Una gran oportunidad para la salud global
Es esencial desvincular los incentivos a la I+D de los precios de los medicamentos
Cada año mueren millones de personas debido a enfermedades que se pueden prevenir y tratar, sobre todo en los países pobres. En muchos casos se pueden producir a gran escala medicamentos baratos para salvar vidas, pero sus precios de venta impiden que los compren las personas que los necesitan. Además, hay muchos que mueren sencillamente porque no hay curas o vacunas debido a que se dedican muy pocos recursos y talento de investigación mundiales a tratar las enfermedades de los sectores pobres.
Esta situación representa un fracaso de la economía y la legislación que debe corregirse urgentemente. La buena noticia es que ahora hay nuevas oportunidades de cambio, sobre todo mediante esfuerzos internacionales encabezados por la Organización Mundial de la Salud que empezarían a modificar el régimen ineficaz de propiedad intelectual que obstaculiza el desarrollo y disponibilidad de medicamentos asequibles.
Hay dos problemas principales que ahora están limitando el acceso a los medicamentos. Uno de ellos es que son muy caros; o más bien, el precio asignado es demasiado alto, aunque el coste para producirlos sea de tan solo una fracción de ese precio. Segundo, el desarrollo de medicamentos está orientado a obtener el máximo beneficio económico, no social, lo que sesga los esfuerzos dirigidos al desarrollo de medicamentos que son esenciales para el bienestar de la humanidad. Como los pobres disponen de poco dinero para gastar, las compañías de medicamentos, bajo las disposiciones actuales, tienen muy pocos incentivos para realizar investigaciones sobre las enfermedades que padecen los pobres.
Esta situación no debería prevalecer. Las compañías de medicamentos sostienen que los precios elevados son necesarios para financiar la investigación y el desarrollo. Sin embargo, en EE UU el Gobierno es el que financia gran parte de la investigación y desarrollo en las cuestiones de salud: directamente, mediante apoyo gubernamental (Institutos Nacionales de Salud o la Fundación Nacional para la Ciencia), e indirectamente, a través de adquisiciones públicas de medicamentos por parte de los programas Medicare y Medicaid. Incluso la parte que no recibe fondos del Gobierno no constituye un mercado convencional; la mayoría de las compras individuales de medicamentos con receta médica las cubre el seguro.
El Gobierno financia la investigación en servicios de salud porque los medicamentos mejorados son un bien común. Los conocimientos nuevos benefician a todos porque acaban con las epidemias y limitan las pérdidas económicas y humanas que provoca la propagación de enfermedades. La eficiencia se logra mediante el uso compartido de la investigación tan amplio como sea posible y tan pronto esté disponible. Thomas Jefferson decía que el conocimiento era como las velas: cuando se usa una para encender otra, no disminuye la luz de la primera. Al contrario, todo se vuelve más luminoso.
Con todo, en EE UU y en gran parte del mundo los precios de los medicamentos siguen siendo exorbitantes y la propagación del conocimiento es extremadamente limitada. Ello se debe a que hemos creado un sistema de patentes que ofrece a los innovadores un monopolio temporal sobre su creación, lo que los incentiva a acaparar sus conocimientos para no beneficiar a sus competidores.
Si bien este sistema ofrece incentivos para determinados tipos de investigación porque hace rentable la innovación, también permite a las compañías de medicamentos aumentar los precios, y los incentivos no corresponden necesariamente a los beneficios sociales. En el sector de la salud se pueden generar más rendimientos mediante investigaciones sobre medicamentos que ya existen que desarrollar un tratamiento realmente eficaz. El sistema de patentes incluso puede tener efectos perjudiciales sobre la innovación, porque mientras que el insumo más importante en cualquier investigación es el uso de ideas anteriores, el sistema de patentes incentiva el secreto.
