EDITORIAL
La 'sensación térmica' laboral no deja de aumentar
Introducir un horario prusiano en la profesión sanitaria de nuestro país es metafísicamente imposible.
07/11/2016 00:00
La polémica entre las 35 y las 37,5 horas semanales de trabajo para los médicos puede tener sentido contractual, político u organizativo, pero suena tan artificial como la asepsia absoluta de un quirófano. En un oficio como el sanitario es metafísicamente imposible circunscribirse a un horario de corte prusiano, y menos en nuestro país, proverbial por su capacidad de improvisación y su flexibilidad. Habrá quien lo consiga, pero tendrá que violentarse tanto que el esfuerzo no compense.
Según las estadísticas de la OCDE, el español -el que tenga trabajo, claro- se mantiene más o menos en la media de las 1.700 horas trabajadas al año en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, que agrupa a 35 países desarrollados. Como todas las estadísticas, con sus medias y medianas, es una cifra bastante difusa, pues incluye a muchos que trabajan 2.500 horas y a otros muchos, quizá con jornadas parciales, que no llegan a mil. Es curioso que esa clasificación la encabece México y tenga a Alemania en el último lugar, con 1.370 horas al año.
Entre los médicos, la horquilla es aún más elástica: desde las 80 horas a la semana a las 35, con una media de más de 60 si se suman guardias y atención continuada. Como es bien sabido y sufrido, esa carga laboral ha aumentado en los últimos años debido a los recortes de personal, reflejada lastimosamente en los elevados niveles de precariedad y temporalidad.
Según algunos análisis, las horas de trabajo semanales en el sector sanitario se han ido reduciendo en las últimas décadas gracias a negociaciones sindicales, legislaciones y estudios que han alertado en especial del riesgo que supone para los pacientes la atención por parte de facultativos que llevan 24 horas sin dormir, privación que duplica los tiempos de reacción. La experiencia también respalda la relación entre fatiga y errores médicos.
Con todo, la sensación de estrés y carga laboral es mayor que hace unos años. Se puede comparar a la sensación térmica de la que ahora informan los meteorólogos. Una temperatura de 3 ºC puede notarse más gélida en función de la humedad, el viento o la composición atmosférica, al margen del variable termómetro personal. En sanidad, esas variables van desde el estrés tecnológico -un programa que apenas se entiende, una casilla misteriosa, un ecógrafo anticuado, una impresora que se atasca o la red que no responde- a la necesidad de formación, a las tareas burocráticas -que ocupan del 15 al 20 por ciento del tiempo- y a la presión asistencial derivada de un sistema universal y gratuito que atrae a muchos enfermos imaginarios a los que somete con frecuencia a pruebas innecesarias. No hay que olvidar que los continuos avances médicos complican la situación: más medios y conocimientos suponen más posibilidades y más trabajo.
Gestionar, colectiva y personalmente, ese torbellino es esencial para una profesión que atiende la salud de la población.
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