Las caras de la reforma sanitaria
De ver cómo los seguros les rechazaban el pago a tratamientos caros, a que el Gobierno haya eliminado los límites a los gastos en visitas al médico. Estas son las historias personales de cómo la reforma sanitaria ha cambiado las vidas de miles de norteamericanos.
David Alandete Washington 25 MAR 2012 - 21:23 CET6
Antes de que Barack Obama llegara a la Casa Blanca, había dos palabras temidas por las familias de Estados Unidos, con o sin seguro médico: “condición preexistente”. Un seguro, por caro o bueno que fuera, podía permitirse rechazar las facturas que un médico le enviara, resultantes de tratar a un paciente, si consideraba que este había contraído la dolencia antes de contratar la póliza. ¿Cáncer? ¿Diabetes? ¿Hipertensión? Si un seguro médico descubría evidencias de que el cliente había sufrido esas dolencias antes de firmar su contrato de cobertura, tenía el derecho de no pagarlas, y las derivaba al paciente.
A Michael Courtney le diagnosticaron leucemia linfoblástica precursora aguda de células T antes de cumplir los 40. El cáncer apareció primero en la lengua y se expandió con rapidez, según se recoge en un informe de la fundación Kaiser Family y la American Cancer Society. Recibió radiación y quimioterapia. Mecánico de profesión, cambió de empleador durante su tratamiento. La nueva empresa le ofreció la misma póliza que la anterior. Él canceló su seguro y contrató exactamente el mismo de nuevo.
Un mes después, la aseguradora, la misma que ya tenía antes, le notificó que el cáncer era una condición preexistente según los términos de su nueva póliza, y que podía rechazar el tratamiento. El paciente era el mismo, pero para la empresa era un cliente nuevo. Finalmente, logró que se le pagaran las facturas, pero tuvo que retrasar el tratamiento para el cáncer durante tres meses, críticos para un paciente en sus condiciones. Su caso era y es común en EE UU. Pero no por mucho tiempo.
Con la reforma sanitaria, la Casa Blanca ya ha prohibido la discriminación por condición existente contra niños. El 1 de enero de 2014 esta provisión se extenderá a todos los ciudadanos. “La ley implementa reformas claras que prohíben a las compañías de seguros negarse a vender o renovar la cobertura de pólizas alegando condiciones preexistentes de un individuo. También limita la capacidad de las compañías de seguros para cobrar tarifas más altas por razones de género, estado de salud, u otros factores”, asegura la Casa Blanca en un comunicado.
Una de las primeras medidas que implementó el Gobierno, en septiembre de 2010, fue la eliminación de los límites a los gastos en los que podía incurrir un seguro. Los había, y eran reales para muchos ciudadanos con enfermedades graves o crónicas. Amy Ward, por ejemplo, contrajo una infección que casi le costó la vida. Llegó a necesitar diálisis y tratamiento con unos antifungicidas que costaban 1.600 dólares por dosis. El límite de su seguro era de un millón de dólares. Suena exorbitante, pero lo rebasó fácilmente y en meses. Ahora ya no deberá pagar de su bolsillo los tratamientos adicionales.
Obama ha eliminado esos límites de pago a 105 millones de norteamericanos. Es algo que beneficia sobremanera a los pacientes con enfermedades poco comunes, como al niño Sami Wirtanen-DeBenedet, que sufre neurofibromatosis. La incidencia de esa dolencia es de una entre 3.000 personas. Provoca tumores en todo el cuerpo. No tiene cura. La única solución es un tratamiento permanente y cirugía cuando sea necesario, que es frecuentemente.
“Su condición es preexistente, claro, porque es una mutación desarrollada antes de nacer, o durante el nacimiento, en su cromosoma. Se le podría haber denegado la cobertura del seguro”, explica Tracy, su madre. “Ahora, en el futuro, nunca se le podrá denegar la cobertura, o si alcanzamos el máximo de gasto sanitario, no se nos podrán rechazar las facturas de los médicos porque estamos llegando a ese límite”.
La ley de reforma sanitaria, además, ofrece incentivos a aquellos pequeños empresarios que ofrezcan seguros médicos a sus empleados. Jim Houser, de Oregon, regenta un taller mecánico. En los pasados 10 años, el pago de pólizas de seguro para sus trabajadores se disparó sin ningún tipo de control por parte del Gobierno. “De hecho, en los pasados siete años, las pólizas se han doblado, llegando a consumir un 20% de mis ingresos”, asegura. Con las nuevas deducciones de impuestos, Houser recibió el año pasado 13.000 dólares en desgravaciones.