Los precios elevados y la investigación sesgada se pueden solucionar si se sustituye el modelo actual con un sistema de recompensa respaldado por el Gobierno. Con un sistema de premios se recompensan los nuevos conocimientos que aportan los innovadores, pero no retienen el monopolio de su uso. De esa forma, el poder de los mercados competitivos puede garantizar que un medicamento nuevo se ofrecerá al precio más bajo posible, no a un precio inflado monopolizado.
Por suerte, algunos legisladores estadounidenses muestran un mayor interés en este enfoque. El Proyecto de Ley del Fondo de Recompensa para el VIH/SIDA —iniciativa del Congreso que introdujo el senador Bernie Sanders— es un ejemplo de ello. La iniciativa de Sanders tiene una importante disposición destinada a incentivar la investigación abierta, que haría que el modelo actual de investigación se basara más en el intercambio que en el secreto.
Sin embargo, a nivel global nuestro sistema de innovación necesita cambios más profundos. Los intentos de la OMS para fomentar reformas sustanciales a nivel internacional son cruciales. Esta primavera la OMS emitió un informe que aconseja soluciones similares a las propuestas en la iniciativa del Senado estadounidense, pero a nivel mundial.
El informe Research and development to meet health needs in developing countries (investigación y desarrollo para atender las necesidades de salud en los países en desarrollo) recomienda un enfoque amplio que incluya contribuciones financieras obligatorias de los Gobiernos para la investigación de las necesidades de salud en los países en desarrollo, coordinación internacional para definir las prioridades en los servicios de salud y su aplicación y un observatorio global que se encargue de detectar dónde hay más carencias por atender. La comunidad internacional tiene la oportunidad de empezar a poner en marcha estas ideas en la Asamblea Mundial de la Salud de la OMS, que se celebra estos días en Ginebra, un momento de esperanza para la salud pública en todo el mundo.
Reformar nuestro sistema de innovación no es solo una cuestión de economía. En muchos casos es un asunto de vida o muerte. Por ende, es esencial desvincular los incentivos para las actividades de investigación y desarrollo de los precios de los medicamentos, y promover un mayor intercambio de los conocimientos científicos.
En EE UU la iniciativa Sanders marca un avance importante. Para el mundo, las recomendaciones de la OMS representan una oportunidad única en toda una generación para remediar las atroces desigualdades tan antiguas en los servicios de salud, y más ampliamente, establecer un modelo de gobernanza de los bienes públicos mundiales adecuado para la era de la globalización. No podemos dejar que se nos escape esta oportunidad.
Esta situación representa un fracaso de la economía y la legislación que debe corregirse urgentemente. La buena noticia es que ahora hay nuevas oportunidades de cambio, sobre todo mediante esfuerzos internacionales encabezados por la Organización Mundial de la Salud que empezarían a modificar el régimen ineficaz de propiedad intelectual que obstaculiza el desarrollo y disponibilidad de medicamentos asequibles.
Hay dos problemas principales que ahora están limitando el acceso a los medicamentos. Uno de ellos es que son muy caros; o más bien, el precio asignado es demasiado alto, aunque el coste para producirlos sea de tan solo una fracción de ese precio. Segundo, el desarrollo de medicamentos está orientado a obtener el máximo beneficio económico, no social, lo que sesga los esfuerzos dirigidos al desarrollo de medicamentos que son esenciales para el bienestar de la humanidad. Como los pobres disponen de poco dinero para gastar, las compañías de medicamentos, bajo las disposiciones actuales, tienen muy pocos incentivos para realizar investigaciones sobre las enfermedades que padecen los pobres.
Esta situación no debería prevalecer. Las compañías de medicamentos sostienen que los precios elevados son necesarios para financiar la investigación y el desarrollo. Sin embargo, en EE UU el Gobierno es el que financia gran parte de la investigación y desarrollo en las cuestiones de salud: directamente, mediante apoyo gubernamental (Institutos Nacionales de Salud o la Fundación Nacional para la Ciencia), e indirectamente, a través de adquisiciones públicas de medicamentos por parte de los programas Medicare y Medicaid. Incluso la parte que no recibe fondos del Gobierno no constituye un mercado convencional; la mayoría de las compras individuales de medicamentos con receta médica las cubre el seguro.
