La situación de la central nuclear de Fukushima es peor de lo que se creía
Una inspección en el reactor número 2 detecta dosis muy altas de radiación y un nivel del agua de refrigeración inferior al estimado
Las dudas sobre el estado real de la central nuclear de Fukushima 1 han resurgido hoy, después de que un portavoz de Tepco —la compañía propietaria de la planta— haya declarado que la situación en uno de los tres reactores que sufrieron fusiones es peor de lo que se pensaba. El estado de los otros dos podría ser aún más grave.
La inspección realizada hoy con un endoscopio industrial en el reactor número 2 —el único al que de momento han podido aproximarse los técnicos— ha detectado niveles de radiación dentro de la cámara hasta 10 veces superiores a la dosis letal. Los especialistas habían asegurado previamente que más de la mitad del combustible fundido había roto el núcleo, había caído al suelo de la vasija de contención primaria, y parte de él se había esparcido por el suelo o había salpicado contra la pared.
Las partículas del material fundido han elevado probablemente la radiactividad a niveles peligrosos de 70 sieverts por hora en el interior del contenedor, según ha asegurado Junichi Matsumoto, portavoz de Tepco, informa Associated Press. La cifra es muy superior a los niveles más altos encontrados hasta ahora —10 sievert por hora—, que fueron registrados el año pasado alrededor de un conducto de escape compartido por las unidades 1 y 2.
La investigación ha encontrado también que el nivel del agua de refrigeración en la vasija de contención es tan solo de 60 centímetros desde el fondo, mucho menos que los 10 metros que fueron estimados cuando el Gobierno declaró que la planta se encontraba en situación estable en diciembre pasado. Los técnicos continúan bombeando agua en el reactor.
Los expertos han empleado un dispositivo equipado con una minicámara, un termómetro, un dosímetro y un medidor del nivel del agua para verificar los daños en el interior del reactor número 2 por segunda vez desde el terremoto y el tsunami que devastaron la costa noreste de Japón y dañaron gravemente la central de Fukushima el 11 de marzo del año pasado.
Matsumoto ha explicado que los datos muestran que la situación en la central es tan seria que habrá que desarrollar equipos y tecnologías especiales que puedan soportar los altos niveles de radiactividad durante el desmantelamiento de la planta, que se prevé que tarde varias décadas. Según ha dicho, en las condiciones actuales, un endoscopio como el utilizado duraría 14 horas.
El nivel de agua de refrigeración encontrado es muy inferior a la estimación, que utilizó datos que ahora se ha visto que no eran fiables, según ha reconocido el portavoz. Pero Matsumoto ha insistido en que los resultados no modifican el estado de “parada en frío”, declarado en diciembre, porque la temperatura del agua es de 50 grados centígrados, lo que muestra que el combustible fundido se ha enfriado.
Tres de los seis reactores de Fukushima 1 sufrieron fusiones, pero el número 2 es el único que ha sido examinado porque la radiación en el interior de su edificio es relativamente baja y su vasija de contención fue diseñada con una ranura que permite introducir el endoscopio. La cámara del reactor 2 no puede ser visitada por los trabajadores, debido a los altos niveles de radiactividad, aunque algunas partes de su edificio son accesibles durante unos pocos minutos cada vez si los inspectores visten protección completa.
La condición exacta de los otros dos reactores –que sufrieron explosiones de hidrógeno que dañaron sus edificios- es incierta. Las simulaciones realizadas indican que más combustible ha roto el núcleo en el reactor número 1 que en los otros dos, aunque el nivel más alto de radiactividad está en el 3.
El lunes pasado, Tepco desconectó, para llevar a cabo labores de mantenimiento durante varios meses, el último reactor nuclear que tenía en funcionamiento de un total de 17. Japón se ha quedado así con solo uno en marcha del conjunto de 54 repartidos por todo el país. Este último se prevé que sea apagado, también para mantenimiento, en mayo.
