Lo más lacerante
Lo mejor del sistema público de salud ya está detrás, no en el futuro
Después de tantos ajustes, sus secuelas llegan a ras de suelo. Casos lacerantes que dejan de ser particulares y se convierten en categorías. La salud es lo primero en la sensibilidad de los ciudadanos, por lo que aumenta, con desesperanza, la sensación de que lo mejor de un modelo de sanidad pública que fue calificado como de los mejores del mundo ya está detrás de nosotros y no delante. La verificación de que poco a poco se lo están cargando. Un día, el edificio se derrumba.
Quizá la peor de todas las barbaridades que lleva perpetrando el PP desde que llegó al poder ha sido la jubilación de centenares de médicos en la Comunidad de Madrid al cumplir los 65 años. Además de las formas despiadadas de comunicárselo, con ellos no se ha cumplido lo que tan sensatamente demandaba el doctor Jesús Villar en estas mismas páginas: “En EE UU, ninguna empresa que se precie puede permitirse el lujo de desprenderse del talento de sus trabajadores”.
El problema principal no está en la situación personal de esos médicos, con lo que ello supone, sino en la de sus pacientes, considerados como clientes, como consumidores. En un contexto dominado por el afán privatizador de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid, al que se opone manifiestamente la mayoría de la población, la jubilación de algunos de sus mejores doctores va a significar, por una parte, la multiplicación de las listas de espera y la inseguridad de los pacientes tratados y, por la otra, la inmediata traslación de algunos de los talentos marginados a la sanidad privada. Con lo que se cierra el círculo: primero la gestión económica, luego el tratamiento profesional. Operación ideológica obtenida.
Algo semejante estamos viviendo en el mundo de la investigación. Los últimos días son pródigos en ejemplos de jóvenes investigadores que son despedidos de sus puestos de trabajo en España, o no contratados a través del sistema de becas, por lo que han de ejercer fuera. Al explicar su caso (se le ha denegado una beca Ramón y Cajal), Diego Martínez, de 30 años, considerado el mejor físico europeo joven por la Sociedad Europea de Física, decía: en una economía global, un país puede tener tres cosas: o recursos naturales (que no es el caso de España), o gente capacitada con un nivel educativo alto y una industria que pueda generar valor añadido, o mano de obra barata.
La devaluación interna que está haciendo mella en este país ha optado por aumentar la competitividad del mismo a través de salarios baratos y fuerte desempleo. La productividad del capital no solo no crece, sino que disminuye. ¿Cuándo se va a poner encima la reforma laboral que se necesita para invertir en innovación, en investigación, en formación, en educación, en políticas activas del mercado de trabajo, en dotación de capital...? Para evitar que España devenga en el paraíso de las jubilaciones inconvenientes y, al tiempo, del precariado.
Quizá la peor de todas las barbaridades que lleva perpetrando el PP desde que llegó al poder ha sido la jubilación de centenares de médicos en la Comunidad de Madrid al cumplir los 65 años. Además de las formas despiadadas de comunicárselo, con ellos no se ha cumplido lo que tan sensatamente demandaba el doctor Jesús Villar en estas mismas páginas: “En EE UU, ninguna empresa que se precie puede permitirse el lujo de desprenderse del talento de sus trabajadores”.
El problema principal no está en la situación personal de esos médicos, con lo que ello supone, sino en la de sus pacientes, considerados como clientes, como consumidores. En un contexto dominado por el afán privatizador de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid, al que se opone manifiestamente la mayoría de la población, la jubilación de algunos de sus mejores doctores va a significar, por una parte, la multiplicación de las listas de espera y la inseguridad de los pacientes tratados y, por la otra, la inmediata traslación de algunos de los talentos marginados a la sanidad privada. Con lo que se cierra el círculo: primero la gestión económica, luego el tratamiento profesional. Operación ideológica obtenida.
Algo semejante estamos viviendo en el mundo de la investigación. Los últimos días son pródigos en ejemplos de jóvenes investigadores que son despedidos de sus puestos de trabajo en España, o no contratados a través del sistema de becas, por lo que han de ejercer fuera. Al explicar su caso (se le ha denegado una beca Ramón y Cajal), Diego Martínez, de 30 años, considerado el mejor físico europeo joven por la Sociedad Europea de Física, decía: en una economía global, un país puede tener tres cosas: o recursos naturales (que no es el caso de España), o gente capacitada con un nivel educativo alto y una industria que pueda generar valor añadido, o mano de obra barata.
La devaluación interna que está haciendo mella en este país ha optado por aumentar la competitividad del mismo a través de salarios baratos y fuerte desempleo. La productividad del capital no solo no crece, sino que disminuye. ¿Cuándo se va a poner encima la reforma laboral que se necesita para invertir en innovación, en investigación, en formación, en educación, en políticas activas del mercado de trabajo, en dotación de capital...? Para evitar que España devenga en el paraíso de las jubilaciones inconvenientes y, al tiempo, del precariado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario