ENTREVISTA | Salvador Moncada
'Lo que está haciendo España con los recortes en ciencia es un gran error'
Moncada, durante su estancia en Madrid. | Bernardo Díaz
- El científico hondureño lamenta la falta de 'estrategia científica' en España
- El bienestar futuro pasa por una apuesta por la ciencia, asegura
Salvador Moncada (Tegucigalpa, 1944) no es un investigador al uso. Pese a que hace más de 40 años que lidia con pipetas y microscopios, este hondureño afincado en Londres asegura que entra cada día al laboratorio pensando en "desafiar ideas".
"Me aburre el trabajo sistemático y me gusta la aventura de lo desconocido", señala. Por eso, en cuanto puede, abandona los caminos marcados y se pone a indagar por las ramas de la ciencia -"que es donde están los frutos"-.
En esta búsqueda, ha logrado 'recoger' algunas de las claves que han revolucionado nuestra comprensión de las enfermedades cardiovasculares. Así, su nombre figura en varios trabajos fundamentales para entender cómo se producen los trombos en las arterias y de qué forma pueden combatirse.
Tras convertirse en 'figura' de la cardiología, Moncada investiga ahora desde el Instituto Wolfson de Investigación Biomédica (Londres) los mecanismos de proliferación celular - cuyo papel es trascendental en el cáncer-, aunque prefiere no etiquetarse en áreas de conocimiento y "seguir yendo por donde lo que me interesa me lleve".
El científico está estos días en Madrid para pronunciar la I Lección Magistral Andrés Laguna en la Universidad de Alcalá de Henares, que le distingue como maestro por sus "aportaciones humanísticas, científicas y médicas".
Hacía mucho tiempo que no visitaba nuestro país, al que venía asiduamente hace unos años por su vinculación con el nacimiento del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC). Pero, sus desencuentros con el Ministerio de Sanidad y lo que él define como "una guerra de golpes bajos" marcaron su marcha en 2004.
Desde la distancia, lamenta que la ciencia española no haya acabado de despegar y teme que la crisis acabe de dar la puntilla a un campo con muchísimo potencial.
"El problema es que en España no hay pensamiento estratégico. Y la clase política, que es ignorante en los temas de ciencia, no tiene una asesoría sistemática y profunda de lo científico", subraya.
"Si aceptamos la premisa de que en la sociedad del futuro, la riqueza y el bienestar van a depender cada vez más del desarrollo científico técnico, lo que está haciendo España con la falta de inversión y los recortes es un gran error", señala.
Según su punto de vista, "se perdió una gran oportunidad de hacer una apuesta por la biomedicina" en España. "Valdría la pena que se hiciera un análisis honesto de lo que ha pasado con el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), porque ahí se invirtieron por encima de 40 millones de euros sólo en el edificio".
"En España hay investigadores buenos, pero no les dan las condiciones. Y a la ciencia hay que cultivarla", subraya.
Además de apoyo económico y social, para Moncada, lo fundamental para labrarse un camino en la ciencia es tener, por un lado, un "entusiasmo sin límite" y por otro "un buen mentor" porque, para él, hacer ciencia es como ser artesano en la Edad Media.
"A hacer buenos zapatos se aprende con un buen zapatero. Y lo mismo pasa en la ciencia", sentencia. En su caso, asegura, tuvo la suerte de encontrarse en el camino con John Vane.
"No te conozco, pero si eres amigo de mi amigo puedes venir a trabajar aquí" le dijo Vane. Y en cuanto Moncada puso un pie en Londres, le puso a trabajar. Apenas unos meses más tarde, el equipo lograba averiguar el mecanismo de acción de la aspirina, lo que les valdría el Premio Nobel de Medicina.
"Tuve la suerte de llegar en un momento clave", recuerda Moncada, que, pese a quedarse fuera del galardón, siguió investigando lo que sucedía en el interior de las arterias. Día tras día, jornada tras jornada probando cosas nuevas, hasta que, asegura, en el laboratorio se "tropezó" con la prostaciclina, uno de sus hallazgos claves, que le ha colocado en la lista de los científicos más citados de las últimas décadas y le valió el Premio Príncipe de Asturias en 1990.
"Digo que me tropecé porque lo que estábamos buscando era un agregador plaquetario, el tromboxano A2, en la pared arterial. No lo conseguíamos y un día, en un experimento con arterias coronarias bovinas, vimos que lo que producían los vasos era justo lo contrario, un inhibidor de la agregación plaquetaria" que tenía propiedades antitrombóticas, explica Moncada.
"Ese es el momento más cercano de 'eureka' de mi vida", señala este investigador que, también con un experimento sencillo, logró identificar como óxido nítrico la sustancia que modula las variaciones de flujo sanguíneo en el interior de la arteria.
Sus trabajos fueron fundamentales para comprender el papel de esta molécula que también actúa en la comunicación neuronal y la respuesta inmunitaria, pero, una vez más, el Instituto Karolinska le dejó fuera del Nobel.
