domingo, 9 de junio de 2013

Si África no se llamara África | Solidaridad | elmundo.es

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SALUD | La labor de la fundación Mujeres por África

Si África no se llamara África

Descansando en el pueblo de Sodoken, Liberia. | Santiago Quiñones [MÁS IMÁGENES]Descansando en el pueblo de Sodoken, Liberia. | Santiago Quiñones [MÁS IMÁGENES]
  • Más de dos millones de mujeres padecen fístula obstétrica en el continente
  • Se trata de una dolencia erradicada prácticamente en todo el mundo
  • Se produce casi siempre en jóvenes y tras un parto obstruido de varios días
  • Ésta lleva asociada la incontinencia de esfínteres, entre otras consecuencias
*Inma D. Alonso | Monrovia (Liberia)
Actualizado domingo 09/06/2013 15:39 horas
 

Ryszard Kapuscinski empezaba su libro 'Ébano' diciendo que África es un continente demasiado grande para describirlo. (...) Todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria y que sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos 'África'.

Durante mi estancia en Monrovia (Liberia) imaginé por un momento cómo podría llamarse ese territorio extenso y complejo si su nombre no fuera África. Podría ser, por ejemplo, Aminata, Yamah, Asatu o, tal vez, Tetee. Para mí sólo había una respuesta posible. Fuera cual fuese el nombre de este continente, lo único que sé es que sería de mujer.

Porque son ellas, las mujeres, el motor que hace girar el engranaje de un mecanismo que en ocasiones resulta demasiado grande, oxidado, pesado y obsoleto. Y lo hacen solas, utilizando para ello sólo sus manos, porque es la única parte de su cuerpo que les queda libre para trabajar y para luchar por la supervivencia. La suya y la de sus familias y comunidades.
Las mujeres son el motor que hace girar el engranaje de un mecanismo que en ocasiones resulta demasiado grande, pesado y obsoleto.

Con sus dos manos pelean con fuerza en la batalla diaria, bajo el sol o la lluvia, mientras soportan el peso de los bidones de agua o de los cestos de comida sobre sus cabezas. Lo hacen sin perder nunca el equilibrio, con ese caminar, erguido y hierático, de princesas de ébano. Al mismo tiempo que cargan a sus hijos en su espalda amarrados con telas y, desde muy jóvenes, también en su vientre.

De hecho, hay mujeres –casi niñas– que se quedan embarazadas y dan a luz tan jóvenes que en ocasiones se rompen por la mitad. Pero su grito de dolor, como si lo ahogara la espesura de la sabana, no se oye. Al igual que queda silenciada la herida que provoca ese parto, la herida innombrable.

Así es como se denomina a la fístula obstétrica, una de las dolencias más graves que se produce, por lo general, al dar a luz. Una enfermedad erradicada prácticamente en todo el mundo, salvo en ciertas regiones de la India y, cómo no, en el doliente y enfermo continente africano. A pesar de que no existe un censo fiable que determine su índice de prevalencia, según cifras estimadas por Naciones Unidas, sólo en África la padecen más de dos millones de mujeres y esta cantidad se incrementa cada año con un número inexacto de nuevos casos que oscila entre los 50 y 100.000.

Jóvenes, incluso niñas de muy corta edad, sufren fístula tras abusos sexuales, violaciones o abortos clandestinos pero es como consecuencia de los alumbramientos prolongados donde más fístulas se producen. En condiciones insalubres y sin la asistencia médica adecuada sucede que, bien porque el feto está mal posicionado o bien porque la pelvis de estas mujeres es aún demasiado estrecha, estos partos se obstruyen. El bebé queda retenido durante horas, incluso días, presionando la zona circundante a la vejiga y el recto, la falta de riego sanguíneo necrosa estos tejidos y finalmente produce una abertura o fístula.

El bebé muere en 9 de cada 10 alumbramientos, pero no es la única consecuencia de la fístula. Ésta lleva asociadas infecciones, daños en los tejidos y terminaciones nerviosas adyacentes y la incontinencia crónica de los esfínteres. Se convierte así en una herida que nadie ve pero que sí se huele.

Un proyecto integral

A pesar de ello, la fístula se puede curar mediante un delicado proceso quirúrgico y, tras un proceso de rehabilitación físico y psicológico, las mujeres pueden tener una vida digna, en la que nadie las señale, e incluso es posible que sean madres nuevamente.

Devolverles la salud y la dignidad a estas mujeres se ha convertido en el objetivo de numerosas organizaciones que trabajan para la erradicación definitiva de la fístula. Es el caso de la fundación presidida por la ex vicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega Mujeres por África , que puso en marcha en el mes de abril, en Liberia, Stop Fístula . Un proyecto integral que incluye además de cirugías reparadoras, la asistencia de partos de riesgo, la formación de personal sanitario –matronas, enfermeras, comadronas y parteras de las zonas rurales–, así como acciones de sensibilización y concienciación sobre la fístula para prevenirla, para conseguir la plena reintegración de las mujeres operadas y para que esta dolencia deje de ser un tabú en la sociedad liberiana.


Porque hablamos de un estigma para quienes la sufren, de una lacra que marca a las enfermas y las avergüenza hasta el punto de esconder su mirada y de condenarlas a vivir al margen de esa sociedad. Muchas de ellas son prácticamente niñas que, en el momento más difícil de su corta existencia, se enfrentan al abandono de sus parejas, si es que la tienen, porque ya no pueden mantener relaciones sexuales ni volver a ser madres; siendo esto último, sin lugar a dudas, la peor de las desgracias. Y lo es porque hablamos de una cultura en la que se considera casi una maldición el hecho de estar incapacitada para tener descendencia, según cuenta la hermana Chantal Mutwameme, enfermera del Hospital Saint Joseph de Monrovia y misionera de la Inmaculada Concepción, quien colabora en el proyecto de Mujeres por África. "Lamentablemente, su drama no acaba ahí, ya que sufren también el rechazo de sus familias, de las comunidades en las que viven y de la sociedad en general que las repudia. Se quedan totalmente solas".

Como en casi todo, prevenir es mejor que curar, de ahí la importancia que Stop Fístula le da al trabajo con las matronas y, sobre todo con las parteras tradicionales, que son aquellas mujeres que asisten los partos en las zonas rurales y que no tienen formación reglada. Formarlas a ellas es fundamental para prevenir la fístula ya que es en esas zonas rurales donde la incidencia es mayor. "Si las comadronas, las matronas y, sobre todo, las parteras están preparadas para asistir adecuadamente los partos de riesgo o para identificarlos y derivarlos al hospital en el caso de que haya complicaciones, podemos prevenir y evitar la fístula", asegura Carmen Casaus, enfermera y responsable de Stop Fístula en Monrovia.

La elección de Liberia como destino de este proyecto por parte de la Fundación Mujeres por África no es casual. Ubicado en la costa oeste del África subsahariana, se trata de uno de los países más pobres del continente y del mundo. Devastado por dos cruentas guerras civiles muy recientes (1989-1996 y 1999-2003), casi el 84% de su población vive por debajo de la línea de pobreza con menos de 1,25 dólar al día. Además de esto, Liberia también tiene uno de los índices de partos en mujeres jóvenes (entre 15 y 19 años) más altos del mundo, siendo de 142 por cada 1.000 nacidos; una cifra que en estados como España o Noruega –el país que ocupa el primer puesto de esta clasificación– es de 12 y 9, respectivamente.

Más allá de las cifras

Puede que resulten impactantes pero esto son sólo cifras y aunque sean desoladoras ya empezamos a acostumbrarnos a escuchar esos números asociados a la pobreza que azotan a ciertos países africanos, como es el caso de Liberia. Se trata sólo de cantidades que, por muy escandalosas que resulten, al final no nos dicen nada. Porque las cifras relativizan la realidad y por mucho que una ecuación clasifique y cuantifique el desarrollo de los países o mida la pobreza, la exclusión, la seguridad alimentaria, la falta de oportunidades, la cantidad de niños que mueren antes de cumplir los cinco años o la prevalencia de enfermedades como la fístula –recordemos, ya erradicadas en el resto del mundo–, absolutamente ninguno de todos esos datos pondrá ante nuestros ojos la imagen del sufrimiento y de quienes lo padecen.
Aquellas jóvenes que sufren fístula están condenadas a vivir al margen de la sociedad.
 
Puede que resulte muy difícil de imaginar, y sobre todo de creer, pero más allá de esas cifras la realidad es que existen adolescentes que necesitan una segunda oportunidad para vivir dignamente cuando es impensable que hayan perdido la primera casi sin haber tenido la opción de vivirla. Y sólo escuchando las historias de esas mujeres que llevan una década sufriendo la fístula, las de quienes han dado a luz durante tres –y hasta diez– días, sólo mirando a los ojos de aquellas niñas que han sido violadas o agredidas sexualmente con un palo o abrazando a las jóvenes a las que se sometió a abortos con una hoja de yuca. Quizá, sólo así, alguien pueda alcanzar a imaginar parte del dolor que sienten.

Sin embargo, y a pesar del sufrimiento vivido, son capaces de agradecer con una generosidad inmensa esa nueva oportunidad que reciben. La primera misión quirúrgica de Mujeres por África ya ha operado a 16 mujeres y la unidad de Stop Fístula, ubicada en el Hospital Saint Joseph de Monrovia, ha asistido en tres meses casi una treintena de partos de riesgo. Ante esto, Carmen afirma emocionada, "vinimos para ayudarlas pero son ellas las que te cambian la vida a ti. Es impresionante la fuerza de estas mujeres, la capacidad de superación y sobre todo su sonrisa. Estando aquí me he dado cuenta de lo maravillosa que puede ser la vida y de lo poco que se necesita realmente para ser feliz".
Si África no se llamara África quizá tendría por nombre Esperanza, como el color verde de su sabana. O tal vez sería Victoria, como aquella mujer que a sus 34 años, y tras tres viviendo con fístula, lloraba de emoción sólo con imaginar cómo sería su vida tras la cirugía. Su propia victoria era esa oportunidad para ser feliz y que la estaba esperando tras las puertas de un quirófano.

* Inma D. Alonso es periodista, fundadora de SemSek Comunicación, agencia especializada en Marketing Social, RSC, Tercer Sector y Comunicación para el Desarrollo.

Este año, por primera vez, se celebra el Día Internacional para la erradicación de la Fístula Obstétrica (23 de mayo). Se hace bajo el auspicio de Naciones Unidas y de su proyecto Campaign to End Fistula , una acción vinculada al Fondo de Población de Naciones Unidas (FPNU) que lleva una década trabajando para tratar y prevenir la fístula obstétrica y, por consiguiente, contribuyendo a la consecución del cuarto y quinto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, esto es, la mejora de la salud materna y la reducción de mortalidad infantil.

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