El debate sobre las terapias para ‘curar’ a los gais se activa en EEUU
Nueva Jersey se convierte en el segundo Estado, tras California, en prohibir estos tratamientos en menores. Sus defensores apelan a la libertad de expresión
Eva Saiz Washington 29 AGO 2013 - 19:56 CET1
Un tribunal de apelaciones de California ha dictaminado este jueves que la ley que aprobó ese Estado en septiembre de 2012 prohibiendo las terapias para curar la homosexualidad para los menores de edad es constitucional. Ese Estado fue el pionero en firmar una legislación semejante en EE UU. Hace una semana, Nueva Jersey se convirtió en el segundo territorio en vetar ese tipo de terapia en las mismas circunstancias. La aprobación de ambas normas es una muestra del creciente malestar de la sociedad estadounidense ante este tipo de prácticas, cuestionadas por la Asociación Americana de Psicología (APA), y ha revivido el debate entre la preeminencia de los derechos de los homosexuales, que consideran que estos tratamientos atentan de manera frontal contra la libertad sexual, y quienes defienden la libertad religiosa y el derecho de elección de los padres.
En EE UU existe un consenso médico y científico en torno al carácter “potencialmente dañino” de las terapias de reorientación sexual y a la ausencia de evidencias sobre su efectividad. Esta fue la conclusión a la que llegó la APA en 2009 tras un estudio de más de dos años en el que se advertía de las posibilidades de que quienes se sometían a las mismas sufrieran depresión o desarrollaran tendencias suicidas, entre otros riesgos para la salud. Ese es el criterio en el que se ha apoyado el gobernador de Nueva Jersey, el republicano y católico Chris Christie, para firmar la ley. Aunque la APA se opone a este tipo de tratamientos de conversión, no los prohíbe explícitamente, y en su guía de práctica deontológica se señala que no se puede impedir a los pacientes acceder al tratamiento que reclaman en virtud del derecho a la libertad religiosa. A preguntas de este diario, la APA ha insistido en que no tiene ninguna posición concreta sobre este tipo de terapias.
Brasil prohibió estas terapias en 1999, pero en junio de este año, el diputado Marcos Feliciano, un pastor evangélico, miembro del Partido Social Cristiano y presidente de la comisión de Derechos Humanos en la cámara baja brasileña, presentó un proyecto de ley para levantar este veto.
Frente a estas prohibiciones, los grupos que ofrecen este tipo de tratamientos para eliminar la homosexualidad están comenzando a ser cada vez más visibles, muchos de ellos apoyados en Iglesia evangélica. Ecuador cerró en 2011 más de una veintena de clínicas ilegales. Desde la dirección provincial de Salud de Guayas se aseguró entonces que en todo el país podrían existir hasta más de 200 centros de ese tipo. En Perú también están proliferando organizaciones que prestan terapias de reorientación, siendo CREHO (Centro de Restauración de Homosexuales) una de las más importantes.
En Alemania, el Bundestag aprobó por unanimidad en 2002 una declaración en contra de estas terapias. En España no hay ninguna legislación que prohíba sus prácticas, si bien la Generalitat catalana investigó a varios centros en 2010 que ofrecían tratamientos similares. Varias diócesis españolas han publicado en sus páginas web guías para dejar de ser homosexual basadas en la lectura de la Biblia y en la vida de los santos.
Es a este argumento de la libre elección y a esa aparente neutralidad de la APA a la que apelan los defensores de los tratamientos para cambiar la homosexualidad o paliar el deseo sexual hacia personas del mismo sexo para defender su derecho a aplicarlos y oponerse a las prohibiciones de estas leyes. La ley de California ha estado bloqueada casi un año en los tribunales tras haber sido denunciada por Gay Conversion Therapy Practicioners y el Pacific Justice Institute, que en su escrito sostenían que la norma atentaba contra el derecho a la libertad de expresión protegido por la Primera Enmienda de la Constitución. Tras la resolución judicial, la norma podrá entrar en vigor a principios del año que viene, como estaba previsto.