Pese a todo, Moncada asegura no sentirse decepcionado. "En realidad me siento muy satisfecho del trabajo que he hecho, de la influencia que estos estudios han tenido y de la posibilidad que tengo de continuar haciendo investigación", asegura. "El premio, para mí, es lo de menos", concluye.
"Me aburre el trabajo sistemático y me gusta la aventura de lo desconocido", señala. Por eso, en cuanto puede, abandona los caminos marcados y se pone a indagar por las ramas de la ciencia -"que es donde están los frutos"-.
En esta búsqueda, ha logrado 'recoger' algunas de las claves que han revolucionado nuestra comprensión de las enfermedades cardiovasculares. Así, su nombre figura en varios trabajos fundamentales para entender cómo se producen los trombos en las arterias y de qué forma pueden combatirse.
Tras convertirse en 'figura' de la cardiología, Moncada investiga ahora desde el Instituto Wolfson de Investigación Biomédica (Londres) los mecanismos de proliferación celular - cuyo papel es trascendental en el cáncer-, aunque prefiere no etiquetarse en áreas de conocimiento y "seguir yendo por donde lo que me interesa me lleve".
El científico está estos días en Madrid para pronunciar la I Lección Magistral Andrés Laguna en la Universidad de Alcalá de Henares, que le distingue como maestro por sus "aportaciones humanísticas, científicas y médicas".
Hacía mucho tiempo que no visitaba nuestro país, al que venía asiduamente hace unos años por su vinculación con el nacimiento del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC). Pero, sus desencuentros con el Ministerio de Sanidad y lo que él define como "una guerra de golpes bajos" marcaron su marcha en 2004.
Desde la distancia, lamenta que la ciencia española no haya acabado de despegar y teme que la crisis acabe de dar la puntilla a un campo con muchísimo potencial.
"El problema es que en España no hay pensamiento estratégico. Y la clase política, que es ignorante en los temas de ciencia, no tiene una asesoría sistemática y profunda de lo científico", subraya.
"Si aceptamos la premisa de que en la sociedad del futuro, la riqueza y el bienestar van a depender cada vez más del desarrollo científico técnico, lo que está haciendo España con la falta de inversión y los recortes es un gran error", señala.
Según su punto de vista, "se perdió una gran oportunidad de hacer una apuesta por la biomedicina" en España. "Valdría la pena que se hiciera un análisis honesto de lo que ha pasado con el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), porque ahí se invirtieron por encima de 40 millones de euros sólo en el edificio".
"En España hay investigadores buenos, pero no les dan las condiciones. Y a la ciencia hay que cultivarla", subraya.
Además de apoyo económico y social, para Moncada, lo fundamental para labrarse un camino en la ciencia es tener, por un lado, un "entusiasmo sin límite" y por otro "un buen mentor" porque, para él, hacer ciencia es como ser artesano en la Edad Media.
"A hacer buenos zapatos se aprende con un buen zapatero. Y lo mismo pasa en la ciencia", sentencia. En su caso, asegura, tuvo la suerte de encontrarse en el camino con John Vane.
Una afortunada casualidad
Moncada había sido deportado de El Salvador (donde se formó como médico) por su activismo político y mientras buscaba destino, un amigo le puso en contacto con un antiguo colega, Vane, con quien había trabajado 10 años atrás en Londres."No te conozco, pero si eres amigo de mi amigo puedes venir a trabajar aquí" le dijo Vane. Y en cuanto Moncada puso un pie en Londres, le puso a trabajar. Apenas unos meses más tarde, el equipo lograba averiguar el mecanismo de acción de la aspirina, lo que les valdría el Premio Nobel de Medicina.
"Tuve la suerte de llegar en un momento clave", recuerda Moncada, que, pese a quedarse fuera del galardón, siguió investigando lo que sucedía en el interior de las arterias. Día tras día, jornada tras jornada probando cosas nuevas, hasta que, asegura, en el laboratorio se "tropezó" con la prostaciclina, uno de sus hallazgos claves, que le ha colocado en la lista de los científicos más citados de las últimas décadas y le valió el Premio Príncipe de Asturias en 1990.
"Digo que me tropecé porque lo que estábamos buscando era un agregador plaquetario, el tromboxano A2, en la pared arterial. No lo conseguíamos y un día, en un experimento con arterias coronarias bovinas, vimos que lo que producían los vasos era justo lo contrario, un inhibidor de la agregación plaquetaria" que tenía propiedades antitrombóticas, explica Moncada.
"Ese es el momento más cercano de 'eureka' de mi vida", señala este investigador que, también con un experimento sencillo, logró identificar como óxido nítrico la sustancia que modula las variaciones de flujo sanguíneo en el interior de la arteria.
Sus trabajos fueron fundamentales para comprender el papel de esta molécula que también actúa en la comunicación neuronal y la respuesta inmunitaria, pero, una vez más, el Instituto Karolinska le dejó fuera del Nobel.
Pese a todo, Moncada asegura no sentirse decepcionado. "En realidad me siento muy satisfecho del trabajo que he hecho, de la influencia que estos estudios han tenido y de la posibilidad que tengo de continuar haciendo investigación", asegura. "El premio, para mí, es lo de menos", concluye.
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