domingo, 11 de agosto de 2013

Malaria, buenas noticias | Opinión | EL PAÍS

Malaria, buenas noticias | Opinión | EL PAÍS

EL ACENTO

Malaria, buenas noticias

De confirmarse, la vacuna, tendría la capacidad potencial de salvar más de medio millón de vidas cada año

MARCOS BALFAGÓN

No es fácil encontrar una buena noticia sobre la malaria, que infecta cada año a 220 millones de personas  en el mundo y mata a 660.000 de ellas, en su mayor parte niños; la mejor vacuna conocida hasta ahora, llamada RTS,S y ensayada a gran escala por un equipo codirigido por el español Pedro Alonso, solo logra proteger al 31% de los niños pequeños, aunque alcanza el 56% en otros grupos de edad. De ahí la esperanza que suscita la nueva vacuna recién descubierta por investigadores de los Institutos Nacionales de la Salud norteamericanos y la empresa Sanaria del mismo país. En una prueba preliminar (ensayo de fase 1), este producto ha protegido contra la infección a 12 de 15 voluntarios, incluido el grupo completo de seis personas que recibió cinco dosis. Este último dato indica que es posible obtener una protección del 100%, aunque hacen falta más ensayos para poder asegurarlo. De confirmarse, esta vacuna, o una similar a ella, tendría la capacidad potencial de salvar más de medio millón de vidas cada año. Es difícil encontrar un ejemplo mejor que este del inmenso bien que la ciencia puede hacer a la humanidad.

Sin maniqueísmos: los descubridores de esta vacuna han sido financiados tanto por recursos públicos como privados, se han formado en las universidades de medio mundo y llegaron al campo desde afanes e intereses dispares. Pero acaban de demostrar lo mucho que importa estimular, apoyar y financiar la ciencia. Otra lección que nos ofrece la historia de la ciencia es que la perfección no existe, y la nueva vacuna no es una excepción a esta norma. No solo los números son todavía pequeños, sino que el fármaco en su forma actual es probablemente poco práctico: debe administrarse por inyección intravenosa —en lugar de las más convenientes intradérmicas, intramusculares o nasales— y además en cinco dosis, lo que será un reto para los maltrechos sistemas de salud pública de los países en desarrollo que sufren este azote.

Tampoco se sabe todavía si la protección es permanente, duradera o tan solo fugaz. Esta precisión es crucial para decidir la practicabilidad del tratamiento con la vacuna. Pero la solución a todos estos problemas no es el desaliento, sino más ciencia.

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