“Esta legislación impide a los jóvenes que quieren cambiar sus pulsiones sexuales que reciban la ayuda que necesitan, prohíbe a los profesionales titulados el ejercicio de su actividad y a los padres que provean a sus hijos de las soluciones que crean convenientes. Es completamente inconstitucional y estamos dispuestos a llegar al Tribunal Supremo”, cuenta en conversación telefónica Brad Dacus, responsable de Pacific Justice Institute. Dacus es categórico con quienes denuncian el peligro para la salud de los pacientes que se someten a las terapias de reconversión. “Hay muchos psiquiatras y asociaciones de psiquiatría que avalan la eficacia de estas terapias. En muchas ocasiones la atracción por el mismo sexo es consecuencia de la ausencia de relaciones sanas con el padre o la madre o se desarrolla como consecuencia de abusos sexuales en la infancia y estas terapias ayudan a atajar las causas”, sostiene.
Con el estallido del movimiento a favor de los derechos de los homosexuales, en la década de los setenta, la mayoría de las asociaciones de psicología y psiquiatría dejaron de considerar la homosexualidad como una enfermedad mental -la APA lo hizo en 1973, la Organización Mundial de la Salud en 1990- y las terapias de reorientación sexual, que se remontan a Freud, comenzaron a languidecer. Sin embargo, al albur de grupos religiosos y ultraconservadores, las corrientes que preconizan que la homosexualidad está provocada por múltiples factores, como abusos sexuales, padres o madres ausentes, insultos, exposición a lenguaje sexualmente explícito... empezaron a germinar, dando lugar a una industria de terapeutas, centros de retiro espiritual y organizaciones que han atraído a miles de jóvenes y adultos confusos y que, a veces movidos por un entorno familiar reaccionario y muy conservador, creen que pueden deshacerse de sus instintos sexuales.
Esto es lo que le ocurrió a James Guay, un psicoterapeuta titulado que trabaja, sobre todo, con homosexuales y transexuales. Entre los 12 y los 20 años, Guay acudió voluntariamente a terapias de reconversión sexual con un psicólogo cristiano exgay. “En mi entorno familiar yo era una abominación de dios, condenado al infierno. Me lo creí y traté de hacer todo lo posible por cambiar eso”, cuenta en conversación telefónica. “Esas terapias estigmatizan mucho más a los homosexuales, enfatizando lo inaceptable que es ser gay, acrecentando tu vergüenza, especialmente cuando te muestran a otros pacientes que aseguran que se han curado. Te hace preguntarte que algo muy malo debe haber en ti, puesto que ni siquiera eres capaz de cambiar como los demás”, indica. Muchos de los pacientes de Guay son homosexuales que han pasado por ese tipo de tratamientos de conversión sexual. Su testimonio fue muy importante de cara a la aprobación de la legislación de California.
En el fondo de este debate subyace la cuestión de si la orientación sexual realmente puede ser alterada mediante el consejo o la terapia, lo que implica reconocer que la homosexualidad no es algo natural. Existen distintos métodos y teorías psicoanalíticas contemplados dentro de la praxis profesional -sobre los que la APA se muestra más neutral-, como la terapia de identidad sexual, la reparadora, la de afirmación de género, la de completitud de género o la de contexto específico, y otros que están al margen de las corrientes más o menos médicas, que han sido explotados por organizaciones religiosas, grupos de exgais y otras instituciones que han hecho de la conversión una jugosa industria.
Por 650 dólares el fin de semana (490 euros), People can Change ofrece la posibilidad de participar en el Journey into Manhood [Viaje hacia la hombría] que ofrece 48 horas de ejercicios individuales y en grupo, visualizaciones, socialización a través de actividades masculinas... en campings o centros turísticos en plena naturaleza a grupos de hasta 32 hombres que quieren eliminar su atracción sexual hacia otros hombres. “Jouney into Manhood ofrece la oportunidad a sus participantes de explorar las circunstancias subyacentes y que estaban ocultas que han podido crear un conflicto interno y generar su atracción hacia personas del mismo sexo”, cuenta su fundador, Richard Wyler, quien defiende que su trabajo no es dañino ni perjudicial para la estabilidad mental de los pacientes, como preconiza la AMA o Guay. “Todas esas afirmaciones están llenas de perjuicios en favor de los gais y en contra de quienes quieren guiarse y ser fieles a su moral religiosa y sus ideales. No hay ninguna terapia beneficiosa al 100% para nadie”.
Recientemente, un grupo de antiguos pacientes ha interpuesto una demanda por fraude al consumidor contra Jews Offering New Alternatives To Healing, [Judíos ofreciendo nuevas alternativas para la curación], una organización de Nueva Jersey similar a People can Change.
