UN problema de salud pública
Ninguna escala diagnóstica llega a medir la conducta autolítica
Historia clínica y un equipo multidisciplinar, claves en el abordaje penitenciario del suicidio. El 10% de los suicidas no tienen patología psiquiátrica pero sí sentimientos ambivalentes.
Pilar Laguna. Murcia | dmredaccion@diariomedico.com | 27/05/2013 00:00
Alrededor de un millón de personas se suicidan cada año en el mundo. El suicidio es un fenómeno complejo y multidimensional considerado como un problema de salud pública. La evidencia muestra que el 90 por ciento de los suicidas tienen trastornos mentales, siendo los más frecuentes las alteraciones del estado de ánimo. Pero también hay personas que se quitan la vida porque sus estrategias de afrontamiento emocional ante grandes problemas son poco efectivas.
"No cabe duda de que el suicidio también puede ser una decisión elegida y libre", sostiene María Ángeles López, psiquiatra del Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante (Foncalent), confirmando que cerca del 10 por ciento de suicidas no reúnen criterios para el diagnóstico de trastorno mental. "Suelen ser personas más impulsivas y que refieren sentimientos ambivalentes, que quieren vivir y que, a la vez, no les importa morir".
Historia Clínica
López lleva varias décadas trabajando en el entorno carcelario, donde hay mayor prevalencia de autolisis. Las 400 camas del centro de Foncalent, que depende de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, acogen a presos con trastornos mentales graves de toda España, excepto Cataluña, siendo el único que dispone de departamento de mujeres. Allí ingresan pacientes con trastorno mental que han cometido un delito, frecuentemente en el entorno familiar, en bastantes casos con consumo de tóxicos y con escasa red de apoyo familiar y social.
Ante unos factores de riesgo individuales, familiares y sociales que pueden ser muy variados -algunos modificables y otros inalterables-, López afirma que para predecir la conducta suicida la historia clínica es una herramienta decisiva, aunque las escalas para el diagnóstico no tienen validez general ni miden factores exclusivos de suicidio. "Manejamos probabilidades, pero nunca estamos en posesión de la verdad", reconoce la psiquiatra, que considera imprescindible la tarea del equipo multidisciplinar en el medio penitenciario "para tratar patologías de base, actuar sobre la desesperanza y aplicar cuando sea necesario un tratamiento psiquiátrico-psicológico que, en algunas ocasiones, termina en ingreso hospitalario".
Entre las causas modificables estarían los trastornos afectivos, de ansiedad de personalidad, la esquizofrenia, el abuso de sustancias, la salud física y las dimensiones psicológicas. Pero hay muchas circunstancias que no pueden modificarse como la genética, la edad, el sexo, el estado civil, la situación socioeconómica, el apoyo social, la conducta suicida previa y las creencias religiosas.
Para evaluar el riesgo suicida, en la historia clínica hay que detallar los datos personales del paciente, los factores de riesgo y factores protectores, las características de la ideación, las circunstancias del intento de suicidio y la evaluación clínica, aparte de hacer constar el diagnóstico diferencial, el tratamiento, objetivos e intervenciones terapéuticas.
En prisión, además, se magnifican los factores de riesgo respecto de la población general en cuanto a trastornos mentales, abuso de drogas, enfermedad física grave (VIH o tumores), problemas jurídicos, ruptura de relaciones, aislamiento social y nivel socioeconómico bajo.
"En las entrevistas para evaluar la conducta suicida es muy importante no sólo cómo preguntar, sino también cuándo y qué preguntar al paciente", recalca López, que hace hincapié en la utilidad de los protocolos para el manejo de estas situaciones. Hay que comunicarse con empatía, con mensajes no verbales de aceptación y respeto, centrándose en los sentimientos de la persona y comprendiendo sus opiniones y valores. "Pero es esencial que el terapeuta no se emocione o se escandalice ante ningún argumento, ni que sea condescendiente o haga comentarios indiscretos o preguntas tendenciosas", advierte la experta, quien también califica de impropias las interrupciones al entrevistado o dejar entrever prisas para terminar la conversación.
La conducta autolítica cambia con la sociedad
Los patrones de suicidio cambian con la evolución social. Ante la situación laboral y económica actual aumentan los trastornos del estado de ánimo y las tasas de conducta autolítica. Las reacciones son impredecibles, pero es más frecuente en despidos inmediatos que en desempleo de larga duración. "En los últimos meses se producen suicidios como respuesta a la crisis y quizá como una vía de atentar contra los poderes que nos han llevado a esta situación", explica María Ángeles López, del Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Alicante, en alusión a los desahucios, resaltando que es un hecho personal con gran dimensión social. "Se dejan víctimas atrás, como familia, compañeros de trabajo y profesionales sanitarios, que necesitan apoyo psicológico".
Algunos presos se quitan la vida ante la excarcelación; y ya en libertad o en fase de recuperación, se dan mayores tasas en esquizofrenia. "Quizá al valorar su realidad y la desconexión social y afectiva les hace llegar a un nivel de desesperanza que les impide afrontar la vida", arguye López, y añade que la depresión tiene un riesgo de autolisis de entre el 10 y el 15 por ciento. En la primera semana de terapia antidepresiva se elevan las probabilidades, ya que puede dar al paciente el impulso que necesitaba.
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