El servicio médico obligatorio de Rousseff desata la polémica
Los estudiantes deberán trabajar dos años en la atención pública para licenciarse, lo que el gremio ve como "trabajo esclavo"
Juan Arias Río de Janeiro 9 JUL 2013 - 15:33 CET
El Gobierno de la presidenta brasileña Dilma Rousseff ha lanzado un polémico programa de sanidad llamado Más Médicos que supone, entre otras cosas, un servicio médico obligatorio durante dos años en hospitales y ambulatorios públicos para todos los estudiantes de medicina. Sin ese servicio, que tendrá que ser prestado una vez acabada la carrera de seis años, los estudiantes de medicina no podrán adquirir el diploma oficial. La iniciativa ha sido duramente criticada por las entidades médicas nacionales, que ya anunciaron que recurrirán contra ella a la justicia.
En una nota dichas entidades han calificado la medida del servicio médico obligatorio como “trabajo esclavo” que retrasa dos años la carrera médica, que no se reduce a los seis años de facultad sino que generalmente implica varios años más de especialización. Los médicos no excluyen promover una huelga general y salir a la calle.
La presidenta Rousseff ha defendido con fuerza la decisión de su gobierno que ayudará, según ella, a los estudiantes de medicina a formarse en el Sistema Único de Salud (SUS), uno de los más avanzados del mundo ya que ofrece asistencia médica gratuita a todos los ciudadanos sin distinción.
Para Rousseff, el programa Más Médicos llega en el momento en el que el país está adquiriendo “una mayor conciencia ciudadana”. A las instituciones médicas que han criticado ese servicio médico obligatorio ha respondido María do Socorro de Souza, Presidenta del Consejo Nacional de Sanidad (CNS) recordando que los estudiantes “deben retribuir a la sociedad lo que invirtió en ellos”.
El programa Más Médicos presenta también una serie de propuestas para aumentar el número de puestos de especializaciones médicas en las facultades de medicina de todo el país, sobre todo en los lugares con mayor carencia de médicos.
Uno de los puntos también polémicos del programa Más Médicos es el de la contratación de médicos extranjeros, sobre todo españoles y portugueses para trabajar tres años en las zonas más pobres del país donde generalmente se niegan a ir los médicos brasileños. Los médicos extranjeros empezarán a trabajar ya en septiembre con un sueldo de 10.000 reales (3.445 euros). Podrán ocupar los puestos que no quieran los médicos brasileños, que tendrán prioridad, y necesitarán conocer el portugués.
La presidenta Dilma ha insistido en que todos los países del mundo contratan médicos extranjeros y que los alcaldes de los lugares pobres del país, alejados de las grandes urbes, se quejan de una falta grave de médicos.
De nuevo las entidades médicas han criticado la forma de contratación de médicos extranjeros. Según dichas entidades Brasil tiene médicos suficientes y si no quieren ir a trabajar en esas zonas de la periferia del país no es por un sueldo mayor o menor, sino por la falta en esos lugares de estructuras hospitalarias donde falta de todo y donde les es difícil a esos médicos crearse una carrera profesional.
Se dicen favorables a que cualquier médico de fuera pueda trabajar en el país, pero tras haber pasado un examen de reválida. Las deficiencias en la salud pública ha sido una de las mayores reivindicaciones de las protestas callejeras junto con las de la educación y los transportes. Por ello, el gobierno no ha querido esperar y ha lanzado enseguida ese programa revolucionario criticado por unos y aplaudido por otros.
Ahora el Congreso tendrá que aprobar la medida más polémica, la del servicio médico obligatorio. De cualquier modo, los ministros de Dilma creen que peor hubiese sido el inmovilismo en un momento en el que la opinión pública exige una medicina digna de un país que es la sexta potencia económica del planeta.
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