miércoles, 11 de abril de 2012

El problema no es el modelo | Política | EL PAÍS

El problema no es el modelo | Política | EL PAÍS

El problema no es el modelo

Desde que arreció la crisis el sector más duro de la derecha española ha colocado al Estado de las autonomías en el ojo del huracán. Pero nunca había hablado tan claro esa derecha como lo ha hecho Aguirre

 
 
 
En la Conferencia de presidentes autonómicos celebrada en enero de 2007, el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, pidió a los 17 representantes de las comunidades autónomas, reunidos en el Senado, su opinión sobre los 25 años de vigencia del Estado de las autonomías. La respuesta fue unánime: el Estado autonómico es un éxito porque el desarrollo económico y social de España no se explica sin su descentralización.

Cinco años después, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el expresidente del Gobierno, José María Aznar, opinan exactamente lo contrario. Consideran el Estado de las autonomías un fracaso económico y también político. Es verdad que desde que arreció la crisis económica, hace dos años, el sector más duro de la derecha española ha colocado al Estado de las autonomías en el ojo del huracán y está aprovechando la crisis para dirigir una campaña por su desmantelamiento. Pero nunca había hablado tan claro esa derecha como ayer lo hizo Aguirre.

Lo primero que llama la atención es de dónde saca Aguirre que la devolución de la titularidad de la sanidad, la educación y la justicia de las comunidades autónomas a la Administración central supone reducir 48.000 millones de euros al erario público. ¿Acaso el mero hecho de pasar un hospital público de ser gestionado por una consejería autonómica a un ministerio estatal supone un ahorro automático? Aguirre ha sido incapaz de explicarlo.

Es más, algunos de los países más prósperos de la tierra disponen de una estructura política compleja como nuestro Estado de las autonomías. Es el caso de Estados Unidos, Alemania, Canadá, Australia o Brasil. Lo que demuestra que los estados compuestos no empobrecen a un país. Más bien lo contrario.
Los presidentes autonómicos argumentaban, hace tan solo cinco años, que el Estado de las autonomías había propiciado una competencia sana entre las comunidades autónomas que había contribuido a su prosperidad. Es verdad, también, que entonces, en una etapa de prosperidad, no se veía la otra cara de la moneda de esa competencia, la emulación por la emulación, que ha originado despilfarros que han aflorado durante la crisis. Pero esos despilfarros no son consecuencia del modelo, sino de su mala gestión. Otro tópico consiste en denunciar que tenemos 17 modelos distintos sanitarios y educativos cuando son iguales en un 85%.

Aguirre no se ha quedado ahí. Su propuesta de desmantelar el Estado de las autonomías ha tenido la particularidad de echar un capote a los nacionalistas en Cataluña y Euskadi en el reciente debate que han abierto a favor de la soberanía de sus respectivas nacionalidades y que es, sin duda, el reto político más importante que se le plantea a Rajoy en los próximos meses y años.

Ante este reto, son muchos los autonomistas que se plantean que la salida del Estado de las autonomías no está ni en la soberanía de Cataluña y Euskadi ni en la marcha atrás, sino en mejorar su gestión y en culminar la federalización del Estado (Senado como cámara territorial, potenciación de los organismos federales, etcétera).

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