INVESTIGADORES POR EL MUNDO
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Ignacio Sáez Martínez
'El recorte de 600 millones es descorazonador'
Dos personas participan en un juego. El jugador A tiene una cantidad
de dinero que ha de repartir con el jugador B. Si este último rechaza su
oferta, ambos se quedan sin nada. Así, el primero tiene que hacer una
propuesta lo suficientemente buena para no irse de cero, mientras que el
segundo tendrá que decidir si es mejor lo que le dan que nada.
¿En qué se basan ambos participantes para tomar su decisión? ¿Y nosotros? ¿Por qué elegimos unas cosas y no otras? Este juego económico sirve a investigadores como Ignacio Sáez para analizar la toma de decisiones de los seres humanos. Combinado con técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional, Ignacio estudia qué zonas del cerebro se activan cuando se realiza una determinada tarea, algo que sirve para caracterizar diferentes patologías, como las adicciones.
Este es sólo uno de los campos de actuación de este logroñés que hace nueve años decidió 'cruzar el charco' para llegar al Virginia Tech Carilion Research Institute (Virginia, EEUU).
Pero, ¿qué decisiones llevaron a este joven de 32 años, licenciado en Biología y Bioquímica a especializarse en neurociencia y terminar en EEUU? "Hice la doble licenciatura en la Universidad de Navarra, pero mientras terminaba, me empezó a picar el gusanillo de la investigación médica. A lo que quería era dedicarme era a la neurociencia", recuerda.
Así se abrió la etapa de buscarse las habichuelas para encontrar una beca que le permitiese cambiar de rumbo y especializarse en lo que realmente le gustaba... Eso sí, con la intención de volver después a España. "Algunos de mis profesores habían estado en EEUU y me aconsejaron que me marchase allí, que era donde mejor me podía formar. Así que tras conseguir una beca, estuve en Houston durante seis años realizando un doctorado en electrofisiología", explica.
"Durante este tiempo estudié la capacidad que tienen las neuronas para alterar cómo se comunican entre ellas, una habilidad que es importante para cualquier proceso que necesite cambios en el cerebro: desde el desarrollo normal del sistema nervioso durante el crecimiento hasta la recuperación después de un insulto", explica.
Aunque la idea de Ignacio era volver a España tras el doctorado, las oportunidades seguían estando fuera. "Yo quería volver a España, pero al terminar vi que era prematuro", afirma. "La neurociencia es un campo en alza y los descubrimientos en esta área tienen repercusiones en nuestro conocimiento sobre el comportamiento humano y de multitud de enfermedades, pero los recursos necesarios, como pasa a menudo en ciencia, son caros. Aquí, en EEUU, hay apoyo, muchas becas y recursos y, aunque tuve ofertas de trabajo en Europa, preferí quedarme aquí porque me tentaron con una buena oferta de trabajo y la posibilidad de expandir mi investigación a seres humanos", cuenta.
"Las células que degeneran en Parkinson contienen una molécula, la dopamina, que está íntimamente ligada a la evaluación y a la toma de decisiones", explica. "Los pacientes de Parkinson no sólo tienen dificultades motrices, sino también sufren la incapacidad de tomar una decisión en un momento dado.
Aunque hasta este momento no se puede curar, sí que existen tratamientos para aliviarlo, tanto farmacológicos como a través de la implantación quirúrgica de un electrodo -estimulación cerebral profunda- que les permite recuperar calidad de vida", señala. "El hecho de que haya pacientes que se someten a esta intervención nos da una oportunidad para medir la concentración de dopamina en determinadas áreas de su cerebro, lo que puede llevar a una mejor comprensión de la enfermedad y de la función de esta molécula. Es una oportunidad única", continua.
Su otra área de estudio, la resonancia magnética funcional, le sirve para medir la actividad neuronal de manera no invasiva con métodos como la neuroeconomía. Con estas técnicas, Ignacio y sus compañeros descubren las zonas del cerebro que funcionan a la hora de tomar una decisión y ven cuáles sufren algún tipo de patología. "Los adictos toman decisiones que, en parte, saben que no son las correctas. Sin embargo, su capacidad para decidir está alterada y, por ejemplo, no es la misma que la de una persona que no fume". Precisamente, el futuro inmediato de Ignacio lo marcan tanto el trabajo con las personas con Párkinson como la adicción al tabaco.
"Me encantaría realizar todo este trabajo en España", confiesa sin dudar Ignacio. "Allí tengo a mi familia, a mis amigos y mi mujer también es española. Me gustaría poder usar mi formación y experiencia para mejorar las cosas en mi país y contribuir a que futuras generaciones de científicos no se tengan que marchar fuera para progresar en la investigación", explica.
Pero la realidad para Ignacio es otra. "La situación para un investigador en España es muy complicada ya que, aunque existen grupos de neurociencia muy buenos, no cuentan con el suficiente apoyo. Aquí las posibilidades son mayores, al igual que los recursos y la ayuda de la Administración. En EEUU se entiende que el beneficio resultante de la investigación biomédica es doble: no sólo se logran tratamientos para enfermedades concretas, como en el caso del sida; sino que también hay un beneficio económico derivado de la creación de nuevos tratamientos, patentes y empresas de biotecnología".
Así, finaliza: "Soy una persona optimista y pensaba que aunque hubiese desaparecido el ministerio de Ciencia, incluirlo dentro de Economía se podría interpretar como una intención de incorporar los avances científicos al motor del desarrollo económico español... pero el recorte de 600 millones es descorazonador".
