lunes, 11 de junio de 2012

¿Pueden ser más seguros nuestros hospitales? ▲ El Médico Interactivo, Diario Electrónico de la Sanidad ▲

El Médico Interactivo, Diario Electrónico de la Sanidad ¿Pueden ser más seguros nuestros hospitales?

¿Pueden ser más seguros nuestros hospitales?


Junio de 2012 - Itziar Larizgoitia. Coordinadora en el Programa de Seguridad del Paciente de la Organización Mundial de la Salud

La Medicina, o mejor dicho, la asistencia sanitaria en su conjunto alcanza hoy en día logros que eran impensables hace tan solo unas décadas atrás. No obstante, en ocasiones, las expectativas de los profesionales y de los pacientes no se llegan a cumplir. Con relativa frecuencia, el sistema falla ante situaciones que no parecieran ofrecer mayores dificultades técnicas o científicas, por motivos que a veces no se llegan a explicar o a comprender del todo. El resultado suele ser daño indeseado. Prevenir la inseguridad de la atención es una de las tareas más importantes de los profesionales de la salud y de los sistemas sanitarios hoy en día. Es posible hacerlo. Últimamente se están desarrollando muchos avances tecnológicos y nuevas prácticas seguras que están demostrando su capacidad para solucionar algunos de los problemas relevantes