Pese a la férrea convicción de sus defensores, el movimiento exgay está plagado de disculpas e impactantes retractaciones. el 19 de junio de este año la organización estadounidense más influyente y numeroso del movimiento ex-gay, Exodus International, se disolvió emitiendo un comunicado en el que pedía perdón a la comunidad gay por promover tratamientos destinados a cambiar la orientación sexual de los homosexuales. El psiquiatra Robert Spitzer, cuyo estudio a favor de las terapias de reconversión sexual en 2003 ofreció una base científica a los defensores de estas prácticas para argumentar su efectividad, reconoció el año pasado que sus investigaciones sobre la cura de la homosexualidad carecían de fundamentos científicos y pidió perdón a la comunidad gay.
En EE UU existe un consenso médico y científico en torno al carácter “potencialmente dañino” de las terapias de reorientación sexual y a la ausencia de evidencias sobre su efectividad. Esta fue la conclusión a la que llegó la APA en 2009 tras un estudio de más de dos años en el que se advertía de las posibilidades de que quienes se sometían a las mismas sufrieran depresión o desarrollaran tendencias suicidas, entre otros riesgos para la salud. Ese es el criterio en el que se ha apoyado el gobernador de Nueva Jersey, el republicano y católico Chris Christie, para firmar la ley. Aunque la APA se opone a este tipo de tratamientos de conversión, no los prohíbe explícitamente, y en su guía de práctica deontológica se señala que no se puede impedir a los pacientes acceder al tratamiento que reclaman en virtud del derecho a la libertad religiosa. A preguntas de este diario, la APA ha insistido en que no tiene ninguna posición concreta sobre este tipo de terapias.
América Latina: entre la prohibición y la proliferación
Nueva York, Massachusetts y Pensilvania están trabajando en normas similares a las aprobadas por California y Nueva Jersey. Aunque estos dos Estados son pioneros a la hora de prohibir las terapias de reconversión sexual para menores de edad, otros países también han impedido legalmente su ejecución en general. En Argentina, este tipo de tratamientos están prohibidos por la Ley Nacional de Salud Mental. En su artículo 3 c) se indica que “en ningún caso puede hacerse diagnóstico en el campo de la salud mental sobre la base exclusiva de la elección o la identidad sexual”.Brasil prohibió estas terapias en 1999, pero en junio de este año, el diputado Marcos Feliciano, un pastor evangélico, miembro del Partido Social Cristiano y presidente de la comisión de Derechos Humanos en la cámara baja brasileña, presentó un proyecto de ley para levantar este veto.
Frente a estas prohibiciones, los grupos que ofrecen este tipo de tratamientos para eliminar la homosexualidad están comenzando a ser cada vez más visibles, muchos de ellos apoyados en Iglesia evangélica. Ecuador cerró en 2011 más de una veintena de clínicas ilegales. Desde la dirección provincial de Salud de Guayas se aseguró entonces que en todo el país podrían existir hasta más de 200 centros de ese tipo. En Perú también están proliferando organizaciones que prestan terapias de reorientación, siendo CREHO (Centro de Restauración de Homosexuales) una de las más importantes.
En Alemania, el Bundestag aprobó por unanimidad en 2002 una declaración en contra de estas terapias. En España no hay ninguna legislación que prohíba sus prácticas, si bien la Generalitat catalana investigó a varios centros en 2010 que ofrecían tratamientos similares. Varias diócesis españolas han publicado en sus páginas web guías para dejar de ser homosexual basadas en la lectura de la Biblia y en la vida de los santos.
Es a este argumento de la libre elección y a esa aparente neutralidad de la APA a la que apelan los defensores de los tratamientos para cambiar la homosexualidad o paliar el deseo sexual hacia personas del mismo sexo para defender su derecho a aplicarlos y oponerse a las prohibiciones de estas leyes. La ley de California ha estado bloqueada casi un año en los tribunales tras haber sido denunciada por Gay Conversion Therapy Practicioners y el Pacific Justice Institute, que en su escrito sostenían que la norma atentaba contra el derecho a la libertad de expresión protegido por la Primera Enmienda de la Constitución. Tras la resolución judicial, la norma podrá entrar en vigor a principios del año que viene, como estaba previsto.
