tribuna. fernando rivas navarro
Recortes y formación médica especializada
La formación MIR necesita un cambio para adaptarse a la Medicina del siglo XXI, pero la demora en el desarrollo normativo y la crisis han ralentizado su proceso de modernización.
Fernando Rivas Navarro | Vocal Nacional de Médicos en Formación de la OMC | 15/10/2012 00:00
La formación médica especializada vive uno de los momentos más delicados de los últimos tiempos, en consonancia con los que vive nuestro país desde que comenzara la crisis Puede resultar trivial realizar esta afirmación cuando vemos que España sigue en recesión, que el paro no deja de crecer y que la clase política no encuentra, o no sabe, dar con la salida a este momento tan complicado para nuestra sociedad. Pero lo cierto es que hablar de formación y de Medicina une dos de los pilares fundamentales de nuestro Estado de Bienestar: la Educación como motor de conocimiento y de prosperidad, y la Sanidad como garante de la salud a la que todos tenemos derecho.
Desde que se iniciaron los recortes y empezaron a afectar a la Sanidad, muchos fuimos los que alertamos del grave riesgo que podía correr el sistema de formación MIR. Partíamos de una situación de cierta calma que ocultaba un sistema anticuado demandante de renovación. Aunque eminentemente práctico y con unos resultados alabados por todos, el sistema MIR necesitaba un cambio para adaptarse a la Medicina del siglo XXI, y sobre todo al entorno actual. Pero el resultado es que la demora en el desarrollo normativo y la crisis no sólo han ralentizado el proceso de modernización, sino que han sacado a la luz sus puntos más débiles.
Falta de previsión gubernamental
En primer lugar, la falta de previsión -que nace de un inadecuado estudio de necesidades- ha conducido a una política de incremento de estudiantes de Medicina y a la creación de nuevas facultades que, justo en el peor momento de la crisis, van a dar como resultado un exceso de graduados que no sabemos si el sistema podrá absorber. Al mismo tiempo se fueron aumentando el número de plazas MIR, desatendiendo en muchas ocasiones a las propias comisiones nacionales de cada especialidad, que reclamaban cifras más ajustadas. Y ahora, desde hace tres años, vemos cómo la oferta va reduciéndose con la única excusa de la escasez de dinero (desde la convocatoria 2010 se han reducido un 8,2 por ciento las plazas MIR). Hecho destacado en la convocatoria, que se ha presentado para el próximo mes de enero y que rebaja considerablemente el número de plazas ofertadas (con una bajada del 4,7 por ciento) en relación inversa al número de plazas que las comunidades autónomas han restringido mediante cupo.
Para solucionar este desbarajuste, la convocatoria actual cuenta con una serie de novedades que pretenden equilibrar la demanda y la oferta en lo que se prevé que será el primero de varios años de desequilibrio. Pensemos que sólo en lo que se refiere a recién graduados vamos a vivir un aumento nunca visto hasta ahora, al que se sumarán un mayor número de médicos especialistas, que no encontrarán trabajo y que se volverán a presentar al examen MIR con la esperanza de conseguir una especialización que les dé estabilidad laboral y una nueva salida profesional. La medidas tomadas tienen dos vertientes: el aumento de la restricción del cupo para médicos extracomunitarios (que baja del 10 al 8 por ciento) y el establecimiento de una nota mínima para poder elegir plaza.
Bajar el cupo de extracomunitarios es una medida lógica en los tiempos que vivimos, aunque de escaso impacto. Si bajan el total de las plazas y se reduce un 2 por ciento el cupo, el resultado es que este año habrá en torno a 160 plazas más para los nacionales y resto de extracomunitarios no afectados por esta medida. Pero si atendemos a la tendencia del año pasado, esa cifra no cubriría el aumento de españoles (que en la convocatoria anterior fue de 206 más que en la previa), y que será mayor en la próxima. El otro cambio, por contra, sí representa una novedad importante. Hasta ahora, y después de que en alguna convocatoria se dieran hechos esperpénticos, bastaba con tener puntuación positiva mayor de cero en la prueba selectiva para poder acceder a la elección de plazas. Desde ahora sólo podrán ser adjudicatarios de una plaza los que igualen o superen en la prueba selectiva el 30 por ciento de la media aritmética de las diez mejores puntuaciones en este ejercicio.
Según esta norma, en la pasada convocatoria se habrían visto afectados por esta medida unos 2.000 aspirantes, reduciendo de 11.000 a 9.000 los electores. Si aumenta el número de aspirantes, lo lógico es pensar que también aumentará el número en que se produzca el corte de la nota mínima, por lo que la ratio aumentaría escasamente y conseguiría su efecto deseado. Esta herramienta presupone un hecho -difícil de demostrar con los datos de que disponemos, pero que entendemos que la Administración habrá tenido en cuenta- y es la suposición de que los recién graduados obtienen mejores resultados que aquéllos que recirculan en busca de una nueva especialidad. Si fuera así, esta medida tendría un impacto importante, ya que trataría de asegurar que quienes carecen de especialización pudieran acceder al sistema de formación especializada y dejaría estancados a quienes, buscando una salida profesional por otra vía, pretendían realizar una nueva especialidad.
La formación MIR vive un momento crítico: hipotecada por la crisis que ensombrece a todo el país y que en el sector sanitario parece haber encontrado un filón para los recortes (principalmente en lo que se refiere al personal), amenazada por el incremento de nuevos médicos que saldrán de esa inmensa cantidad de facultades que irresponsablemente se han ido abriendo en los últimos años, preocupada por la merma en calidad formativa que se siguen de medidas que dificultan una correcta supervisión y un óptimo desarrollo de los programas formativos, y estancada en un desarrollo normativo de la llamada troncalidad que debe alcanzar un consenso para salir a la luz.
