“Cada número es una persona, una familia que deja todo”
Ismael Lobatón Tapia es coordinador de la Asamblea de la Cruz Roja de Tarifa
Cándido Romaguera Algeciras 14 SEP 2013 - 19:42 CET
El fenómeno de la inmigración procedente del norte de África ha vuelto a cobrar especial relevancia a lo largo de este verano. En los meses de julio y agosto, la Cruz Roja de Tarifa (Cádiz) se ha visto obligada a atender a más de 300 personas que, tras una tortuosa travesía, llegaron exhaustas a tierra después de ser rescatadas en las aguas del Estrecho de Gibraltar. Ismael Lobatón Tapia es un joven de 23 años que desde los 16 ha ido forjando sus inquietudes y su necesidad de ayudar a los demás en la zona. El tercero de cuatro hermanos, desde hace ocho años, sigue la senda que le enseñó su padre, ya fallecido, dedicando su tiempo libre al voluntariado. Este estudiante de tercero de Derecho en la Universidad de Cádiz, lleva desde 2005 coordinando la labor de los 220 voluntarios con los que cuenta la Asamblea de la Cruz Roja en su Tarifa natal, como jefe del equipo de Reacción Inmediata.
Pregunta: ¿Ha sido un verano duro?
Respuesta: Se ha registrado un repunte de inmigrantes, pero no ha sido algo que no podamos llevar. Otros años ha habido momentos peores.
P. ¿Cuándo?
R. Cuando empezó la inmigración, a finales de la década de los 90 y en 2003, cuando se creó el Equipo de Reacción Inmediata a la inmigración. Recuerdo que un fin de semana llegaron hasta mil inmigrantes. Ahora, han crecido los medios y el número de voluntarios y podemos atender a una cantidad así sin grandes problemas.
P. ¿Cuentan con los medios necesarios para atender a los inmigrantes?
R. Sí. Tenemos bastantes recursos. En el puerto se montan dos hospitales de campaña, nuestras instalaciones están junto al mismo recinto portuario y contamos además con dos ambulancias, vehículos todoterrenos y, sobre todo, ropa para repartir entre los inmigrantes. Hoy por hoy, podemos atender la demanda de atenciones.
P. ¿Cuál es el mejor momento que ha vivido en estos años?
Más allá de la inmigración
Los voluntarios de la Cruz Roja en Tarifa se encuentran “muy satisfechos” del trabajo que realizan porque, “lo que sale en los medios es la atención al inmigrante”, pero ellos hacen un trabajo silencioso en atención a las personas sin hogar, apoyo escolar para niños en dificultades y un plan de atención a personas mayores para evitar la dependencia. Habitualmente son unas cincuenta personas que a diario realizan una importante labor humanitaria gracias al protocolo establecido y tienen claro que, “no se puede desatender a unas personas para atender a otras”. Cada voluntario sabe lo que tiene que hacer, sin tener que dejar de lado su trabajo hacia a los inmigrantes. Eso sin duda, fomenta el compañerismo y obliga a conocer cómo trabaja el compañero de al lado.
R. Hay muchos buenos momentos. Sobre todo cuando hablas con ellos y te cuentan las historias que han vivido hasta llegar aquí. Recuerdo con mucho cariño que un inmigrante subsahariano lloraba al contarme como había encontrado a su pareja después de separarse en el trayecto hasta España. Se separaron en Malí y tras una espera de meses en Marruecos coincidieron aquí cuando les atendíamos. Su objetivo, según contaron, era casarse en España.
P.¿Y el peor?
R. Fue hace tres años, cuando volcó una embarcación con 45 personas y me tocó acudir en la lancha a rescatar a los náufragos. Aún veo esa imagen muchas veces, como esa gente gritaba en el agua pidiendo auxilio. No obstante, por suerte, aunque llevo varios años atendiendo a inmigrantes, he visto pocos cadáveres. Pero en aquella ocasión, al volver, un hombre llorando amargamente contaba a los traductores que había perdido a su mujer y su hija en el naufragio. No podía hablar y se abrazó a mí. Fue impactante.
P. ¿Qué suelen contar los inmigrantes al llegar?
R. No suelen contar mucho porque vienen muy cansados, pero normalmente hablan más de las expectativas que tienen que de lo que han pasado para llegar. Hay muchos que conocen la situación en la que se encuentran aquí los inmigrantes, por referencias de familiares y amigos. Pero dicen que a pesar de todo, les merece la pena abandonar sus países y sus vidas, porque aquí [en Europa] siempre van a estar mejor. Dicen que les compensa más vivir aquí pobres que en sus países.
P. ¿Ha mantenido algún contacto posterior con inmigrantes a los que haya atendido?
R. Sí, muchas veces. Tuvimos aquí un colaborador subsahariano que pasó a Ceuta y tras venir a Tarifa se hizo voluntario de Cruz Roja. Hace poco se fue y mantenemos el contacto por correo.
P. ¿Llega a entender por qué se juegan la vida de esta manera tan peligrosa?
R. Hay que ponerse en su lugar. Verse en sus circunstancias. Hay veces que desde nuestra posición, mucho más cómoda, no lo entiendes, pero cuando hablas con ellos, te das cuenta de que todo lo hacen porque necesitan buscarse la vida, tienen que encontrar otra manera de sobrevivir.
P. ¿Cree que en otros puntos de España, de Europa, se conoce verdaderamente el fenómeno de la inmigración?
R. No. Realmente se sabe que los atendemos pero no deja de ser una mera estadística que dan los medios de comunicación. Hay que estar dentro y saber que cada uno de esos números es una persona, una familia que deja todo para enfrentarse a algo desconocido para ellos. Hasta que no les das una manta y les ves el rostro no se conoce de verdad lo que es este fenómeno.
P. ¿Cuál ha sido la atención más llamativa de estos años de trabajo como voluntario de Cruz Roja?
R. Sobre todo cuando hemos tenido embarcaciones con casi 70 personas, porque los primeros momentos generan mucha tensión. Impacta.
P. ¿En este tiempo, habrá vivido muchas anécdotas?
R. Muchísimas, pero me quedo con el día en que nos dimos cuenta de que había un inmigrante al que en pocos días habíamos atendido hasta cinco veces. Tras ser rescatado la primera vez fue devuelto a Marruecos. En aquella ocasión, lo atendimos de dolores de cabeza y en un costado. A los cuatro días, mi compañero y yo nos miramos y nos preguntamos: “¿a este, ya le hemos atendido?”. Abandonó nuestras instalaciones y poco después volvió a ser rescatado en otra patera y se reía al pedir que le atendiésemos de lo mismo. Le preguntamos y nos contó que había intentado entrar en España en cuatro ocasiones, que su compañero de viaje ya había logrado quedarse en nuestro país a la tercera y que volvería a hacerlo. A la quinta sería la vencida. Le perdimos la pista.
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