“Esta legislación impide a los jóvenes que quieren cambiar sus pulsiones sexuales que reciban la ayuda que necesitan, prohíbe a los profesionales titulados el ejercicio de su actividad y a los padres que provean a sus hijos de las soluciones que crean convenientes. Es completamente inconstitucional y estamos dispuestos a llegar al Tribunal Supremo”, cuenta en conversación telefónica Brad Dacus, responsable de Pacific Justice Institute. Dacus es categórico con quienes denuncian el peligro para la salud de los pacientes que se someten a las terapias de reconversión. “Hay muchos psiquiatras y asociaciones de psiquiatría que avalan la eficacia de estas terapias. En muchas ocasiones la atracción por el mismo sexo es consecuencia de la ausencia de relaciones sanas con el padre o la madre o se desarrolla como consecuencia de abusos sexuales en la infancia y estas terapias ayudan a atajar las causas”, sostiene.
Con el estallido del movimiento a favor de los derechos de los homosexuales, en la década de los setenta, la mayoría de las asociaciones de psicología y psiquiatría dejaron de considerar la homosexualidad como una enfermedad mental -la APA lo hizo en 1973, la Organización Mundial de la Salud en 1990- y las terapias de reorientación sexual, que se remontan a Freud, comenzaron a languidecer. Sin embargo, al albur de grupos religiosos y ultraconservadores, las corrientes que preconizan que la homosexualidad está provocada por múltiples factores, como abusos sexuales, padres o madres ausentes, insultos, exposición a lenguaje sexualmente explícito... empezaron a germinar, dando lugar a una industria de terapeutas, centros de retiro espiritual y organizaciones que han atraído a miles de jóvenes y adultos confusos y que, a veces movidos por un entorno familiar reaccionario y muy conservador, creen que pueden deshacerse de sus instintos sexuales.
En mi entorno familiar yo era una abominación de dios, condenado al infierno. Me lo creí y traté de hacer todo lo posible por cambiar eso”
James Guay, paciente de terapia de reconversión
En el fondo de este debate subyace la cuestión de si la orientación sexual realmente puede ser alterada mediante el consejo o la terapia, lo que implica reconocer que la homosexualidad no es algo natural. Existen distintos métodos y teorías psicoanalíticas contemplados dentro de la praxis profesional -sobre los que la APA se muestra más neutral-, como la terapia de identidad sexual, la reparadora, la de afirmación de género, la de completitud de género o la de contexto específico, y otros que están al margen de las corrientes más o menos médicas, que han sido explotados por organizaciones religiosas, grupos de exgais y otras instituciones que han hecho de la conversión una jugosa industria.
Por 650 dólares el fin de semana, Journey into Manhood [Viaje hacia la hombría] ofrece 48 horas de
actividades masculinas a grupos de hasta 32 hombres que quieren eliminar su atracción sexual hacia otros hombres
Por 650 dólares el fin de semana (490 euros), People can Change ofrece la posibilidad de participar en el Journey into Manhood [Viaje hacia la hombría] que ofrece 48 horas de ejercicios individuales y en grupo, visualizaciones, socialización a través de actividades masculinas... en campings o centros turísticos en plena naturaleza a grupos de hasta 32 hombres que quieren eliminar su atracción sexual hacia otros hombres. “Jouney into Manhood ofrece la oportunidad a sus participantes de explorar las circunstancias subyacentes y que estaban ocultas que han podido crear un conflicto interno y generar su atracción hacia personas del mismo sexo”, cuenta su fundador, Richard Wyler, quien defiende que su trabajo no es dañino ni perjudicial para la estabilidad mental de los pacientes, como preconiza la AMA o Guay. “Todas esas afirmaciones están llenas de perjuicios en favor de los gais y en contra de quienes quieren guiarse y ser fieles a su moral religiosa y sus ideales. No hay ninguna terapia beneficiosa al 100% para nadie”.
Recientemente, un grupo de antiguos pacientes ha interpuesto una demanda por fraude al consumidor contra Jews Offering New Alternatives To Healing, [Judíos ofreciendo nuevas alternativas para la curación], una organización de Nueva Jersey similar a People can Change.
Pese a la férrea convicción de sus defensores, el movimiento exgay está plagado de disculpas e impactantes retractaciones. el 19 de junio de este año la organización estadounidense más influyente y numeroso del movimiento ex-gay, Exodus International, se disolvió emitiendo un comunicado en el que pedía perdón a la comunidad gay por promover tratamientos destinados a cambiar la orientación sexual de los homosexuales. El psiquiatra Robert Spitzer, cuyo estudio a favor de las terapias de reconversión sexual en 2003 ofreció una base científica a los defensores de estas prácticas para argumentar su efectividad, reconoció el año pasado que sus investigaciones sobre la cura de la homosexualidad carecían de fundamentos científicos y pidió perdón a la comunidad gay.
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