Grupos de terapia para cuidadores de pacientes con alzhéimer
La Obra Social de "la Caixa” impulsa un proyecto para comprobar los beneficios de las sesiones conjuntas para los familiares
Los últimos catorce años de la vida de Matilde Martínez los ha pasado cuidando a su madre, enferma de alzhéimer. Ahora, a sus 72 años de edad, es su esposo quien requiere de sus atenciones por padecer la misma enfermedad. A la atrofia progresiva del cerebro de los pacientes de alzhéimer hay que sumar el deterioro físico y psicológico de sus cuidadores, personas que, como Matilde, se convierten en apoyos fundamentales para los enfermos. Se calcula que en España hasta 500.000 personas se ocupan de cuidar a enfermos de alzhéimer, según Jaime Lanaspa, director general de la Fundación “la Caixa”, durante la presentación del nuevo proyecto de la entidad.
De la mano de la Fundación Pasqual Maragall, Obra social “la Caixa” ha puesto en marcha una investigación sobre los beneficios de los grupos terapéuticos para cuidadores de personas con alzhéimer. Con el interés centrado en el colectivo, el proyecto pretende demostrar de manera científica que las sesiones de terapia grupal son de ayuda para quienes atienden a diario a sus familiares enfermos para “convertirlas en una realidad”. Es una idea “científicamente útil y deseable”, ha afirmado Lanaspa.
Por su parte, el director general de la Fundación Pasqual Maragall, Jordi Camí, ha hecho explícito su deseo de constatar “a partir del rigor científico” la bondad de las terapias de cara a los cuidadores y a su estado físico y mental. Camí ha asegurado que el deterioro que sufren las personas a cargo de los pacientes de alzhéimer es “devastador”: hasta un 94% de cuidadores padecen problemas psicológicos y un 80% arrastra también consecuencias de desgaste físico.
El periplo que emprenden los familiares más cercanos de los pacientes no deja demasiadas opciones a los cuidadores. A Matilde Martínez la acompañan en las sesiones Pilar Sánchez y Ana María Vieitez, entre otros compañeros. Forman parte de las 226 personas que participan en el proyecto impulsado por la Obra Social y la Fundación Pasqual Maragall, que cuenta con 24 grupos terapéuticos en toda España. Matilde (72), Pilar (59) y Ana María (38) se han conocido durante la investigación y coinciden en que es útil reunirse para “compartir experiencias y dejarse ayudar”.
Aprender a relajarse, conocer mejor la enfermedad, comprender a qué se enfrentan los cuidadores y controlar sus sentimientos son algunas de las tareas que se llevan a cabo durante las sesiones. “En pocas semanas he descubierto que si le canto a mi madre se relaja”, confiesa Ana María, quien a los 32 años recibió el varapalo al ver a su madre con inicio de alzhéimer. La mujer, madre de familia y trabajadora, hace más de 5 años que convive con la enfermedad y aun así valora positivamente lo que ha logrado tras comenzar la terapia grupal. “Me he sentido muy desorientada durante estos años, ahora veo que hay gente que siente como yo y le pasa lo que a mí”, dice.
Pilar afirma de manera contundente que ha sentido una “depresión profunda” muy prolongada. “Te gritan, te insultan, y son las personas que más quieres en la vida”, explica. No obstante, asegura que ha aprendido a ver siempre “el lado positivo” de las cosas. “¿Cómo vas a tirar la toalla?”, dice. Pilar agradece mucho las sesiones grupales porque “se aprende mucho de las experiencias de los demás”. Esta barcelonesa paga 850 euros al mes por mantener a su madre en un centro de día (nueve horas diarias). La mujer lamenta que los recursos sean escasos y que la administración no prepare a los cuidadores ni ponga a su disposición información sobre la enfermedad y los pasos a seguir para enfrentarla. “Nosotros no somos profesionales, solo contamos con el amor que le tenemos a nuestros familiares”, afirma.
La situación de Matilde es especialmente delicada porque se trata de un cónyuge quien ha caído enfermo, lo cual “ha destrozado y arrebatado” todo posible plan de futuro de la cuidadora. Matilde afirma que es muy duro aceptar que “nunca podrás tomarte un café” con el familiar, porque la enfermedad avanza y no se detiene. La mujer declara que “las charlas son fabulosas” y que le han ayudado a superar la “pena tremenda” que le ha supuesto afrontar por segunda vez en su vida el alzhéimer, que “ya le quitó el final de la vida a mi madre”, explica.
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