Las crisis son oportunidades para cambiar y mejorar. De los profesionales depende que sepamos estar a la altura para ser decisivos en el cambio. Tenemos la capacidad de influir, aunque las dificultades sean grandes y el resultado se vea a medio-largo plazo.
Desde que se iniciaron los recortes y empezaron a afectar a la Sanidad, muchos fuimos los que alertamos del grave riesgo que podía correr el sistema de formación MIR. Partíamos de una situación de cierta calma que ocultaba un sistema anticuado demandante de renovación. Aunque eminentemente práctico y con unos resultados alabados por todos, el sistema MIR necesitaba un cambio para adaptarse a la Medicina del siglo XXI, y sobre todo al entorno actual. Pero el resultado es que la demora en el desarrollo normativo y la crisis no sólo han ralentizado el proceso de modernización, sino que han sacado a la luz sus puntos más débiles.
Falta de previsión gubernamental
En primer lugar, la falta de previsión -que nace de un inadecuado estudio de necesidades- ha conducido a una política de incremento de estudiantes de Medicina y a la creación de nuevas facultades que, justo en el peor momento de la crisis, van a dar como resultado un exceso de graduados que no sabemos si el sistema podrá absorber. Al mismo tiempo se fueron aumentando el número de plazas MIR, desatendiendo en muchas ocasiones a las propias comisiones nacionales de cada especialidad, que reclamaban cifras más ajustadas. Y ahora, desde hace tres años, vemos cómo la oferta va reduciéndose con la única excusa de la escasez de dinero (desde la convocatoria 2010 se han reducido un 8,2 por ciento las plazas MIR). Hecho destacado en la convocatoria, que se ha presentado para el próximo mes de enero y que rebaja considerablemente el número de plazas ofertadas (con una bajada del 4,7 por ciento) en relación inversa al número de plazas que las comunidades autónomas han restringido mediante cupo.
Para solucionar este desbarajuste, la convocatoria actual cuenta con una serie de novedades que pretenden equilibrar la demanda y la oferta en lo que se prevé que será el primero de varios años de desequilibrio. Pensemos que sólo en lo que se refiere a recién graduados vamos a vivir un aumento nunca visto hasta ahora, al que se sumarán un mayor número de médicos especialistas, que no encontrarán trabajo y que se volverán a presentar al examen MIR con la esperanza de conseguir una especialización que les dé estabilidad laboral y una nueva salida profesional. La medidas tomadas tienen dos vertientes: el aumento de la restricción del cupo para médicos extracomunitarios (que baja del 10 al 8 por ciento) y el establecimiento de una nota mínima para poder elegir plaza.
Bajar el cupo de extracomunitarios es una medida lógica en los tiempos que vivimos, aunque de escaso impacto. Si bajan el total de las plazas y se reduce un 2 por ciento el cupo, el resultado es que este año habrá en torno a 160 plazas más para los nacionales y resto de extracomunitarios no afectados por esta medida. Pero si atendemos a la tendencia del año pasado, esa cifra no cubriría el aumento de españoles (que en la convocatoria anterior fue de 206 más que en la previa), y que será mayor en la próxima. El otro cambio, por contra, sí representa una novedad importante. Hasta ahora, y después de que en alguna convocatoria se dieran hechos esperpénticos, bastaba con tener puntuación positiva mayor de cero en la prueba selectiva para poder acceder a la elección de plazas. Desde ahora sólo podrán ser adjudicatarios de una plaza los que igualen o superen en la prueba selectiva el 30 por ciento de la media aritmética de las diez mejores puntuaciones en este ejercicio.
Según esta norma, en la pasada convocatoria se habrían visto afectados por esta medida unos 2.000 aspirantes, reduciendo de 11.000 a 9.000 los electores. Si aumenta el número de aspirantes, lo lógico es pensar que también aumentará el número en que se produzca el corte de la nota mínima, por lo que la ratio aumentaría escasamente y conseguiría su efecto deseado. Esta herramienta presupone un hecho -difícil de demostrar con los datos de que disponemos, pero que entendemos que la Administración habrá tenido en cuenta- y es la suposición de que los recién graduados obtienen mejores resultados que aquéllos que recirculan en busca de una nueva especialidad. Si fuera así, esta medida tendría un impacto importante, ya que trataría de asegurar que quienes carecen de especialización pudieran acceder al sistema de formación especializada y dejaría estancados a quienes, buscando una salida profesional por otra vía, pretendían realizar una nueva especialidad.
La formación MIR vive un momento crítico: hipotecada por la crisis que ensombrece a todo el país y que en el sector sanitario parece haber encontrado un filón para los recortes (principalmente en lo que se refiere al personal), amenazada por el incremento de nuevos médicos que saldrán de esa inmensa cantidad de facultades que irresponsablemente se han ido abriendo en los últimos años, preocupada por la merma en calidad formativa que se siguen de medidas que dificultan una correcta supervisión y un óptimo desarrollo de los programas formativos, y estancada en un desarrollo normativo de la llamada troncalidad que debe alcanzar un consenso para salir a la luz.
Las crisis son oportunidades para cambiar y mejorar. De los profesionales depende que sepamos estar a la altura para ser decisivos en el cambio. Tenemos la capacidad de influir, aunque las dificultades sean grandes y el resultado se vea a medio-largo plazo.
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