La Medicina, o mejor dicho, la asistencia sanitaria en su conjunto alcanza hoy en día logros que eran impensables hace tan solo unas décadas atrás. Hoy se pueden tratar y resolver enfermedades y condiciones que hasta hace muy poco eran sinónimo de discapacidad grave e incluso de muerte. Además, en España así como en otros países de nuestro entorno, los ciudadanos gozan de un sistema de libre acceso a una red de Atención Primaria de alta capacidad resolutiva y a un rango de tecnologías y asistencia especializada que en conjunto permite una respuesta relativamente inmediata y adecuada ante los problemas de salud. Se podría decir que los sistemas sanitarios de las economías avanzadas ofrecen suficientes garantías de poder satisfacer en buena medida las necesidades de atención de la población, tal como están determinadas por el conocimiento científico del momento.
No obstante, en ocasiones, las expectativas de los profesionales y de los pacientes no se llegan a cumplir. Con relativa frecuencia, el sistema falla ante situaciones que no parecieran ofrecer mayores dificultades técnicas o científicas, por motivos que a veces no se llegan a explicar o a comprender del todo. El resultado suele ser daño indeseado. En algunos casos trágicos puede llegar a producir discapacidad grave e incluso muerte. El sistema de salud pierde así la seguridad que le caracteriza. Muchos profesionales sanitarios han experimentado este tipo de situaciones con frustración y dolor. Y en muchos casos también, lo han hecho en silencio, ante la falta de un marco protector que les permita analizar y comprender las razones del suceso. Un silencio que repercute de manera negativa en los pacientes y sus familias agravando el dolor provocado por el suceso en sí mismo. El sistema de salud doblemente deja de ser seguro para los pacientes y sus profesionales ante estas circunstancias.
Se estima que alrededor de un 10 por ciento de los pacientes que acuden a centros hospitalarios pueden sufrir sucesos adversos que les lleguen a causar algún tipo de daño. La mitad de estos casos suelen ser prevenibles. Son estos datos necesariamente conservadores, porque solo contabilizan aquellos casos que de forma inequívoca se registran en el historial médico del paciente. Por ello es fácil suponer que la magnitud de los problemas de seguridad pueda ser mayor si se utilizaran criterios más amplios y si se midieran también los fallos que ocurren en otros niveles y entornos de atención.
La ciencia de la seguridad, que poco a poco se va desarrollando también en el sector salud, llama la atención sobre aspectos fundamentales que ayudan a comprender por qué se dan esos fallos y cómo pueden prevenirse. Y es que la atención sanitaria, que tan bien se presta en la mayoría de los casos, es el resultado de un sistema muy complejo en el que intervienen numerosos factores, cada uno de ellos a su vez de gran complejidad. Por ejemplo, cualquier intervención en la que uno pueda pensar necesitará de equipamientos y de suministros adecuados y bien calibrados y que por supuesto sean utilizados correctamente. También necesitará que todos los procesos intermedios, las pruebas y exámenes complementarios, se realicen de manera adecuada, se transmitan de forma correcta y a tiempo, y se interpreten como corresponde. Harán falta infraestructuras que permitan que los equipos, medicamentos, muestras, etc. se distribuyan y almacenen en las condiciones óptimas y sistemas que faciliten la comunicación entre cada etapa y cada profesional que participe en la intervención, así como otros que aseguren la higiene adecuada en las instalaciones, además de protocolos o guías que ayuden a decidir en caso de incertidumbre. Y sobre todo, se necesitarán profesionales, técnicos y auxiliares, convenientemente formados, en buenas condiciones físicas y anímicas, capaces de soportar la presión y fatiga del trabajo, operando en equipos constructivos y bien dirigidos... Se podría así seguir enumerando los múltiples elementos que interaccionan en cada uno de los actos sanitarios que se realizan todos los días, en todos los servicios de salud. Se llegaría a describir un sistema enormemente complejo, cuya trascendencia se comprende al reconocer al sujeto de la atención, los pacientes; individuos, cargados a su vez de complejidad física y emocional y llenos de dignidad humana. Al igual que en todas las empresas de alta complejidad, el desarrollo de las intervenciones sanitarias ha de superar un buen número de riesgos derivado de las múltiples interacciones y facetas de todos aquellos aspectos que han de operar de manera coordinada y en buenas condiciones. Es previsible que en algunos casos se produzcan fallos. Es imperativo prevenir aquellos que puedan evitarse, y desarrollar soluciones para mitigar el daño cuando éste se produzca.
En el medio sanitario este tipo de situaciones inseguras, contrario al espíritu de todos sus profesionales, se ha vivido como un problema de difícil comprensión. Se ha intentado no verlo, y así hacerlo desaparecer. En muchos casos, se ha interpretado como un fallo exclusivo de los individuos, cuando, en realidad, va asociado a la complejidad del sector. Es importante reconocer que los profesionales han de dar lo mejor de sí en su trabajo y desarrollarlo con la mayor competencia posible; pero también que pueden equivocarse. El sistema sanitario ha de estar diseñado de manera robusta para compensar los errores humanos inevitables y los fallos de otro tipo que puedan surgir. Se trata de desarrollar defensas ante los múltiples riesgos del sistema. Otras industrias de alto riesgo han comprendido este dilema y han sido capaces de alterar principios de su funcionamiento que se demostraron inseguros y desarrollar toda una cultura y ciencia de la seguridad que les ha permitido disminuir sus accidentes de manera drástica. El reforzamiento de la gestión de equipos, la horizontalidad, y el desarrollo de instrumentos seguros han sido ejemplos. El sector sanitario puede aprender de aquellas.
Prevenir la inseguridad de la atención es una de las tareas más importantes de los profesionales de la salud y de los sistemas sanitarios hoy en día. Es posible hacerlo. Últimamente se están desarrollando muchos avances tecnológicos y nuevas prácticas seguras que están demostrando su capacidad para solucionar algunos de los problemas relevantes. Mejoras en la identificación de pacientes, en la prescripción segura, o incluso facilidades para realizar el lavado de manos de manera ubicua y coste-efectiva, son algunos ejemplos. Una de las claves más importantes, sin embargo, consiste en desarrollar una cultura de la seguridad entre los profesionales y gestores sanitarios que motive una actitud proactiva y constructiva por identificar riesgos y proteger al paciente ante ellos, adoptando prácticas seguras. Ya se está haciendo en un número creciente de instituciones. Es necesario promover aún más esta actitud y extenderla por todo el sistema de salud, incluyendo a todos los niveles y sectores que forman parte del conjunto de la atención, también a la administración y dirección. El liderazgo por la seguridad del paciente es esencial para poder llevar a las instituciones sanitarias a cotas más altas de seguridad.
La seguridad de la atención es una preocupación de primera magnitud. Sus pilares pasan por el reconocimiento de los riesgos y de los sucesos adversos cuando estos ocurren, y por la puesta en marcha de mecanismos de aprendizaje y de prevención de fallos y daño en el paciente. Es necesario liderazgo y humildad. Con todo ello se podrá avanzar en el desarrollo de esa cultura que es tan necesaria para garantizar la seguridad de la atención a los pacientes y profesionales
Nota
Extracto de la presentación en "Encuentros de Salud de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, 8 de febrero de 2012".

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