J.Manuel Fernández / Portavoz de la Federación de Jóvenes Investigadores - Precarios
“A los científicos que se van no se les engañará otra vez para volver”
El investigador: “Hacienda tiene secuestrada la ciencia y Rajoy debe explicar por qué”.
José Manuel Fernández es químico agrario e investiga en residuos orgánicos para recuperar suelos agrícolas degradados y evaluar su potencial como sumideros de carbono. Trabaja en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con un contrato que se le termina dentro de un año y que no se renovará. La institución está al borde del colapso presupuestario. Y entonces... “Soy una especie en extinción”, dice con ironía. “Optaré a un contrato Ramón y Cajal, pero en la última convocatoria, en el área de agricultura se han hecho solo 11, dos en el CSIC”. Si no logra algún contrato... “No me queda otra que volver a buscar fuera”, señala este científico de 35 años. Y dice “volver” porque ya estuvo tres años como investigador postdoctoral en EE UU, hasta que regresó a España, en 2011. Comparte su incertidumbre laboral con muchos de sus colegas pero él, además, conoce muy bien el panorama global como portavoz de la Federación de Jóvenes Investigadores / Precarios.
Pregunta. ¿En qué situación está el sistema de ciencia español?
Respuesta. En estado crítico. Llevamos un par de años diciendo que el sistema está enfermo, pero ahora ya ha entrado en una fase crítica con unas fracturas que no sabemos si vamos a poder recomponer en algún momento. Y el daño estructural que se está haciendo al sistema, no coyuntural, afecta al eslabón más débil, que son los jóvenes.
P. Y se desangra al perder recursos humanos valiosos.
R. Muchos investigadores brillantísimos con contratos Ramón y Cajal no tienen más opción que irse fuera de España para seguir trabajando y no van a volver porque no les vas a engañar una segunda vez: regresaron con una promesa de estabilización y ahora se tienen que ir, así que cuando estén en otros países con sus grupos de investigación consolidados, ¿se lo van a creer si les decimos que se vuelvan otra vez a España con la misma antigua promesa? No. Estamos perdiendo una generación en la que hemos invertido mucho dinero en formar y que van a ser irrecuperables. Y está el problema de las líneas de investigación que se cierran porque tenemos una tasa de reposición del 10%, lo que significa que de cada 10 científicos que se jubilan, se pierden nueve programas de trabajo.
P. ¿La fuga de cerebros tiene caras y cifras en la Federación de Jóvenes Investigadores?
R. La fuga de cerebros no es un tópico, como insisten algunos, incluido Alejandro Fernández, el responsable de I+D del PP en el Parlamento. No tenemos cifras de cuánta gente se está marchando, pero claro que conocemos colegas que se han ido, se van, o están pensando buscar salidas en el extranjero porque no tienen otra opción para continuar su carreta. Además, está la gente que trabaja fuera y que ni siquiera se plantea volver en esta situación. Yo me volví hace dos años y desde entonces estoy dándome cabezazos...
P. ¿A qué aspira un científico joven?
R. A poder continuar su trabajo con proyección, nada más. Dedicas a la investigación todas las horas que haga falta y más, y a lo único que aspiras es a ser lo suficientemente bueno y competitivo, y que haya contratos y financiación de proyectos de investigación para poder continuar tu carrera.
P. El Ministerio de Economía acaba de convocar los contratos predoctorales (940, frente a 1020 el año pasado) de Formación de Personal Investigador. ¿Es una buena noticia?
R. Sí. Son los primeros contratos en que se aplica la Ley de la Ciencia de 2011 y suponen cuatro años de contrato. Antiguamente eran cuatro años de beca, sin seguridad social, sin paro, sin nada... luego se pasó a dos de beca y dos de contrato. Este problema fue el origen de la organización Precarios. La verdad es que la Secretaría de Estado de I+D ha dado un paso adelante con esta convocatoria. Pero nos preocupa aún, y mucho, lo que hará Educación con sus contratos predoctorales. Nos dijeron que o se reducía el número o los salarios. Hay que recordar que Educación eliminó hace dos años las ayudas postdoctorales en el extranjero, que eran importantísimas porque eran la única ayuda para salir fuera a formarte como científico.
