“La diálisis es mi vida, sin ella se me envenena la sangre”
Carmen Avellano vive en España en situación irregular y tiene insuficiencia renal grave.
Teme quedarse sin la tarjeta sanitaria
Cuando Carmen Avellano llegó a España hace cinco años no sabía que iba a acabar atada a una máquina de diálisis. Esta chilena aterrizó en A Coruña con un visado de turista para visitar a su hija y a su nieta. Luego llegaron los problemas en el matrimonio de su primogénita, y pensó entonces que no podía volverse a casa dejandolas solas a ella y a su niña. Más tarde se agravaron sus problemas de salud iniciados con una diabetes que ya se trataba. Le diagnosticaron una insuficiencia renal grave. “Solo me funcionaba el 22% de los riñones”, explica. Así comenzó un tratamiento que derivó en un trasplante de riñón fallido. Ahora precisa diálisis cada noche.
Se la hace ella misma. Mientras duerme. En casa, con una máquina del Servicio Gallego de Salud. Desde septiembre, sin embargo, se quedará sin esta prestación. Avellano está en España en situación irregular y, como otros 153.000 ciudadanos, podrá acceder solo a la atención médica de urgencia, según la reforma sanitaria del Gobierno.
“No sé qué va a pasar conmigo ni con la gente que está en mi situación. La máquina es mi vida, si no tengo diálisis se me irá envenenando la sangre hasta morir. Y no puedo pagarlo”, lamenta asustada. Avellano cuenta que nunca pudo regularizar su situación. Buscó trabajo y no lo encontró y cuando quiso regresar a su país, donde trabajaba cuidando ancianos, ya no pudo hacerlo. “La enfermedad, que me limitaba tanto... No podía trabajar y menos viajar”, explica. Antes del trasplante necesitaba diálisis cada cuatro horas.
Tampoco ve factible volver a Chile ahora. “No hay ayudas para el retorno. No tenemos cómo para pagar el viaje”, dice. Su hija trabaja “haciendo unas horas” en una casa. Con eso a duras penas les da para vivir. “Estoy aterrada, esto es una losa tan grande como la enfermedad”, afirma.
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