Los detractores de la reforma sanitaria argumentan que, hasta hoy, el libre mercado ha funcionado correctamente en el sector sanitario de EE UU. La Casa Blanca emplea los testimonios anteriores para justificar el supuesto éxito de la reforma y demostrar que las reglas de ese sistema no funcionan en este caso. Según mantienen los economistas, una de las condiciones fundamentales del libre mercado es que los actores en juego, vendedores y consumidores, hagan transacciones por libre voluntad. Y lo cierto es que nadie decide, por propia voluntad, ponerse enfermo. Según recuerda el Gobierno de EE UU, un 80% de los gastos sanitarios del país provienen, de hecho, de tratar enfermedades crónicas y graves.
A Michael Courtney le diagnosticaron leucemia linfoblástica precursora aguda de células T antes de cumplir los 40. El cáncer apareció primero en la lengua y se expandió con rapidez, según se recoge en un informe de la fundación Kaiser Family y la American Cancer Society. Recibió radiación y quimioterapia. Mecánico de profesión, cambió de empleador durante su tratamiento. La nueva empresa le ofreció la misma póliza que la anterior. Él canceló su seguro y contrató exactamente el mismo de nuevo.
Un mes después, la aseguradora, la misma que ya tenía antes, le notificó que el cáncer era una condición preexistente según los términos de su nueva póliza, y que podía rechazar el tratamiento. El paciente era el mismo, pero para la empresa era un cliente nuevo. Finalmente, logró que se le pagaran las facturas, pero tuvo que retrasar el tratamiento para el cáncer durante tres meses, críticos para un paciente en sus condiciones. Su caso era y es común en EE UU. Pero no por mucho tiempo.
Con la reforma sanitaria, la Casa Blanca ya ha prohibido la discriminación por condición existente contra niños. El 1 de enero de 2014 esta provisión se extenderá a todos los ciudadanos. “La ley implementa reformas claras que prohíben a las compañías de seguros negarse a vender o renovar la cobertura de pólizas alegando condiciones preexistentes de un individuo. También limita la capacidad de las compañías de seguros para cobrar tarifas más altas por razones de género, estado de salud, u otros factores”, asegura la Casa Blanca en un comunicado.
Una de las primeras medidas que implementó el Gobierno, en septiembre de 2010, fue la eliminación de los límites a los gastos en los que podía incurrir un seguro. Los había, y eran reales para muchos ciudadanos con enfermedades graves o crónicas. Amy Ward, por ejemplo, contrajo una infección que casi le costó la vida. Llegó a necesitar diálisis y tratamiento con unos antifungicidas que costaban 1.600 dólares por dosis. El límite de su seguro era de un millón de dólares. Suena exorbitante, pero lo rebasó fácilmente y en meses. Ahora ya no deberá pagar de su bolsillo los tratamientos adicionales.
Obama ha eliminado esos límites de pago a 105 millones de norteamericanos. Es algo que beneficia sobremanera a los pacientes con enfermedades poco comunes, como al niño Sami Wirtanen-DeBenedet, que sufre neurofibromatosis. La incidencia de esa dolencia es de una entre 3.000 personas. Provoca tumores en todo el cuerpo. No tiene cura. La única solución es un tratamiento permanente y cirugía cuando sea necesario, que es frecuentemente.
“Su condición es preexistente, claro, porque es una mutación desarrollada antes de nacer, o durante el nacimiento, en su cromosoma. Se le podría haber denegado la cobertura del seguro”, explica Tracy, su madre. “Ahora, en el futuro, nunca se le podrá denegar la cobertura, o si alcanzamos el máximo de gasto sanitario, no se nos podrán rechazar las facturas de los médicos porque estamos llegando a ese límite”.
La ley de reforma sanitaria, además, ofrece incentivos a aquellos pequeños empresarios que ofrezcan seguros médicos a sus empleados. Jim Houser, de Oregon, regenta un taller mecánico. En los pasados 10 años, el pago de pólizas de seguro para sus trabajadores se disparó sin ningún tipo de control por parte del Gobierno. “De hecho, en los pasados siete años, las pólizas se han doblado, llegando a consumir un 20% de mis ingresos”, asegura. Con las nuevas deducciones de impuestos, Houser recibió el año pasado 13.000 dólares en desgravaciones.
Los detractores de la reforma sanitaria argumentan que, hasta hoy, el libre mercado ha funcionado correctamente en el sector sanitario de EE UU. La Casa Blanca emplea los testimonios anteriores para justificar el supuesto éxito de la reforma y demostrar que las reglas de ese sistema no funcionan en este caso. Según mantienen los economistas, una de las condiciones fundamentales del libre mercado es que los actores en juego, vendedores y consumidores, hagan transacciones por libre voluntad. Y lo cierto es que nadie decide, por propia voluntad, ponerse enfermo. Según recuerda el Gobierno de EE UU, un 80% de los gastos sanitarios del país provienen, de hecho, de tratar enfermedades crónicas y graves.
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