VIDEOBLOG | Crisis y deuda
En Sanidad no hay plan B
La época en la que las administraciones se pasaban los presupuestos por sitios innombrables y se endeudaban un año tras de otro, tirando con pólvora del Rey, se han acabado. En España existen autonomías que simplemente no tienen capacidad de crédito y con las arcas vacías están muy preocupadas intentando llegar a fin de mes.
Su angustia es el pagar las nóminas. Estamos hablando, sobre todo, de las de sanidad. Por cierto, que es el montante que se lleva la mayor parte de los dineros asignados a entes regionales. En una reciente reunión en Madrid, el Consejero de Sanidad de la Generalitat de Cataluña lo dijo alto y claro. A su lado estaba el responsable sanitario de Madrid quien también reconoció que nunca el sistema nacional de salud ha estado tan amenazado.
Las cosas están serias. Muy serias. Tanto que en Cataluña no hay 'plan B' que palie la situación actual. Ningún gobierno lo tiene o lo tendría. Así de tajante fue el doctor Boi Ruiz, el máximo responsable de la sanidad catalana. Lo primero, sin duda, es reducir el déficit y ajustar. Hay que hacerlo, aunque -es lógico- las decisiones provocarán dolor en algún sitio, apuntó. Pero es la única forma de que la 'joya de la corona' del Estado de Bienestar en el que hemos vivido tanto tiempo aguante la tormenta sin hundirse definitivamente.
Por eso, es muy irresponsable que los partidos ahora en la oposición se opongan sistemáticamente a las medidas que se deben tomar. No hay muchas otras; mejor aún, no hay ninguna si antes no se afrontan las deudas que en su día adquirimos. Utilizar a la ciudadanía para que ésta se queje de la falta de acceso a fármacos innovadores, por ejemplo, es demagogia barata. Mover a los pacientes abanderando protestas es muy fácil.
Cuando las cuentas fallan, lo acreedores aprietan y la crisis se ceba en el sistema lo lógico es centrar los esfuerzos de todos en hacer pervivir algo que nunca tiene signo político: el cuidado de la salud.
Inquieta mucho y repugna un poco que siempre que se habla de sanidad y salud aparece el ancestral antagonismo que hay entre los partidos políticos. Y no hay cordura. Quizá sea esta la razón por la que la profesión de político se ha colocado la última de la lista en la valoración del ciudadano.
¡Qué torpes, que tropa!
Su angustia es el pagar las nóminas. Estamos hablando, sobre todo, de las de sanidad. Por cierto, que es el montante que se lleva la mayor parte de los dineros asignados a entes regionales. En una reciente reunión en Madrid, el Consejero de Sanidad de la Generalitat de Cataluña lo dijo alto y claro. A su lado estaba el responsable sanitario de Madrid quien también reconoció que nunca el sistema nacional de salud ha estado tan amenazado.
Las cosas están serias. Muy serias. Tanto que en Cataluña no hay 'plan B' que palie la situación actual. Ningún gobierno lo tiene o lo tendría. Así de tajante fue el doctor Boi Ruiz, el máximo responsable de la sanidad catalana. Lo primero, sin duda, es reducir el déficit y ajustar. Hay que hacerlo, aunque -es lógico- las decisiones provocarán dolor en algún sitio, apuntó. Pero es la única forma de que la 'joya de la corona' del Estado de Bienestar en el que hemos vivido tanto tiempo aguante la tormenta sin hundirse definitivamente.
Por eso, es muy irresponsable que los partidos ahora en la oposición se opongan sistemáticamente a las medidas que se deben tomar. No hay muchas otras; mejor aún, no hay ninguna si antes no se afrontan las deudas que en su día adquirimos. Utilizar a la ciudadanía para que ésta se queje de la falta de acceso a fármacos innovadores, por ejemplo, es demagogia barata. Mover a los pacientes abanderando protestas es muy fácil.
Cuando las cuentas fallan, lo acreedores aprietan y la crisis se ceba en el sistema lo lógico es centrar los esfuerzos de todos en hacer pervivir algo que nunca tiene signo político: el cuidado de la salud.
Inquieta mucho y repugna un poco que siempre que se habla de sanidad y salud aparece el ancestral antagonismo que hay entre los partidos políticos. Y no hay cordura. Quizá sea esta la razón por la que la profesión de político se ha colocado la última de la lista en la valoración del ciudadano.
¡Qué torpes, que tropa!
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