El Gobierno financia la investigación en servicios de salud porque los medicamentos mejorados son un bien común. Los conocimientos nuevos benefician a todos porque acaban con las epidemias y limitan las pérdidas económicas y humanas que provoca la propagación de enfermedades. La eficiencia se logra mediante el uso compartido de la investigación tan amplio como sea posible y tan pronto esté disponible. Thomas Jefferson decía que el conocimiento era como las velas: cuando se usa una para encender otra, no disminuye la luz de la primera. Al contrario, todo se vuelve más luminoso.
Con todo, en EE UU y en gran parte del mundo los precios de los medicamentos siguen siendo exorbitantes y la propagación del conocimiento es extremadamente limitada. Ello se debe a que hemos creado un sistema de patentes que ofrece a los innovadores un monopolio temporal sobre su creación, lo que los incentiva a acaparar sus conocimientos para no beneficiar a sus competidores.
Si bien este sistema ofrece incentivos para determinados tipos de investigación porque hace rentable la innovación, también permite a las compañías de medicamentos aumentar los precios, y los incentivos no corresponden necesariamente a los beneficios sociales. En el sector de la salud se pueden generar más rendimientos mediante investigaciones sobre medicamentos que ya existen que desarrollar un tratamiento realmente eficaz. El sistema de patentes incluso puede tener efectos perjudiciales sobre la innovación, porque mientras que el insumo más importante en cualquier investigación es el uso de ideas anteriores, el sistema de patentes incentiva el secreto.
El sistema de patentes incluso puede tener efectos perjudiciales sobre la innovación, porque incentiva el secreto
Por suerte, algunos legisladores estadounidenses muestran un mayor interés en este enfoque. El Proyecto de Ley del Fondo de Recompensa para el VIH/SIDA —iniciativa del Congreso que introdujo el senador Bernie Sanders— es un ejemplo de ello. La iniciativa de Sanders tiene una importante disposición destinada a incentivar la investigación abierta, que haría que el modelo actual de investigación se basara más en el intercambio que en el secreto.
Sin embargo, a nivel global nuestro sistema de innovación necesita cambios más profundos. Los intentos de la OMS para fomentar reformas sustanciales a nivel internacional son cruciales. Esta primavera la OMS emitió un informe que aconseja soluciones similares a las propuestas en la iniciativa del Senado estadounidense, pero a nivel mundial.
El informe Research and development to meet health needs in developing countries (investigación y desarrollo para atender las necesidades de salud en los países en desarrollo) recomienda un enfoque amplio que incluya contribuciones financieras obligatorias de los Gobiernos para la investigación de las necesidades de salud en los países en desarrollo, coordinación internacional para definir las prioridades en los servicios de salud y su aplicación y un observatorio global que se encargue de detectar dónde hay más carencias por atender. La comunidad internacional tiene la oportunidad de empezar a poner en marcha estas ideas en la Asamblea Mundial de la Salud de la OMS, que se celebra estos días en Ginebra, un momento de esperanza para la salud pública en todo el mundo.
Reformar nuestro sistema de innovación no es solo una cuestión de economía. En muchos casos es un asunto de vida o muerte. Por ende, es esencial desvincular los incentivos para las actividades de investigación y desarrollo de los precios de los medicamentos, y promover un mayor intercambio de los conocimientos científicos.
En EE UU la iniciativa Sanders marca un avance importante. Para el mundo, las recomendaciones de la OMS representan una oportunidad única en toda una generación para remediar las atroces desigualdades tan antiguas en los servicios de salud, y más ampliamente, establecer un modelo de gobernanza de los bienes públicos mundiales adecuado para la era de la globalización. No podemos dejar que se nos escape esta oportunidad.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, es profesor de la Universidad de Columbia.
(c) Project Syndicate, 2012.
Traducción de Kena Nequiz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario