Aurora Conde
Directora del Departamento de Filología Italiana en la Universidad Complutense de Madrid.Ellas
Las semillas no se podan
La verdad es que cada día, cada instante, utilizamos infinidad de productos y servicios que mejoran nuestras vidas, las hacen más seguras, más confortables, más fáciles. Todos ellos son el resultado de mucho interés, dedicación e inteligencia. Es decir de Investigación, de Desarrollo o de Innovación o, lo que es lo mismo, de la voluntad que muchas personas tienen de estudiar, investigar, desarrollar, aplicar y comercializar productos para el beneficio de todos. Ese proceso de I+D+i además de sus resultados respecto del progreso en general, es impulsado en los centros de investigación por mucha gente que representa lo más especializado de las sociedades avanzadas, al menos en términos de capacidad intelectual, académica y justamente investigadora. Cuando los resultados salen de los laboratorios y centros, generan trabajo, patentes, actividad industrial y comercial. Y competitividad, en el mejor y más positivo de los sentidos, es decir creando valor para toda la sociedad.
Cabecera de una manifestación de científicos en Madrid. | S. Enríquez
A estas alturas decir que un país sin investigación es un país sin desarrollo y por lo tanto sin riqueza a medio y largo plazo, resulta casi banal. Los recortes que se están produciendo a causa de la severidad de la crisis afectan "naturalmente" que dirían los políticos, también a la investigación pública. La nueva y reciente Segunda Carta por la Ciencia , firmada ya por miles, vuelve a llamar la atención sobre la locura cainita que supone dar un zarpazo a nuestra investigación nacional pública.
No es un discurso ideológico, ni sindical, ni de facción. No es solo una cuestión de interés científico, sino que tiene mucho que ver con el desarrollo y posibilidades de trabajo que la aplicación de un buen proyecto conlleva. Una investigación pública de calidad atrae inversión privada; la interacción entre ambas y sus resultados no solo respecto del producto concreto, sino de la infraestructura humana y productiva que generan, son sinónimo de trabajo y riqueza, para beneficio de todos.
Nadie niega la necesidad de ajustes y recortes. Pero es demoledor que nuestros gobiernos no entiendan que éstos no deben afectar a la investigación (y a su hermana la educación) de forma irracionalmente proporcional a otros sectores. ¿Por qué, antes de dar grandes cifras (un 40 % menos en investigación, así en general) no se plantea una selección de líneas estratégicas y, antes de recortar a lo loco, no se selecciona y ordena el sistema de investigación? ¿Por qué los recortes que estamos sufriendo parecen los de unos jardineros inexpertos que talan todo lo que se les pone por delante sin distinguir la diferencia que hay entre podar un abeto, una amapola o un plátano?
Margarita Salas cuyo rostro debería en mi opinión decorar el hall de Ministerio de Economía, junto con el de alguno más, hace no mucho decía: "De cualquier forma, la ciencia avanza más rápido que las instituciones o las leyes, y si bien ha de preocuparse en no vulnerar la sensibilidad moral, también debe exigir a la otra parte, a las instituciones, a las leyes, que hagan un esfuerzo en no quedarse rezagada. El objetivo es que no ralenticen avances importantes para la humanidad". Pues eso.
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