martes, 16 de abril de 2013

Pediatría y Primaria, una relación no bien resuelta - DiarioMedico.com

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Tribuna: Amando Martín Zurro

Pediatría y Primaria, una relación no bien resuelta

No se trata de ver qué especialidad domina sobre la otra, sino de incrementar la coherencia, la efectividad y eficiencia de su organización y actuaciones, siempre en beneficio de la población, infantil y adolescente.
Amando Martín Zurro   |  16/04/2013 00:00

 
La decisión del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de ampliar la edad pediátrica de atención en algunos ámbitos hospitalarios hasta los 18 años ha vuelto a poner de actualidad un problema que el sistema sanitario español lleva arrastrando desde mediados de los años 80, época en que se diseñó e inició el proceso de reforma de la actual atención primaria.

En la antigua asistencia médica ambulatoria de la época franquista la pediatría estaba representada asistencialmente por dos figuras: el pediatra de zona y el pediatra consultor (1958). Téoricamente, el primero de ellos era el que derivaba los pacientes menores de 7 años al segundo cuando el caso lo requería. En la práctica, ambos disponían de los mismos conocimientos y medios y, por tanto, se solapaban sus funciones y tareas asistenciales.
  • "Este trabajo colaborativo de unos y otros no solamente no disminuiría la calidad de la atención de la población infantil, sino que, por el contrario, la potenciaría"
Las disposiciones legales vigentes les asignaban, como a los médicos generales, una dedicación parcial en consulta de 2 horas y media, y no les atribuían ninguna función en el terreno de la prevención.
Cuando en 1984 se inicia la regulación de la nueva asistencia primaria y se crean los centros y equipos de salud, se incorporan como miembros médicos de éstos los pediatras de zona y consultores. En esa época, la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria llevaba ya seis años de andadura formativa. Los pediatras via MIR tenían un programa de formación exclusivamente hospitalario y aún hoy es escasa su formación reglada en atención primaria en muchas unidades docentes del Estado. En 1984 se tomó la decisión política y técnica de no asignar al médico de Familia urbano (sí en el ámbito rural) la atención de puerta de entrada a la población infantil, cercenando así el ámbito competencial de esta especialidad que, en gran número de países, abarca a las personas sin distinción de edad o naturaleza del problema o necesidad que presenten.

Hay un número importante de profesionales que atienden problemas y necesidades de salud y sociales de gran relevancia en atención primaria (salud mental, otorrinolaringología, oftalmología, fisioterapia y rehabilitación, salud sexual y reproductiva, odontología, farmacia comunitaria, podología, trabajo social y salud pública, entre otros). Por ello, han de ubicarse laboralmente en el terreno comunitario y participar cotidianamente en los programas y actividades de los centros y equipos, en la mayoría de las ocasiones con una perspectiva competencial territorial, no limitada a un centro o equipo, y actuando como consultores y en estrecha colaboración cotidiana con los médicos y enfermeros(as) de familia (equipo territorial de atención primaria y salud comunitaria).

Éste es el contexto laboral adecuado para los pediatras, que, además, deben seguir siendo considerados plantilla de los centros y equipos y mantener sus espacios de consulta en los centros de salud, pero actuando, no como profesionales de puerta de entrada si no como consultores. De hecho, en muchos lugares de España y ante la escasez de pediatras para cubrir determinadas plazas, ya se está produciendo de facto esta situación asistencial.
  • "Sería deseable la constitución de verdaderos subequipos o grupos de pediatría, con mayores posibilidades de comunicación y de organización"
En esta perspectiva, los pediatras de atención primaria podrían focalizar su atención en aquellos procesos merecedores de consulta por parte de los restantes profesionales y, al mismo tiempo, participar activamente, junto con los médicos y enfermeras de familia y los otros del equipo territorial en todas las fases de los programas y actuaciones de salud comunitaria dirigidos a la infancia y a la adolescencia. No se trata, por tanto, de restar papel  a los pediatras, sino de resituar su núcleo de actividad, haciéndolo más atractivo para ellos y, a la vez, más efectivo y eficiente para el propio sistema.

Este trabajo colaborativo de unos y otros no solamente no disminuiría la calidad de la atención de la población infantil sino que, por el contrario, la potenciaría por la conjunción competencial de los distintos profesionales médicos y de enfermería del equipo, sin compartimentos estancos que, como sucede hoy, dificultan en muchos casos la comunicación asistencial, docente e investigadora entre los pediatras y los médicos y enfermeros(as) de Familia. Desde una perspectiva territorial (área o distrito) sería deseable la constitución de verdaderos subequipos o grupos de pediatría, con mayores posibilidades que ahora de comunicación y de organización de actividades entre los profesionales de la misma zona.

En definitiva, no se trata de una cuestión de dominio de unas profesiones o especialidades sobre otras. El propósito es incrementar la coherencia, efectividad y eficiencia de la organización y actuaciones de unos y otros sin perder de vista  que el objetivo final es la mejora de la calidad de la atención de salud proporcionada a toda la población, incluida la infantil y adolescente

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