¿En qué se basan ambos participantes para tomar su decisión? ¿Y nosotros? ¿Por qué elegimos unas cosas y no otras? Este juego económico sirve a investigadores como Ignacio Sáez para analizar la toma de decisiones de los seres humanos. Combinado con técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional, Ignacio estudia qué zonas del cerebro se activan cuando se realiza una determinada tarea, algo que sirve para caracterizar diferentes patologías, como las adicciones.
Este es sólo uno de los campos de actuación de este logroñés que hace nueve años decidió 'cruzar el charco' para llegar al Virginia Tech Carilion Research Institute (Virginia, EEUU).
Pero, ¿qué decisiones llevaron a este joven de 32 años, licenciado en Biología y Bioquímica a especializarse en neurociencia y terminar en EEUU? "Hice la doble licenciatura en la Universidad de Navarra, pero mientras terminaba, me empezó a picar el gusanillo de la investigación médica. A lo que quería era dedicarme era a la neurociencia", recuerda.
Así se abrió la etapa de buscarse las habichuelas para encontrar una beca que le permitiese cambiar de rumbo y especializarse en lo que realmente le gustaba... Eso sí, con la intención de volver después a España. "Algunos de mis profesores habían estado en EEUU y me aconsejaron que me marchase allí, que era donde mejor me podía formar. Así que tras conseguir una beca, estuve en Houston durante seis años realizando un doctorado en electrofisiología", explica.
"Durante este tiempo estudié la capacidad que tienen las neuronas para alterar cómo se comunican entre ellas, una habilidad que es importante para cualquier proceso que necesite cambios en el cerebro: desde el desarrollo normal del sistema nervioso durante el crecimiento hasta la recuperación después de un insulto", explica.
Aunque la idea de Ignacio era volver a España tras el doctorado, las oportunidades seguían estando fuera. "Yo quería volver a España, pero al terminar vi que era prematuro", afirma. "La neurociencia es un campo en alza y los descubrimientos en esta área tienen repercusiones en nuestro conocimiento sobre el comportamiento humano y de multitud de enfermedades, pero los recursos necesarios, como pasa a menudo en ciencia, son caros. Aquí, en EEUU, hay apoyo, muchas becas y recursos y, aunque tuve ofertas de trabajo en Europa, preferí quedarme aquí porque me tentaron con una buena oferta de trabajo y la posibilidad de expandir mi investigación a seres humanos", cuenta.
Proceso de toma de decisiones y Parkinson
Así, el reto profesional llevó a Ignacio al Virginia Tech Carilion Research Institute. Allí, no sólo investiga la toma de decisiones en personas sanas, sino también en aquellos que sufren algún tipo de patología como la adicción al tabaco o la enfermedad de Párkinson."Las células que degeneran en Parkinson contienen una molécula, la dopamina, que está íntimamente ligada a la evaluación y a la toma de decisiones", explica. "Los pacientes de Parkinson no sólo tienen dificultades motrices, sino también sufren la incapacidad de tomar una decisión en un momento dado.
Aunque hasta este momento no se puede curar, sí que existen tratamientos para aliviarlo, tanto farmacológicos como a través de la implantación quirúrgica de un electrodo -estimulación cerebral profunda- que les permite recuperar calidad de vida", señala. "El hecho de que haya pacientes que se someten a esta intervención nos da una oportunidad para medir la concentración de dopamina en determinadas áreas de su cerebro, lo que puede llevar a una mejor comprensión de la enfermedad y de la función de esta molécula. Es una oportunidad única", continua.
Su otra área de estudio, la resonancia magnética funcional, le sirve para medir la actividad neuronal de manera no invasiva con métodos como la neuroeconomía. Con estas técnicas, Ignacio y sus compañeros descubren las zonas del cerebro que funcionan a la hora de tomar una decisión y ven cuáles sufren algún tipo de patología. "Los adictos toman decisiones que, en parte, saben que no son las correctas. Sin embargo, su capacidad para decidir está alterada y, por ejemplo, no es la misma que la de una persona que no fume". Precisamente, el futuro inmediato de Ignacio lo marcan tanto el trabajo con las personas con Párkinson como la adicción al tabaco.
"Me encantaría realizar todo este trabajo en España", confiesa sin dudar Ignacio. "Allí tengo a mi familia, a mis amigos y mi mujer también es española. Me gustaría poder usar mi formación y experiencia para mejorar las cosas en mi país y contribuir a que futuras generaciones de científicos no se tengan que marchar fuera para progresar en la investigación", explica.
Pero la realidad para Ignacio es otra. "La situación para un investigador en España es muy complicada ya que, aunque existen grupos de neurociencia muy buenos, no cuentan con el suficiente apoyo. Aquí las posibilidades son mayores, al igual que los recursos y la ayuda de la Administración. En EEUU se entiende que el beneficio resultante de la investigación biomédica es doble: no sólo se logran tratamientos para enfermedades concretas, como en el caso del sida; sino que también hay un beneficio económico derivado de la creación de nuevos tratamientos, patentes y empresas de biotecnología".
Así, finaliza: "Soy una persona optimista y pensaba que aunque hubiese desaparecido el ministerio de Ciencia, incluirlo dentro de Economía se podría interpretar como una intención de incorporar los avances científicos al motor del desarrollo económico español... pero el recorte de 600 millones es descorazonador".
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