va dirigida a la sociedad. Creo que alejarme del circo en el que se ha convertido la política española es una de las mejores inversiones que he hecho jamás. No os mentiré: no es fácil cortar lazos y marcharse de casa, pero lo cierto es que creo que vale la pena. Mi consejo es que si te estás planteando buscarte la vida en el extranjero, te lo mires muy en serio. De hecho, si te interesa Japón y te dedicas a la investigación, mándame un correo. Obviamente, la contratación en sí dependerá de tu currículo, pero al menos puedo ayudarte con la barrera del idioma y/o presentándote opciones.
Matias Korman es profesor asistente en el Instituto Nacional de Informática (Tokio).
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