P. No parece una perspectiva estimulante para suscitar vocaciones científicas.
R. La verdad es que tener ahora en España la intención de dedicarse a la ciencia es casi una heroicidad. Esta es una carrera en la que, desde luego, no te metes para hacerte rico, sino por vocación, pero con el panorama que tenemos...
P. ¿Fue usted fue precario?
R. Fui precario predoctoral durante un tiempo, luego tuve un contrato en mi último año y después me fui a EE UU, a la Universidad de Pensilvania, hasta que regresé con un contrato del CSIC del programa JAE de reincorporación de doctores formados, programa que ahora se ha cancelado.
P. ¿Cómo se vive dentro del CSIC la crisis que está sufriendo la institución?
R. Parece que una crisis tan aguda no se había visto nunca antes. Y los mensajes son muy contradictorios: el presidente del CSIC dice que si no tiene el dinero que necesita tendrá que cerrar; el ministerio dice que no dejará caer el CSIC; el presidente que con 25 millones puede aguantar un tiempo... Pero ya se cierran muchos centros y laboratorios dos semanas en verano para ahorrar, se interrumpen los experimentos... Hay mucha preocupación porque no sabemos lo que va a pasar. Este año el CSIC va a contratar solo 29 investigadores Ramón y Cajal, personas que están en la fase más productiva de su carrera.
P. Eso significa casi un científico Ramón y Cajal por cada cinco institutos del CSIC.
R. Si, son cifras ridículas. ¿Y dónde vamos a tener el relevo generacional? La media de edad del CSIC supera los 50 años.
P. ¿El problema del CSIC es solo de financiación o necesita una reestructuración?
R. Hay que reformar las cosas porque si hemos llegado a esta situación es porque algo pasa. El CSIC tiene pendiente una renovación de estructuras. El científico siempre tiene que estar pensando cómo ser más eficiente, cómo mejorar sus investigaciones, cómo hacer mejor sus experimentos, más fiables y con menos costes. Y el CSIC también tiene que hacerlo. Pero esto no significa hacer más con menos, como dicen ahora los responsables de política científica, como si se tratara de reducir el presupuesto a la mínima expresión y a ver qué podemos hacer con los cuatro que aguanten y se queden.
P. Este año, Economía no ha sacado todavía la convocatoria de proyectos de investigación del Plan Estatal, un mecanismo que nutre todo el sistema científico español. ¿Qué efecto tiene este retraso de ocho meses ya?
R. Los proyectos del plan son el eje de la investigación y sin ellos paralizas un porcentaje altísimo de la ciencia en este país. El retraso nos afecta a todos. La verdad es que los retrasos en todas las convocatorias (contratos, plazas, proyectos) nos están matando. Los últimos contratos para jóvenes investigadores Juan de la Cierva están aprobados y los expedientes están listos desde hace tiempo, pero los papeles están en la mesa de Hacienda, no se firman y la gente sigue esperando meses para poder empezar a trabajar. Encima se han reducido los contratos Ramón y Cajal y Juan de la Cierva en un 30% (175 y 225, respectivamente) respecto a la convocatoria anterior. Hacienda bloquea las convocatorias, no firma las resoluciones, impone una tasa de reposición del 10%... Hacienda tiene secuestrada la ciencia y el presidente del Gobierno debería explicarnos por qué.
P. ¿Y esa incertidumbre generalizada afecta a la labor investigadora?
R. Para mí, estar un año en una situación no clara es una sentencia de muerte porque los investigadores tenemos que ser competitivos todos los años y si nos paralizan un año porque no se convocan contratos o proyectos, pues nos hacen polvo.
P. ¿Qué sigue pendiente de la Ley de la Ciencia de 2011?
R. Sobre todo la Agencia Estatal de Investigación. Pero tiene que ser una agencia de verdad que garantice la independencia del sistema de I+D de los vaivenes políticos y económicos, que tenga presupuestos plurianuales y que nos permita hacer una planificación a medio plazo con unos recursos para hacerlo de manera digna.
