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16 AGO 2011 10:09
Antoni Trilla
¿En qué nos afecta directamente? ¿Cómo se encuentra nuestro sistema sanitario? Antoni Trilla, jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, comenta la cara más cotidiana de la salud pública en el mundo.
En Somalia, casi cuatro millones de personas están en riesgo de sufrir malnutrición. La malnutrición es un factor bien conocido y potente que predispone a contraer también enfermedades infecciosas, que son más graves en este grupo de población, al mismo tiempo que empeoran la propia malnutrición. Una de las prioridades sanitarias actuales incluye pues la prevención y tratamiento de la malnutrición y sus complicaciones, es decir, la prevención y tratamiento de algunas enfermedades infecciosas, como el sarampión o el cólera, y también la provisión de cuidados especiales a las mujeres embarazadas y a los recién nacidos. En el sur del país, las cifras de mortalidad antes de los cinco años de vida (un índice de salud muy comúnmente empleado) indican que fallecen entre 4 y 12 niños por cada 10.000 menores y día.
El conflicto, crónico e incomprensible para muchos de nosotros, que vive la región desde hace años supone los desplazamientos masivos en un intento de evitar tanto la sequía como la guerra. Estos desplazamientos humanos suponen un riesgo adicional de transmisión de enfermedades infecciosas, al asociarse a malas condiciones sanitarias, falta de agua potable y falta de acceso a cuidados sanitarios adecuados en muchos campos de refugiados.
La OMS y la UNICEF están intentando coordinar esfuerzos con otros organismos y gobiernos para poder ofrecer una respuesta adecuada, tanto dentro de la propia Somalia como en los países fronterizos. Una de las primeras medidas adoptadas ha sido iniciar una campaña masiva de vacunación (más de un millón de niños) frente a la poliomielitis y el sarampión en los campos de refugiados de Dadaab y en la frontera con Kenia.
La OMS ha proporcionado medicamentos esenciales (tratamientos contra la malnutrición y la diarrea, fundamentalmente) para ayudar a los refugiados. También se han enviado tratamientos para el cólera, otra enfermedad infecciosa que se ha presentado en la zona (más de 2.700 casos graves) así como suministros para comprobar la calidad del agua y más personal sanitario. Sin embargo, las necesidades son muy superiores a los medios desplegados hasta ahora. El coste global del control sanitario de esta emergencia superará los 30 millones de dólares y se dispone solo de 6 millones de dólares.
Las imágenes de niños Somalíes en los campos de refugiados, con malnutrición grave y las moscas volando y posándose sobre sus caras, son habituales en los telediarios. Estos días se ha comentado la amenaza adicional que para ellos, los más pobres entre los pobres, supone una epidemia de sarampión. El sarampión es una enfermedad transmisible y prevenible con una vacuna que es segura y eficaz. Lo mismo vale para la poliomielitis. Muchos niños morirán por estas enfermedades o sufrirán casos graves de las mismas.
Cuando leo estas noticias y veo la televisión, no puedo más que preguntarme en qué sociedad vivimos realmente. En Europa gozamos de una situación sanitaria excelente, con unas coberturas vacunales que han permitido prácticamente eliminar la poliomielitis y que, hasta hace un par de años, nos habían acercado al control efectivo del sarampión (ahora tenemos más de 25.000 casos en los últimos dos años).
¿Qué hacen algunos ciudadanos de Europa, padres de niños que tienen a su alcance toda la tecnología y medios del sistema sanitario público y privado? Cuestionan la eficacia y la seguridad de las vacunas y, sin tener para nada en cuenta que el control de estas enfermedades se basa en alcanzar coberturas adecuadas para toda la población (aquí jugamos todos el mismo partido, por mucho que se invoque la libertad individual a decidir) optan por no vacunar a sus hijos. No vacunarles no les protegerá del autismo ni de ninguna rara enfermedad autoinmune o intoxicación por productos 'venenosos'. Las vacunas no se asocian a ninguna de estas enfermedades. No vacunarles colocará a sus hijos en riesgo de sufrir sarampión o poliomielitis, por usar los mismos ejemplos, y transmitirlo, evitando o retrasando su control efectivo. Si quieren ver lo que supone 'pasar la enfermedad de forma natural' (que según ellos es 'mejor' para inmunizarse), les recomendaría una estancia en los campos de refugiados de Somalia.
Créanme: este es un mundo maravilloso, pero a veces, muy injusto, demasiado injusto.
Lo que algunos rechazan sin fundamento científico alguno, otros lo necesitan para sobrevivir más allá de los cinco años de vida.
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