Las instalaciones que están siendo sometidas a inspección tienen que recibir el visto bueno de las autoridades locales y del Gobierno central antes de volver a ser puestas en marcha. Pero muchas comunidades son reacias a dar el permiso tras el desastre de Fukushima, que obligó a desalojar a decenas de miles de personas de sus viviendas y ha dejado grandes superficies de terreno inservibles para el cultivo.
La inspección realizada hoy con un endoscopio industrial en el reactor número 2 —el único al que de momento han podido aproximarse los técnicos— ha detectado niveles de radiación dentro de la cámara hasta 10 veces superiores a la dosis letal. Los especialistas habían asegurado previamente que más de la mitad del combustible fundido había roto el núcleo, había caído al suelo de la vasija de contención primaria, y parte de él se había esparcido por el suelo o había salpicado contra la pared.
Las partículas del material fundido han elevado probablemente la radiactividad a niveles peligrosos de 70 sieverts por hora en el interior del contenedor, según ha asegurado Junichi Matsumoto, portavoz de Tepco, informa Associated Press. La cifra es muy superior a los niveles más altos encontrados hasta ahora —10 sievert por hora—, que fueron registrados el año pasado alrededor de un conducto de escape compartido por las unidades 1 y 2.
La investigación ha encontrado también que el nivel del agua de refrigeración en la vasija de contención es tan solo de 60 centímetros desde el fondo, mucho menos que los 10 metros que fueron estimados cuando el Gobierno declaró que la planta se encontraba en situación estable en diciembre pasado. Los técnicos continúan bombeando agua en el reactor.
Los expertos han empleado un dispositivo equipado con una minicámara, un termómetro, un dosímetro y un medidor del nivel del agua para verificar los daños en el interior del reactor número 2 por segunda vez desde el terremoto y el tsunami que devastaron la costa noreste de Japón y dañaron gravemente la central de Fukushima el 11 de marzo del año pasado.
Matsumoto ha explicado que los datos muestran que la situación en la central es tan seria que habrá que desarrollar equipos y tecnologías especiales que puedan soportar los altos niveles de radiactividad durante el desmantelamiento de la planta, que se prevé que tarde varias décadas. Según ha dicho, en las condiciones actuales, un endoscopio como el utilizado duraría 14 horas.
El nivel de agua de refrigeración encontrado es muy inferior a la estimación, que utilizó datos que ahora se ha visto que no eran fiables, según ha reconocido el portavoz. Pero Matsumoto ha insistido en que los resultados no modifican el estado de “parada en frío”, declarado en diciembre, porque la temperatura del agua es de 50 grados centígrados, lo que muestra que el combustible fundido se ha enfriado.
Tres de los seis reactores de Fukushima 1 sufrieron fusiones, pero el número 2 es el único que ha sido examinado porque la radiación en el interior de su edificio es relativamente baja y su vasija de contención fue diseñada con una ranura que permite introducir el endoscopio. La cámara del reactor 2 no puede ser visitada por los trabajadores, debido a los altos niveles de radiactividad, aunque algunas partes de su edificio son accesibles durante unos pocos minutos cada vez si los inspectores visten protección completa.
La condición exacta de los otros dos reactores –que sufrieron explosiones de hidrógeno que dañaron sus edificios- es incierta. Las simulaciones realizadas indican que más combustible ha roto el núcleo en el reactor número 1 que en los otros dos, aunque el nivel más alto de radiactividad está en el 3.
El lunes pasado, Tepco desconectó, para llevar a cabo labores de mantenimiento durante varios meses, el último reactor nuclear que tenía en funcionamiento de un total de 17. Japón se ha quedado así con solo uno en marcha del conjunto de 54 repartidos por todo el país. Este último se prevé que sea apagado, también para mantenimiento, en mayo.
Las instalaciones que están siendo sometidas a inspección tienen que recibir el visto bueno de las autoridades locales y del Gobierno central antes de volver a ser puestas en marcha. Pero muchas comunidades son reacias a dar el permiso tras el desastre de Fukushima, que obligó a desalojar a decenas de miles de personas de sus viviendas y ha dejado grandes superficies de terreno inservibles para el cultivo.
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