P. Si mañana le nombrasen ministro de ciencia, ¿Qué es lo primeros que haría?
R. Convencer al Gobierno de que el dinero que se pone en I+D es una inversión y no un gasto. Entonces podríamos empezar a reconstruir el sistema de I+D. Hay que recuperar el presupuesto recortado, pero con el convencimiento de su utilidad. Y es prioritario regularizar todas las convocatorias para que los científicos puedan planificar su trabajo, para que sepan a qué atenerse y puedan dedicarse a su investigación y no a estar pendientes del BOE todos los días. Quitaría el límite de la tasa de reposición, que nos está haciendo perder una generación entera de talento. Y la agencia, claro.
Pregunta. ¿En qué situación está el sistema de ciencia español?
Respuesta. En estado crítico. Llevamos un par de años diciendo que el sistema está enfermo, pero ahora ya ha entrado en una fase crítica con unas fracturas que no sabemos si vamos a poder recomponer en algún momento. Y el daño estructural que se está haciendo al sistema, no coyuntural, afecta al eslabón más débil, que son los jóvenes.
P. Y se desangra al perder recursos humanos valiosos.
R. Muchos investigadores brillantísimos con contratos Ramón y Cajal no tienen más opción que irse fuera de España para seguir trabajando y no van a volver porque no les vas a engañar una segunda vez: regresaron con una promesa de estabilización y ahora se tienen que ir, así que cuando estén en otros países con sus grupos de investigación consolidados, ¿se lo van a creer si les decimos que se vuelvan otra vez a España con la misma antigua promesa? No. Estamos perdiendo una generación en la que hemos invertido mucho dinero en formar y que van a ser irrecuperables. Y está el problema de las líneas de investigación que se cierran porque tenemos una tasa de reposición del 10%, lo que significa que de cada 10 científicos que se jubilan, se pierden nueve programas de trabajo.
P. ¿La fuga de cerebros tiene caras y cifras en la Federación de Jóvenes Investigadores?
R. La fuga de cerebros no es un tópico, como insisten algunos, incluido Alejandro Fernández, el responsable de I+D del PP en el Parlamento. No tenemos cifras de cuánta gente se está marchando, pero claro que conocemos colegas que se han ido, se van, o están pensando buscar salidas en el extranjero porque no tienen otra opción para continuar su carreta. Además, está la gente que trabaja fuera y que ni siquiera se plantea volver en esta situación. Yo me volví hace dos años y desde entonces estoy dándome cabezazos...
P. ¿A qué aspira un científico joven?
R. A poder continuar su trabajo con proyección, nada más. Dedicas a la investigación todas las horas que haga falta y más, y a lo único que aspiras es a ser lo suficientemente bueno y competitivo, y que haya contratos y financiación de proyectos de investigación para poder continuar tu carrera.
P. El Ministerio de Economía acaba de convocar los contratos predoctorales (940, frente a 1020 el año pasado) de Formación de Personal Investigador. ¿Es una buena noticia?
R. Sí. Son los primeros contratos en que se aplica la Ley de la Ciencia de 2011 y suponen cuatro años de contrato. Antiguamente eran cuatro años de beca, sin seguridad social, sin paro, sin nada... luego se pasó a dos de beca y dos de contrato. Este problema fue el origen de la organización Precarios. La verdad es que la Secretaría de Estado de I+D ha dado un paso adelante con esta convocatoria. Pero nos preocupa aún, y mucho, lo que hará Educación con sus contratos predoctorales. Nos dijeron que o se reducía el número o los salarios. Hay que recordar que Educación eliminó hace dos años las ayudas postdoctorales en el extranjero, que eran importantísimas porque eran la única ayuda para salir fuera a formarte como científico.
P. No parece una perspectiva estimulante para suscitar vocaciones científicas.
R. La verdad es que tener ahora en España la intención de dedicarse a la ciencia es casi una heroicidad. Esta es una carrera en la que, desde luego, no te metes para hacerte rico, sino por vocación, pero con el panorama que tenemos...
P. ¿Fue usted fue precario?
R. Fui precario predoctoral durante un tiempo, luego tuve un contrato en mi último año y después me fui a EE UU, a la Universidad de Pensilvania, hasta que regresé con un contrato del CSIC del programa JAE de reincorporación de doctores formados, programa que ahora se ha cancelado.
