CARTAS AL DIRECTOR
Una nueva ley del aborto indefendible
PALOMA NICOLÁS MUÑIZ / AUGUSTO KLAPPENBACH MINOTTI / LUIS FERNANDO CRESPO ZORITA / JOSÉ IBARRA BASTIDA 24 DIC 2013 - 00:00 CET
El señor Gallardón, no sin cierta vanidad, ha debido querer poner la puntilla al año 2013, regalándonos para Navidad el anteproyecto de la nueva ley del aborto. Quizá la coincidencia de fechas sea un guiño a la Iglesia católica, que con tanto ahínco como sinrazón viene enarbolando el derecho a la vida en contra del derecho al aborto. La nueva ley, de salir adelante el anteproyecto, no solo restringirá los supuestos en los que el aborto estará permitido, sino que pondrá tantas trabas a su práctica que abortar en España será algo tan inalcanzable como lo fue a mediados del siglo pasado. Las españolas del siglo XXI, como las de entonces, tendrán que recurrir a Londres o ponerse en manos poco fiables, si deciden interrumpir su embarazo voluntariamente, aunque esa voluntariedad sea, además, una necesidad y el resultado de una difícil decisión. Eso sí, en este caso, lo harán sin estar obligadas a pasar por ese tortuoso periodo de 10 días, que el anteproyecto de ley establece como periodo de reflexión después de haber sido asesoradas por unos“especialistas en la patología que genere esa decisión”, y a los que prefiero no imaginarme. Para más inri, la futura ley será bautizada con el rimbombante e inexplicable nombre de Ley de Protección de los Derechos del Concebido y de la Mujer Embarazada. Todo un retroceso.— Paloma Nicolás Muñiz. Madrid.
La ley del aborto presentada por Gallardón, además de regresiva y moralmente indefendible, incluye una ofensa a las mujeres en la que no se ha reparado lo suficiente. Las declara libres de responsabilidad penal, ya que la responsabilidad se traslada a los médicos que practiquen la interrupción del embarazo. Lo cual implica considerar a la mujer que ha asumido libremente esa decisión como una menor de edad que no es responsable de sus actos. Una agresión más que se suma a la privación de su derecho a decidir.— Augusto Klappenbach Minotti. Pinto, Madrid.
El aborto no es una cuestión a dirimir entre los políticos, es una opción absolutamente personal y así debería seguir siendo, y nadie debería negarnos esta posibilidad. Yo lo sufrí hace 30 años, cuando el viaje a Londres era inevitable, y todavía recuerdo la amargura y la profundísima tristeza que produjo en mi alma ensoñadora de entonces. Supuso acabar con el ahorro de cuatro años de trabajo, pero no me importó: por primera vez en mi vida me sentí rico, precisamente porque podía pagar el peaje de la muerte; no fue mi decisión, y me temo que tampoco fue la decisión de la mujer a la que yo quería, a la que acompañé envueltos en sombra, mentira y abandono. El aborto es una decisión absolutamente personal, nadie puede ni debe interferirla, es un dolor tan íntimo que puedo asegurar que no se olvida nunca. La sociedad debería ayudar a hacer llevadero tanto desasosiego y no hurgar en la herida de quienes lo sufrimos. Deje de acusarnos y condenarnos señor ministro.— Luis Fernando Crespo Zorita. Madrid.
En un día tan negro como hoy, cuando una minoría ultracatólica que dice que tiene la mayoría absoluta nos ha impuesto a todos los ciudadanos una ley del aborto involucionista y retrógrada, en un día como este yo me acuerdo de los abstencionistas que no votan en las elecciones generales. Porque, en mi opinión, el PP y la Iglesia no son tan culpables, ya que hacen lo que creen y lo que los ciudadanos les permitimos. Mucho más culpables son quienes con su abstención en las elecciones, permiten que esta minoría de ultras pase por ser la mayoría de la sociedad.
Hay que votar siempre: no votar equivale a regalar el poder a quien no queremos que lo tenga. ¿No nos damos cuenta de este peligro?— José Ibarra Bastida. Cartagena, Murcia.
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