LEPRA | Enfermedades tropicales desatendidas
Los males de la pobreza
Un niño rema en una canoa cerca de laUn niño rema en una canoa por el río Aura, en Brasil. | EM
- En esta iniciativa colaboran instituciones y varios gobiernos
- Brasil es uno de los pocos países donde todavía se registran casos de lepra
- Intervenciones de bajo presupuesto pueden conseguir resultados llamativos
"Los brasileños ven la lepra como una enfermedad de otra época; sin embargo, aunque ya no existan las leproserías de antaño, aunque duela admitirlo, la lepra es todavía una seria amenaza", cuenta la brasileña Ignez Tristão, especialista en Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Nada menos que 64.700 casos detectados en 2006, según datos del BID, convierten a Brasil en el segundo país con más incidencia de lepra, una enfermedad erradicada en gran parte del planeta.
La lepra se transmite por las vías respiratorias y se propaga en zonas vulnerables, con problemas de higiene y hacinamiento, como las favelas brasileñas y zonas rurales marginadas. Ahora, un programa financiado por el BID, la Fundación Gates, el Instituto Sabin está colaborando con diferentes instituciones gubernamentales para prevenir, controlar y erradicar la lepra y otras enfermedades de la pobreza, como la esquistosomiasis, la elefantiasis y los parásitos intestinales. "Nuestro trabajo es hablar con las instituciones para promover acciones conjuntas, integrales", argumenta Tristão.
Aunque la lepra afecta a todo el territorio brasileño, las actuaciones se centran en tres ciudades del estado de Pernambuco, al nordeste de Brasil: Recife, Olinda y Jaboatão dos Guararapes. El presupuesto del programa ronda el medio millón de dólares. Como parte de estas acciones, el Ministerio de Salud brasileño acaba de lanzar la primera campaña nacional masiva de desparasitación y control de la lepra, que se prolongará hasta el próximo viernes, y se espera que llegue a casi nueve millones de niños entre cinco y 14 años, en escuelas públicas de 720 municipios que ostentan los mayores indicadores de la lepra y otras enfermedades de la pobreza.
Ignez Tristao | BDI
"La educación es la clave para la prevención, y la intervención en escuelas nos ayuda a llegar también a sus familias", recuerda Ignez Tristão. Más aún en el caso de la lepra, en que "el estigma social que lleva aparejado la enfermedad dificultaba el trabajo con adultos", explica la especialista del BID.
La lepra es sólo una de las muchas enfermedades infecciosas desatendidas (EID) que afectan a unos 100 millones de personas y alrededor de 230 millones están en riesgo de contagiarse en Latinoamérica y el Caribe, según cálculos del BID. Son enfermedades tropicales y relacionadas con la pobreza y la exclusión social, y en Latinoamérica suponen una sangría en términos humanos, pero también económicos: en el BID han calculado los costos de la pérdida de productividad en adultos y de los atrasos en el desarrollo físico-cognitivo de los niños, y sostienen que el retorno económico de controlar estas enfermedades ronda el 15-30%.
El círculo vicioso de la pobreza
Mal de Chagas, esquistosomiasis, lepra... Estas enfermedades afectan a las zonas más vulnerables socialmente, que viven con poco más de un dólar al día; son, mayoritariamente, aquellos lugares donde existe mayor población indígena -como zonas rurales de Bolivia, Colombia y Ecuador- y afrodescendiente -en Brasil y el Caribe-.No salen en los medios, son invisibles, pero arrastran profundas consecuencias sociales. Un ejemplo paradigmático son los parásitos intestinales: estas infecciones constituyen un grave problema de salud, sobre todo para las embarazadas, porque causan anemia y, por tanto, se relacionan con problemas para el feto o dificultades en el parto. También retrasan el desarrollo físico e intelectual de los niños, que se ven así en inferioridad de condiciones que el resto de los menores a la hora de rendir en la escuela. Se eterniza así el círculo vicioso de la pobreza, porque los niños y adolescentes que habitan en favelas o zonas rurales pobres se ven retrasados en su educación, impedidos de llegar a la universidad.
Sin embargo, con muy poco presupuesto pueden lograrse enormes avances: "Este tipo de intervenciones tienen uno de los mayores índices coste-efectividad", subraya Ignez Tristão. ¿A qué este olvido, entonces? ¿Falta voluntad política para erradicar las EID? "En primer lugar, existe un profundo desconocimiento que deriva en poca presión de la población. A diferencia de enfermedades como el dengue o la malaria, la opinión pública no es consciente del problema que suponen enfermedades como la lepra o el Chagas", argumenta. Las poblaciones afectadas, que habitan áreas marginales, no tienen poder de presión para alterar este estado de cosas. Así que se acaban implementando "acciones con poco presupuesto, sin coordinación. No hay recursos o no se emplean del modo más eficiente", añade Tristão.
Los tratamientos y las iniciativas de prevención y educación son importantes, pero no bastan por sí mismas. Será difícil erradicar estos males mientras no se solucionen carencias tan básicas como el acceso a agua potable, a una red de saneamiento y a una vivienda adecuada.
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