P. ¿Cómo se vive dentro del CSIC la crisis que está sufriendo la institución?
R. Parece que una crisis tan aguda no se había visto nunca antes. Y los mensajes son muy contradictorios: el presidente del CSIC dice que si no tiene el dinero que necesita tendrá que cerrar; el ministerio dice que no dejará caer el CSIC; el presidente que con 25 millones puede aguantar un tiempo... Pero ya se cierran muchos centros y laboratorios dos semanas en verano para ahorrar, se interrumpen los experimentos... Hay mucha preocupación porque no sabemos lo que va a pasar. Este año el CSIC va a contratar solo 29 investigadores Ramón y Cajal, personas que están en la fase más productiva de su carrera.
P. Eso significa casi un científico Ramón y Cajal por cada cinco institutos del CSIC.
R. Si, son cifras ridículas. ¿Y dónde vamos a tener el relevo generacional? La media de edad del CSIC supera los 50 años.
P. ¿El problema del CSIC es solo de financiación o necesita una reestructuración?
R. Hay que reformar las cosas porque si hemos llegado a esta situación es porque algo pasa. El CSIC tiene pendiente una renovación de estructuras. El científico siempre tiene que estar pensando cómo ser más eficiente, cómo mejorar sus investigaciones, cómo hacer mejor sus experimentos, más fiables y con menos costes. Y el CSIC también tiene que hacerlo. Pero esto no significa hacer más con menos, como dicen ahora los responsables de política científica, como si se tratara de reducir el presupuesto a la mínima expresión y a ver qué podemos hacer con los cuatro que aguanten y se queden.
P. Este año, Economía no ha sacado todavía la convocatoria de proyectos de investigación del Plan Estatal, un mecanismo que nutre todo el sistema científico español. ¿Qué efecto tiene este retraso de ocho meses ya?
R. Los proyectos del plan son el eje de la investigación y sin ellos paralizas un porcentaje altísimo de la ciencia en este país. El retraso nos afecta a todos. La verdad es que los retrasos en todas las convocatorias (contratos, plazas, proyectos) nos están matando. Los últimos contratos para jóvenes investigadores Juan de la Cierva están aprobados y los expedientes están listos desde hace tiempo, pero los papeles están en la mesa de Hacienda, no se firman y la gente sigue esperando meses para poder empezar a trabajar. Encima se han reducido los contratos Ramón y Cajal y Juan de la Cierva en un 30% (175 y 225, respectivamente) respecto a la convocatoria anterior. Hacienda bloquea las convocatorias, no firma las resoluciones, impone una tasa de reposición del 10%... Hacienda tiene secuestrada la ciencia y el presidente del Gobierno debería explicarnos por qué.
P. ¿Y esa incertidumbre generalizada afecta a la labor investigadora?
R. Para mí, estar un año en una situación no clara es una sentencia de muerte porque los investigadores tenemos que ser competitivos todos los años y si nos paralizan un año porque no se convocan contratos o proyectos, pues nos hacen polvo.
P. ¿Qué sigue pendiente de la Ley de la Ciencia de 2011?
R. Sobre todo la Agencia Estatal de Investigación. Pero tiene que ser una agencia de verdad que garantice la independencia del sistema de I+D de los vaivenes políticos y económicos, que tenga presupuestos plurianuales y que nos permita hacer una planificación a medio plazo con unos recursos para hacerlo de manera digna.
P. Si mañana le nombrasen ministro de ciencia, ¿Qué es lo primeros que haría?
R. Convencer al Gobierno de que el dinero que se pone en I+D es una inversión y no un gasto. Entonces podríamos empezar a reconstruir el sistema de I+D. Hay que recuperar el presupuesto recortado, pero con el convencimiento de su utilidad. Y es prioritario regularizar todas las convocatorias para que los científicos puedan planificar su trabajo, para que sepan a qué atenerse y puedan dedicarse a su investigación y no a estar pendientes del BOE todos los días. Quitaría el límite de la tasa de reposición, que nos está haciendo perder una generación entera de talento. Y la agencia, claro.
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