Borrando el I+D
La investigación científica atraviesa su peor momento.Los recortes han dejado a muchos centros con lo mínimo o menos. Y numerosos científicos barajan irse de España ¿Qué hacer? Expertos de primer nivel hasta 'precarios' dan su respuesta
No hay desfile de batas blancas con crespones negros en el Príncipe Felipe esta mañana de febrero. No hay sentadas ni lanzamiento simbólico de zapatos contra el desplome de las subvenciones, que han pasado de nueve a 4,4 millones, aunque sus modernas y bien dotadas instalaciones parecen habitadas todavía por las voces y los rostros de aquellos que han tenido que empaquetar sus pertenencias científicas para buscarse la vida profesional en otra parte.
Rafael Pulido, 15 años dedicados al cáncer de mama asociado a enfermedades hereditarias, es uno de ellos. “Pretendo continuar en el extranjero, pero si no reanudo mi investigación antes de seis meses perderé gran parte del material: cultivos celulares, embriones, cepas animales… además de mi posición científica porque hay otros colegas en el mundo trabajando en mi misma línea. Hacíamos un trabajo puntero y estábamos descubriendo cosas que, estoy seguro, iban a repercutir en la medicina. Es dramático, ahora, es el sálvese quien pueda. Tenemos la moral por los suelos”.
Durante estos meses atrás, el Príncipe Felipe ha sido el epicentro del psicodrama de la ciencia española, el territorio de incertidumbre y desaliento en el que afloran esos gestos de desprendimiento extraordinarios propios de las situaciones desesperadas. Así, la madre de una joven diabética reúne 7.000 euros en una colecta popular y consigue que se readmita a la investigadora especializada en las células que sintetizan con la insulina para la regeneración del páncreas. La investigadora jefa del Laboratorio de Patología Celular, Consuelo Guerri, dona los 25.000 euros del premio científico que obtuvo en Suiza para que algunos de sus becarios puedan continuar trabajando. Y es que despedir a un centenar de científicos, la mitad de la plantilla, y suprimir líneas y laboratorios de investigación en un centro considerado el quinto español en productividad no deja de parecer una extravagancia, incluso en los tiempos de penuria que corren. Incluso en el país que puebla sus noches televisivas con videntes y echadoras de cartas.
No son los únicos investigadores víctimas de la insolvencia de la Administración autonómica. Escuchen estas voces: “El agujero contable provocado por los 3,5 millones de euros que nos adeuda la Generalitat nos ha obligado a extinguir 23 puestos de trabajo y a aplicar un expediente de regulación de empleo a 116 personas, la casi totalidad de la plantilla. Aunque somos un referente mundial en el campo del azulejo y hasta ahora hemos salvaguardado el núcleo de la investigación, no sabemos si podremos resistir en los meses venideros”, dice Carlos Feliú, director del Instituto Tarraconense de Cerámica.
“Nuestra investigación de los cítricos es la más avanzada del mundo pero el problema es que todos los que trabajamos aquí somos senior formados en EE UU y estamos a punto de jubilarnos. La Generalitat nos aplica el decreto que obliga a reducir las horas de trabajo de los interinos a solo 25 horas semanales, cuando en la I+D, para ser competitivo, no puedes trabajar menos de 40 horas. Si siguen aplicando la política de no amortizar las plazas, nadie podrá sustituirnos y esto se irá al garete”, indica Luis Navarro, del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias, considerado un centro modélico.
La atmósfera de la investigación española se está cargando con una incertidumbre espesa y la pregunta es si la delicada flor que es la ciencia española podrá sobrevivir a la economía de guerra que se le impone en la crisis. ¿Nuestro país está suicidándose al recortar su presupuesto de I+D+i y congelar la contratación de investigadores, como sostiene la astrofísica Amaya Moro-Martín en un artículo publicado en Nature, la muy reputada revista científica que lleva meses advirtiendo del riesgo de desmoronamiento del sistema de I+D+i español? El análisis de la investigadora del Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial (INTA), dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), está impregnado de fatalismo: “La ciencia no es una prioridad en España” (…) “Las medidas irracionales y draconianas del Gobierno pueden dañar a largo plazo la infraestructura científica” (…) “El país se enfrenta a una fuga de cerebros multigeneracional de la que tardará décadas en recuperarse” (…) “Investigar en España va a ser misión imposible”, afirma Amaya Moro.
"El país se enfrenta a una fuga de cerebros de la que tardará décadas en recuperarse", advierte Amara Moro
¿La investigación española va a desmoronarse como un castillo de naipes ahora que parecía haber alcanzado cierta velocidad de crucero y empezaban a aflorar los frutos con centros de excelencia como el CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), el CRG (Centro de Regulación Genómica), el ICFO (Instituto de Ciencias Fotónicas), el ICIQ (Instituto Catalán de Investigación Química), situados entre los 30 mejores del mundo y con 24 científicos entre los 100 más citados en sus áreas de investigación? “Las cosas estaban funcionando. Habíamos conseguido por primera vez en nuestra historia un nivel de calidad de centros tecnológicos y de publicaciones. Para un país como el nuestro que carece de la reputación investigadora del Reino Unido, adquirir fama cuesta mucho y perderla es facilísimo. El 70% de nuestros investigadores son extranjeros que vinieron aquí porque somos un centro de excelencia. Si les recortamos, no tardarán en desaparecer”, señala Luis Serrano, director del CRG, de Barcelona. Mientras la versión pesimista supone que el proceso de desmantelamiento ya ha comenzado, la optimista destaca que, excepciones aparte, el grueso de las grandes estructuras investigadoras no ha sido dañado y queda capacidad de resistencia y de recuperación, siempre que la situación no se prolongue demasiado. Hay desaliento, pero también ganas de pelea.
Los propios supervivientes del Príncipe Felipe y la nueva dirección del centro están lejos de arrojar la toalla. Quieren dejar de vivir con el corazón encogido y apuntarse a la esperanza. “Aunque he llorado los despidos, no pierdo la ilusión de competir científicamente en mi país”, apunta Susana Rodríguez, premio a la Mejor Bioquímica Menor de 40 años de la Sociedad Española de Biología. La joven científica, especializada en el “transporte del RNA mensajero del núcleo citoplásmico”, descubrió en Alemania el gen que lleva su nombre, pero optó por volver a España. Están dispuestos a remontar el vuelo. “Ya hemos pasado la fase de duelo y somos gente luchadora. Podemos reinventarnos como centro de excelencia porque seguimos contando con recursos humanos y materiales de gran calidad”, sostiene la gerente Rosa Valenzuela. “El desastre se podía haber evitado con una buena gestión. Teníamos un director más político que científico (hoy, diputado del PP) y carecíamos de plan estratégico. En eso estamos mejor”, indica la investigadora Rosa Farrás, presidenta del Comité de Empresa. El futuro del centro, manifiestamente infrautilizado, parece depender de la animosa inteligencia que emite este triángulo de investigadoras coraje. Pese al desgarro de los despidos, la vida (científica) del Príncipe Felipe sigue, con permiso de los administradores autonómicos.
Susana Rodríguez: "He llorado los despidos, pero no pierdo la esperanza de poder competir en mi país"
Más que de enfoque, las diferencias entre los universos de la ciencia y de la política parecen un problema de alcance de perspectivas, como si los políticos no llegaran a asumir que sus plazos de cuatro años de legislatura no pueden corresponderse con los que rigen en actividades de largo recorrido que necesitan estabilidad y estar a cubierto de la tentación de aplicar exclusivamente criterios economicistas de rentabilidad inmediata. “El Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud no va a mover ni un dedo para apoyar una investigación que no tenga un efecto directo positivo para la Sanidad”, ha declarado el consejero aragonés de Sanidad, tras afirmar que “históricamente” ese instituto se ha dedicado a “investigar cuestiones que iban en beneficio de los investigadores más que de la propia Sanidad”.
"Para un país como el nuestro, adquirir fama cuesta mucho y perderla es facilísimo", dice Luis Serrano, director del CRG
Porque con todos sus horrores, la crisis brinda también la oportunidad de reestructurar el I+D+i y liberarle de las servidumbres e ineficiencias acumuladas. Se trataría de evitar las duplicidades, coordinar eficazmente los 17 sistemas de investigación, las 17 leyes de ciencia autonómicas —“una situación cada vez más anárquica y de auténtico despilfarro”, subraya Amaya Moro—, definir mucho más los objetivos y dotarse de una Agencia de Investigación y de un Plan Estratégico nacional o estatal. “Los únicos casos de éxito autonómico son el de Euskadi en la estrategia de innovación y el de Cataluña en la biomedicina”, apunta José Pío. “De la misma manera que han hecho la reconversión bancaria, deberían aprovechar para hacer la reconversión del Sistema General de Conocimiento. Es el momento de ir a la reestructuración de todo el sistema: las universidades, el CSIC, los OPI (organismos públicos de investigación), todo, pero si se crea la Agencia de Investigación, se flexibilizan los procedimientos y se pone fin a las adjudicaciones a dedo, ya estaría bien, la crisis hasta podría ser positiva”, subraya Joan Guinovart, director del IRB (Instituto de Investigaciones Biomédicas), de Barcelona.
Una visión altamente compartida es que hay demasiados centros y pocos excelentes, que hay que acabar con el “café para todos” y los recortes lineales. “Hay que evaluar, ver quiénes son productivos y quiénes no. Saber qué es rentable, qué es competitivo”, destaca Luis Serrano. ¿Cómo determinar qué centros habría que cerrar? “Esa poda puede hacerse con criterios objetivos y poco margen de error”, asegura José Pío. Entre los candidatos potenciales a esa poda figuran las decenas de fundaciones, consorcios, asociaciones “adjudicatarias a dedo” de subvenciones de I+D, que se benefician de las “transferencias nominativas” del capítulo 7º del Presupuesto General del Estado, un fondo que el pasado año ascendió a 160 millones de euros. “Normalmente, son consecuencia de pactos alcanzados con las comunidades de Cataluña y Euskadi por razones estrictamente políticas. Como esos establecimientos no están sujetos a evaluación, no se sabe si son o no competitivas. Son 160 millones que este Gobierno puede ahorrárselo porque tiene mayoría absoluta”, indica Iñigo Segura.
Puesto que los recursos públicos son escasos y en nuestro país no cabe esperar que el capital privado tome el relevo, habrá que establecer prioridades, plantearse qué áreas de conocimientos conviene explorar y, sobre todo, darle previsibilidad y continuidad al sistema. Lo que no puede ocurrir es que una ciencia tan frágil y anémica como la española, regada con el 1,39% del PIB, frente al 2% de la media europea, tenga que sobrevivir no solo a la penuria, sino también a las ineficiencias de su propio sistema.
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